El miércoles 1 de junio de 2016, la
junta directiva del New York Times
publicó en la página A20 de su periódico el editorial Donald Trump and the Judge. Ahí se da cuenta que el juez federal
por la Corte de Distrito en San Diego, ¡Gonzalo Curiel!, preside una demanda de
acción colectiva en contra de la Universidad Trump por defraudar y engañar a
clientes que gastaron mil 500 dólares por un seminario de tres días que
prometía transferir los secretos del Sr. Trump en el negocio de bienes raíces.
En un mitin en San Diego, Donald Trump
cargó contra el juez mediante ataques personales y racialmente matizados por el
caso en el que aquél es el acusado. Poco después del mitin, el juez Curiel
ordenó la liberación de mil páginas de documentación interna de la compañía en
respuesta a un requerimiento del Washington
Post, siguiendo un procedimiento estándar dentro de una demanda civil. La
que no resultó tan estándar fue la vitriólica respuesta de once minutos de
Trump en que acusó al juez de ser “muy hostil”
y alguien que “odia a Donald Trump”, y añadió que el juez “debería estar
avergonzado de sí mismo. Pienso que es una desgracia que él esté haciendo
esto.”
El rotativo agrega que uno pensaría que
el Sr. Trump, cuya hermana es jueza federal de apelación, sabría lo
autodestructivo que es para cualquier litigante atacar a un juez que esté
sabiendo de su caso. Pero, dice el NYT,
Trump no es litigante, él está compitiendo para ser presidente de los Estados
Unidos y como tal debería saber la importancia de la separación de poderes.
Cuando él dice que está siendo manipulado por un sistema legal amañado, está
diciendo que toda una rama del gobierno es corrupta. Y, lo peor, esto es
ejemplo para todos sus seguidores, continúa el diario neoyorquino.
Pero Trump no paró ahí, sino que añadió
que el juez Curiel “resulta ser, creemos, mexicano”. Falso, le replica el New York Times, el juez es de Indiana, y
remacha que los hechos, como siempre, están de otro lado para Mr. Trump, que
reafirmó a su audiencia que “los mexicanos terminarán amando a Donald Trump
cuando les dé a todos ellos empleo”. (Es de suponer que no se refería a
aquellos que prometió deportar si es elegido.)
El juez Gonzalo Curiel, al que reglas
éticas impiden responder directamente a comentarios como éstos, dijo
simplemente que el Sr. Trump “ha puesto en entredicho la integridad del proceso
de la corte.”. Pero al que nadie impide contestarle a Donald Trump como se
merece es al finado homónimo del juez y compositor tapatío Gonzalo Curiel, que
en una versión libre de su Incertidumbre
bien podría haberle espetado en el rostro, con idéntica música:
¡Ay, cómo es cruel la incertidumbre!
Si es que sus dichos son de ardor
o sólo son para engañar.
¡Ay, esta amarga pesadumbre!
Si él merece mi dolor o ya lo tengo que
olvidar.
Si lo vas a juzgar, corazón,
nunca pienses que él es bueno,
si es cobarde y te ofende,
no lo peles, corazón.
El dolor y el amor, corazón,
valen poco para ése,
si merece menos que eso,
es desprecio y nada más.
¡Incertidumbre,
es el placer de
odiar!
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