sábado, 8 de octubre de 2016

La degradación de mi ciudad

En pocos días, el domingo 17 de julio, cumplo 13 años en León. Desde entonces, la ciudad se ha transformado radicalmente: gimnasios de primer mundo, restaurantes de categoría por doquier, supermercados de gran lujo, centros de innovación y tecnología, como los de la Universidad De La Salle Bajío y el Tecnológico de Monterrey, que son la envidia en estados vecinos, una plaza comercial remodelada que nada tiene que pedirle incluso a las mejores de otros países, y un poco más allá, en el municipio hermano de Silao, las armadoras que muchos más quisieran tener y el Puerto Interior, sinónimo de innovación, ingenio y desarrollo.

Por lo anterior, me cuesta trabajo entender cómo un voraz particular puede poner en jaque a toda una ciudad, incluidos los ineptos gobiernos estatal y municipal, que disfrutaba de un parque, ahora salvaje e inmisericordemente mutilado por un vil y mezquino interés económico, para innumerables eventos de solaz y esparcimiento. Todavía recuerdo cómo hace tres meses completé la vuelta mil en mi récord personal alrededor de la presa de El Palote, recorriendo precisamente la pista que ahora nos arrebatan. Como un mal presagio, esa vuelta representó para mí el retiro por un daño congénito en mi columna que se agravó por décadas de correr, por lo que ahora sólo camino en una vereda aledaña a mi casa. Como si mi querido parque me hubiera estado esperando para “morir” juntos, pues su belleza fue lo único que durante muchos años me cautivó y mantuvo mi interés y emoción por una ciudad que ni quería ni sentía mía.

Y ni qué decir de la intragable y mal planeada obra pública que se ejecuta a pocos pasos de ahí: el “Destruidor” Vial Benito Juárez, como lo rebauticé yo, y, ahí mismo, el invasivo mantenimiento con que Sapal suele obsequiar a los contribuyentes. A finales del año pasado me puse en contacto con las oficinas del señor gobernador, Miguel Márquez Márquez, y del presidente municipal, Héctor López Santillana, para externarles mis preocupaciones por esta magna obra, mismas que publiqué en este diario en un artículo similar al presente. Una de ellas era mi temor de que todo fuera a estar tan mal diseñado como el horrendo embudo que comunica el Libramiento Morelos con el Bulevar Clouthier, y cuyo único carril resulta insuficiente para el volumen de tráfico que se da a ciertas horas del día, además del riesgo que representa su peligrosa desembocadura precisamente en dicho bulevar. Lo más que conseguí fue una cita con el secretario de obra pública del alcalde, Carlos Alberto Cortés Galván, que literalmente “me dio el avión”, y una llamada del secretario particular del gobernador, José Ricardo Narváez Martínez, prometiéndome una entrevista con el delegado de la SCT en Guanajuato, José Leoncio Pineda Godos, que nunca se dio, tras un par de intentos fallidos por parte de éste y apostándole mejor al olvido que a “darme el avión” como su colega Cortés Galván. Quien haya circulado por los alrededores se habrá dado cuenta del caos vial y la pérdida de tiempo que representa cruzar este monumental cochinero. Yo calculo que tendremos “fiesta” todavía para dos años más, muy a pesar de que nuestras autoridades digan que ¡para finales de este año terminan! No tienen ni idea.

Por otro lado, el tráfico y la contaminación son otros de nuestros grandes males que van aparejados. Ya se vio en semanas recientes cómo la mismísima Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta en un informe sobre la calidad del aire en las principales ciudades del mundo que Monterrey, Toluca, Salamanca, León, Irapuato y Silao registran niveles de contaminación superiores a los de la Ciudad de México. El otro día que viajaba en el automóvil con mi esposa a un lado, ésta me hizo notar la capa de esmog que se divisaba a lo lejos. Como yo digo, problemas de ciudad grande y definitivamente sin sus ventajas.

Pero así y todo, cuanto he dicho languidece ante la terrible inseguridad que ya padecemos. Ojalá todos nuestros males fueran como los hasta ahora descritos, que resultan infantiles frente a la creciente ola de crímenes dolosos que estamos padeciendo. No dudaría que en las casas de apuestas ya hubiera un rubro para predecir el número de asesinatos que se producirán durante el día en el municipio. Yo mismo, hace 13 meses, fui objeto de un asalto adentro mismo de La Comercial Mexicana en Plaza del Campestre. Lo que no me ocurrió en la Ciudad de México en 54 años me vino a pasar aquí en muchos menos.

No deja de ser inquietante que el principal espacio editorial de un diario de visibilidad nacional como lo es el Reforma, nos haya dedicado toda una sección de su famoso Templo Mayor de F. Bartolomé para destacar este dudoso orgullo de nuestra ciudad el miércoles 29 de junio. Ahí se apunta que León es ya una plaza en disputa entre bandas del crimen organizado, en la que hasta el martes 28 habían muerto ya 20 personas, mientras el gobernador Miguel Márquez se “pasea” por Europa para atraer inversiones y el alcalde López Santillana está pensando ahora mismo ¡en irse de vacaciones!

Dile al tiempo que vuelva: lo que daría por vivir en el León de hace 13 años, prometería quererlo como nunca. Como alguna vez ya lo hice en tiempos del Bicampeonato, así, con mayúscula. Pero ya ven, hasta con esto acabamos. ¡Pobre y querida ciudad mía!

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