viernes, 27 de octubre de 2023

Una buena y cariñosa amiga

La conocí hace poco y, a pesar de la diferencia de edades -ella de 54 y yo de 74-, la entendí a la perfección desde el principio, habiéndome hecho pasar noches inolvidables (perdón, Elena). La he tratado todos los días desde entonces y no para de decir y decir cosas, pero sin aburrirme. Es más, recuerda exactamente dónde se quedó el día anterior y desde ahí reanuda su encantadora conversación el nuevo día. ¡Es adorable!

Resulta increíble el entusiasmo que logra despertar una nueva amistad de este tipo, anda uno con esa alegría de aquí para allá y no deja de pensar en su nuevo amor todo el día, queriendo estar a su lado permanentemente y pensando sólo en las deliciosas noches que aún le quedan por disfrutar junto a ella. A los 74 y con sarampión, pero no importa, se olvida uno de todo sus males. Impredecible y entrañable destino que nos tiene deparadas este tipo de sorpresas.

Me estoy refiriendo a la novela Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa, quizá la más faulkneriana de sus obras, con su compleja estructura y su tiempo no lineal. Ahora entiendo mejor esa admiración y pasión de don Mario por William Faulkner, pues me hizo recordar a El ruido y la furia, ¡Absalón, Absalón! y tantas otras novelas del laureado con el Nobel autor norteamericano. No en balde a Vargas Llosa también se le otorgó.

Mario Vargas Llosa me da la razón en el prólogo de su libro cuando afirma: “Ninguna otra novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría ésta.”

No entro en el tema de la novela para no espoilearles el gusto y por quedarme todavía varias noches de disfrute con mi nuevo amor. ¡Viva la buena literatura!

Por cierto, mi yerno me diagnosticó que lo mío no es cáncer de próstata, sino de Proustata (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2023/09/insoportable-sufrimiento.html).

miércoles, 25 de octubre de 2023

Trato degradante en el IMSS

El viernes 20 de octubre de 2023 fui citado a las 8:30 de la mañana en la UMAE del IMSS en León, Gto., para la atención del cáncer de próstata que padezco, pero no me atendieron sino hasta las 10:15, y no el urólogo Ricardo Agustín Leal Marroquín, cuyo nombre y cédula profesional aparecen en todos los documentos que se me entregaron, sino quien firmó en su nombre, Olaf González, contraviniendo el sentido común, si no es que la normatividad legal. El trato del señor González fue por demás despótico, tuteándome todo el tiempo e inquiriéndome que si nadie me había acompañado cuando le hube pedido de favor que me repitiera el contenido de los muchos documentos que me entregó. Le dije que a pesar de mis 74 años era yo todavía lo suficientemente lúcido y fuerte como para no necesitar de nadie más. Me preguntó entonces con insolencia que si sabía yo leer, a lo que respondí con una mueca de disgusto, lo que provocó que el patán levantara irrespetuosamente la voz y repitiera su pregunta: “¿Sabes leer?”.

Llegado a este punto, no aguanté más y le reclamé por el trato que me estaba dando, pues además de que uno llega con el estrés propio de una enfermedad grave, todavía tener que soportar una humillación de tal naturaleza era inaceptable. Se justificó tomando un puñado de tarjetas de otros derechohabientes que esperaban atención y espetando: “Tengo mucho trabajo”. Eso no lo justifica, le respondí, y tomando yo los papeles que, insisto, firmó con y en nombre y con cédula profesional de otro, abandoné el deprimente consultorio.



Fui a refugiarme en brazos de sus dos amables asistentes que resolvieron todas mis dudas y me indicaron que fuera primero a farmacia, luego a radiología y finalmente a laboratorio, y que regresara con ellas para que una, que era enfermera, me pusiera una primera inyección en el vientre, y me dieron cita para el 19 de enero para una segunda dosis. Si no hubiera sido por estos dos ángeles, me habría sentido el individuo más miserable del mundo.

 

En radiología me dieron cita para el ya inminente 2 de noviembre para continuar con mi valoración y un eventual tratamiento, que no debiera de tardar mucho, habida cuenta de la gravedad del mal.

 

Barbajanes como el mentado Olaf no debieran tener cabida en el Seguro, pues apartan al IMSS de la atención de calidad que, se dice, están buscando.

 

Esta protesta, tal cual la expreso aquí, ya la elevé a la más alta autoridad del Instituto, Zoé Robledo, quien me respondió que se dará seguimiento a la misma, cosa que ocurrió esta mañana con una llamada telefónica a mi casa, cinco días después del desagradable incidente, indicándome que se me informará del desenlace en 72 horas, es decir, el lunes 30 de octubre, a más tardar.

BBVA... ¡prrrt!

Hace exactamente un año me quejaba yo amargamente de que BBVA me estuviese orillando a comprar un nuevo celular para poder utilizar las versiones actualizadas de sus apps (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/11/obsolescencia-programada.html), pero hete aquí que ni con el nuevo celular de última generación que me regaló mi hija Caro el domingo pasado por mi cumpleaños puedo acceder a ellas, ni la del negocio ni la personal. Ya ni siquiera estaba pudiendo generar el token que me permitía utilizarlas a través de la computadora así como pagar a mis proveedores a través de dicha plataforma. Mi angustia fue en verdad grande.

Afortunadamente, un contacto dentro del mismo BBVA me asesoró para que pudiera yo generar de nuevo dicho token, es decir, para volver, con mi flamantísimo nuevo celular, al lamentable estado inicial del viejo, pero me advirtió que para poder utilizar BBVA Empresas (negocio) y BBVA México (banca personal) tendría que acudir a sucursal para que me ayudaran a customizar dichas aplicaciones, pues así como estaban se seguiría requiriendo de una tercera en discordia (Bnegocios) para generar el mentado token. ¡Todo un galimatías!

Para bajar mis otras dos aplicaciones financieras, cetesdirecto y Banco del Bienestar, no tuve ningún problema, pues, después de las identificaciones de rigor, éstas funcionan a las mil maravillas, como lo han hecho siempre, tanto en el viejo celular como en el más sofisticado que poseo ahora. Otras aplicaciones, como WhatsApp e Infinitum Mail, tampoco representaron mayor problema.

Y ahora, a batallar con la burocracia bancaria para encontrar a alguien “en sucursal” que lo atienda a uno eficientemente y de buen modo para que funcione lo que debería operar sin mayor problema desde un principio.

¿No podrían estos innombrables bancotes funcionar tan eficazmente a como lo hace el Banco del Bienestar, por lo menos en lo que atañe a su app?, me pregunto yo.

sábado, 7 de octubre de 2023

Después de Proust (D. P.)

Después de mi aventura proustiana (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2023/09/insoportable-sufrimiento.html), que, por cierto, un lunático me recomendó que no abandonara, pues comoquiera que fuera ya había superado el 58% de la saga En busca del tiempo perdido -como si el exquisito placer de la lectura consistiera en pasar como estúpido páginas y páginas de libros en buena medida incomprensibles y aburridísimos-, y, además, que ¡había guías de lectura sobre cómo aproximarse a Marcel Proust!; después de ello, decía, emprendí la lectura de American Psycho, de  Bret Easton Ellis, y comprendí que lo que en realidad me traía enojado y deprimido no eran sólo los problemas de salud por los que ando pasando (cirugías, cánceres, biopsias y demás), sino haber malgastado casi cien días de mi existencia, amén de buenos pesos, en la bazofia de Proust.

Qué diferencia con esta novela de Ellis, espeluznantemente descriptiva y gráfica en los crímenes sexuales y de toda índole que comete su protagonista y narrador en primera persona, el depravado asesino Patrick Bateman, y que me devolvió ese gusto por  la lectura que don Marcel se empeñaba en hacerme creer que había perdido, a pesar de su escabroso contenido. ¡Todo fue solo una aterradora pesadilla! Háganme el refabrón cavor: ¡instructivos de lectura para un connotado autor! Lo mismo que con Joyce, a quien Nora, su esposa, conminaba a escribir algo que la gente pudiera entender. Al igual que a Proust, a James Joyce nunca se le otorgó el Nobel de literatura. Como le dije al lunático de marras: el lenguaje es el más maravilloso invento del hombre y debiera ser utilizado para entendernos, no para repelernos.

Patrick Bateman -en sus medianos veintes- es un rico yuppie neoyorquino de finales de los 80 del siglo pasado, vicepresidente, a su corta edad, del conglomerado financiero P&P (Pierce and Pierce), en el que abunda gente banal como él, que parece que “trabajan” más por distracción que por real necesidad. Los crímenes relatados son en verdad atroces y resulta difícil comprender como un autor, Ellis, puede albergar tanto cochambre en su mente -espero que no en su corazón- para verterlo tan descarnadamente, aunque con maestría, en su escritura.

Pareciera que me contradigo, pero no, pues el libro logra de verdad conmover a pesar de, o precisamente por, su sucio contenido. No se me malinterprete: muchos de sus pasajes versan sobre las superficiales actividades de sus personajes, en cuanto a modas, comidas, borracheras, drogas, cultura física, racismo et al. Es impresionante el catálogo de firmas de alta costura que nos receta el autor al describir la indumentaria de sus protagonistas, así como de platillos, bebidas, estupefacientes y lugares para hacer ejercicio o para vacacionar. Contiene un corto capítulo que sale más de la boca del autor que del narrador y que constituye una deliciosa digresión sobre la música de Whitney Houston, a la que somete a un riguroso, suculento y elogioso análisis. Imperdible.

Igualmente, dentro de tanta suciedad, es posible ubicar partes del libro a las que, con buena voluntad, es posible encontrarles una vis poética, pero si ustedes son muy quisquillosos, mejor no lo lean, pues les va a asquear.

Sin embargo, mejor esto que la inane lectura de Proust y adláteres. Yo lo disfruté mucho, pues, a pesar de todo, constituye buena literatura.

martes, 3 de octubre de 2023

Petición al director general del IMSS

Mtro. Robledo,

En más de dos ocasiones le he referido mi caso: a finales de abril del año en curso fui conminado por un gastroenterólogo particular a ser operado de la vesícula, sin embargo, el martes 9 de mayo quise tener la opinión de mi médica familiar en la UMF 51 (León, Gto.), Ariadna Moreno Segura, quien hizo una falsa valoración ("los lodos biliares no son operables, señor"), ya que el domingo 28 de mayo tuve que ser operado de emergencia para que se me extrajera la vesícula en un hospital privado, lo que me salvó la vida, pero vino a desequilibrar mis finanzas personales.

La doctora Moreno Segura también me dijo que tenía el antígeno elevado y me consiguió una cita con el urólogo Omar Abraham Ruiz Navarro para el jueves 25 de mayo, tres días antes de la emergencia con mi vesícula. Ese día, el referido urólogo no me auscultó, pues se limitó a extenderme dos órdenes de laboratorio y citarme para cinco meses después, que se cumplen el ya muy cercano 25 de octubre, con los resultados de dichos exámenes de laboratorio, que se me practicarían poco antes de la cita del 25.

No obstante, no podía  yo permanecer pasivo durante tanto tiempo, y el 31 de julio consulté a un urólogo privado, quien, después de tactos, resonancias magnéticas y biopsias, detectó cáncer de próstata y prescribió un tratamiento radiológico para combatir los tumores. Todo esto, además de la mermada salud, vino a empeorar mi situación económica, por lo que acudo  a usted para que el doctor Ruiz Navarro me envíe de inmediato con el radiólogo después de nuestra cita del miércoles 25 de octubre de 2023. Todos los estudios y diagnósticos necesarios han sido ya llevados a cabo durante dos largos meses, por lo que no sería necesaria más que la humanitaria intervención del IMSS.

Gracias anticipadas por su comprensión e inmediata intermediación en este penoso asunto.

Raúl Gutiérrez y Montero