Alfredo
‘El Mochomo’ Beltrán Leyva envió un
mensajero al Comandante de la Novena Zona Militar en Culiacán, Sinaloa, general
Rolando Eugenio Hidalgo Eddy, ofreciéndole tres millones de dólares mensualmente
con tal de que lo dejara operar con toda libertad en la región. Este dinero
provendría, en partes iguales, de Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, Ismael ‘El Mayo’
Zambada y él mismo, de a millón por cabeza. El general Hidalgo rechazó el
ofrecimiento, lo que ocasionó amenazas de muerte por parte del famoso
narcotraficante.
Poco
tiempo después, ‘El Mochomo’ le dijo
a su cómplice que no era necesario seguir insistiendo con el general, pues ya
algún superior suyo había aceptado la oferta, pero Beltrán Leyva quiso darle un
escarmiento a aquél y ordenó que destazaran algunos perros y arrojaran sus
restos en la barda perimetral de la Zona Militar con mensajes intimidantes, que
nunca llegaron a concretarse.
Esta
información la extraje del periódico de San Luis La Razón, de apenas el 5 de agosto de 2015.
Lo
anterior viene a cuento porque me hizo recordar mis años infantiles y los
primeros de mi juventud, pues el en aquel entonces cadete del Heroico Colegio
Militar, Rolando Eugenio Hidalgo Eddy, había sido de niño alumno de mi tía en
una primaria federal, a la que yo también asistí como preparación a mi entrada
ya formal a una escuela particular. Rolando vivía en la colonia San Álvaro y yo
en la Clavería, ambas en la delegación Azcapotzalco de la ciudad de México. El
vivía enfrente del jardín principal de aquella colonia y tenía un padre, también
general, sumamente estricto. Alguna vez que casualmente pasé enfrente de su casa
me percaté cómo éste lo disciplinaba con extrema
severidad.
Cierta
ocasión, jugando futbol en una cancha de la parroquia de la Inmaculada
Concepción, también en Clavería, coincidimos, sin conocernos, en el mismo
equipo. Ante una agresión bastante artera de un rival contra mi persona y no
estando en disputa el balón, Rolando no dudó en entrar en mi defensa en contra
de aquél y de su prepotente hermano, que lo “defendía”. Ante mi acobardamiento y
no obstante ser yo más o menos de la misma edad que él, de los dos dio cuenta
con gran facilidad a pesar de su aparentemente menudo físico. Ya desde aquel
entonces mostraba una recia y distinguida personalidad.
Volví
a coincidir con él siendo yo recluta del Servicio Militar Nacional en el centro
de adiestramiento de la prepa cuatro en el deportivo Plan Sexenal, bajo las
órdenes del capitán Mauro Delgado Soto. Mientras los reclutas estábamos en
marcial descanso, Hidalgo Eddy llegó a visitar al capitán Delgado y se
escucharon leves susurros de burla a propósito de no recuerdo qué. Delgado tuvo
que hacer esfuerzos sobrehumanos para contener a Rolando que se quería abalanzar
sobre todos nosotros y aniquilarnos. Una vez que éste se hubo marchado, aquél
nos dijo que éramos muy afortunados al desconocer de lo que el teniente Hidalgo
Eddy era capaz, que nos habíamos comportado cobardemente.
Varios
años después, siendo yo empleado de IBM de México, fue jefe mío otro capitán del
Ejército Mexicano, Alejandro Urías Mora, qepd, y condiscípulo del
multicitado Hidalgo Eddy en el Colegio Militar. También lo tenía en alto aprecio
y elogiaba sus virtudes, aunque decía que tanto él como Delgado Soto “estaban
medio locos”.
Todos
estos recuerdos se agolparon en mi mente cuando el general
Hidalgo fue nombrado jefe de la Policía Municipal de Querétaro. También
recordé la Perspectiva del 15 de julio de 2013 de Enrique Gómez Orozco en am, donde hace encomio del general en los
siguientes términos: “El gobernador
(de Aguascalientes) Carlos Lozano decide contratar al general Rolando Eugenio
Hidalgo Eddy para apaciguar su tierra. De temple recio, como casi todos los
militares chapados a la antigua, Hidalgo Eddy realiza un trabajo de excepción.
Fortaleció la Policía de mando único con capacitación, armamento y una
disciplina férrea que hoy rinde frutos.
“Dicen que sus
métodos no son ortodoxos y las leyendas urbanas afirman que emprendió una guerra
sin cuartel y sin medida en contra de los delincuentes. Cuando se le reconoce su
hazaña, le da el crédito a su jefe, el gobernador Carlos Lozano. Diríamos que es
un hombre del ‘sistema’, del viejo sistema que sí funcionaba con la seguridad
pública, antes de los ‘Derechos Humanos’, antes del desconcierto extremo del
sexenio pasado.
"El ‘mando único’ da resultados en Aguascalientes porque
casi es una ciudad-estado, porque su geografía es pequeña y sus accesos pueden
ser mejor controlados. ¿Para qué una Policía del municipio de Rincón de Romos o
Calvillo?”.
No
deja de ser interesante haber conocido de primera mano a este hombre, sin que él
sea consciente de ello ni yo lo pretenda.
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