Recién ocurrió
Yo cursaba el primer grado de primaria en el edificio de enfrente, mientras que mi hermano hacía lo propio, pero en tercero, en el del otro lado de la calle. Así nos tenían dispuestos en aquel lejano 1957 en el Colegio Cristóbal Colón: los de primero y segundo por un lado, donde enseñaban puras “misses”, y por el otro los de tercero a sexto, donde prácticamente instruían puros hermanos lasallistas junto con uno que otro “civil”.
Al final de la jornada, los chiquillos cruzábamos la calle para irnos a reunir con los grandulones al otro lado de Sadi Carnot, la calle donde se hallaba el colegio en la colonia San Rafael. Esto, para que ahí nos fueran a recoger nuestros padres o para esperar el servicio de los autobuses escolares que nos trasladarían a nuestras casas, como era nuestro caso. Mi hermano Coco, como llamábamos cariñosamente al carnal mayor Nicolás, religiosamente me iba a esperar todas las tardes al zaguán de su patio para encontrarse conmigo una vez que nos hubieran cruzado la calle, hasta que un día no se apareció por ahí. En su lugar me recibió un amigo común para informarme que a Coco lo estaba golpeando en un rincón del patio, junto a los bebederos de agua, un gandalla mayor que él.
Alarmado, acudí al lugar de la desigual batalla guiado por este amigo, y mi pena y rabia fueron mayúsculas cuando vi a mi hermano tendido cuan largo era y con ese desgraciado montado sobre él. Coco, sin soltar su portafolio, fuertemente asido por su manecilla, lloraba como una magdalena. Armado de un temerario valor, entré en su auxilio y confronté al abusón, quien ni tardo ni perezoso me propinó tremendo puñetazo en el estómago, y fuimos ya dos los que berreábamos como magdalenas.
Varias décadas después, Coco, que padecía Parkinson desde hacía muchos años, tenía una salud muy deteriorada, y apenas hace un par de horas me acaba de informar mi hermana que murió hoy por la mañana a los 77 años de edad.
Querido Coco, a pesar del grave distanciamiento que padecimos durante todos estos últimos años -tú sabes bien por qué-, cómo me hubiera gustado confrontar a la parca que te acaba de arrebatar la vida para mandarla a chingar a su madre o para que, como en aquella memorable ocasión, nos jodiera a los dos.
¡Mi solidaridad contigo siempre!

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