sábado, 8 de octubre de 2016

Respuesta a un amigo

Mi mejor amigo de toda la vida, actualmente radicado en Austria, donde ejerce como catedrático en una de las universidades más prestigiadas del país, quedó hondamente impresionado con mi artículo de la semana pasada, Diez años de distancia, cinco minutos de fama, diciéndome, entre otras cosas, que “tus cinco minutos de fama son más bien atemporales”, pues “sirven de inspiración para los que te conocemos y para tus lectores”, “por tu honestidad y valor civil, especialmente en un país como el nuestro en donde todas las fuerzas nos empujan a ser todo lo contrario: corruptos y cobardes”. Pero, como elogio en boca casi propia es vituperio, vayamos mejor a lo que le respondí.

Por enésima vez, gracias, mi querido Memo, eres muy gentil.

Fíjate que este tipo de acontecimientos hasta entran dentro de los que considero grandes logros de mi existencia, como mis maratones, por ejemplo; o como cuando publicaron en la sección cultural de El Financiero el cuento breve que les envié para celebrar su XIV aniversario, en 2002, y que ellos conmemoraron publicando los cien mejores cuentos de todos los tiempos (según su muy particular criterio, claro):

Big bang

Dijo Dios: "He vivido eternamente aburrido”, y, ¡bang!, se suicidó. Y la luz se hizo...

Después, ya no dijo nada.

Y entonces ahí me tienes compartiendo página con Milan Kundera, Bertolt Brecht y 97 más por el estilo: veinte cuentos diarios durante los cinco días hábiles de la semana de aniversario; o como cuando me nombraron El Mejor Estudiante de México en 1973; o como cuando me distinguieron como el mejor elemento de IBM, en Raleigh, Carolina del Norte, donde  estuve asignado dos años, entre todos los extranjeros que conformaban el International Technical Support Center, en 1991, o como cuando, en fin, me diplomó el Tec en finanzas en 1997. Y se me "olvidaba": como cuando me recibí, el Sábado de Gloria de 1973 (14 de abril) y celebré contigo en exclusiva tooodo el día, ¡de la mañana a la noche!, ¿te acuerdas?

Y no me lo vas a creer, pero uno de mis grandes logros y recuerdo imperecedero lo obtuve cuando ¡me "corrieron" de IBM! Se rumoraba de un plan de retiro anticipado "millonario" a principios de 1995 y como ya lo había solicitado, sin éxito, dos años antes, volví a insistir y me volvieron a decir que esta vez tampoco estaba en la lista, que era yo un elemento importante de la compañía y bla, bla, bla. Como insistiera, me dijeron "OK, mensaje recibido", y al día siguiente me presenté pensando, no sé por qué, que me iban a ofrecer algo indeclinable para retenerme. Síiii... ¡cómo no!... A los ciento y tantos güeyes que nos corrieron (ahora sí, sin comillas) ese día, ni nuestro cepillo de dientes nos permitieron recoger de nuestros escritorios, y guardias de seguridad con tremendos perros recorrían los pasillos del edificio donde nos encontrábamos. Obviamente, nuestro acceso al sistema de cómputo había sido revocado, y prácticamente nos echaron con una patada en el culo. En mi caso particular, después de veinte años de servicio en la empresa.

Por supuesto, ¡monté en cólera!..., pero contenida. Sin embargo, mi reacción fue cataclísmica una vez fuera: me entrevisté con Darío Celis, uno de los más reconocidos periodistas de negocios todavía hoy en día, y le entregué una carta detallando todo lo ocurrido y preguntándole cuándo saldría publicada la información que ahí le daba. "Mañana”, me dijo, “¡mañana mismo!". Evidentemente, yo salí muy complacido de la entrevista, pero eso no fue todo: llamé a los EU para denunciar la humillación de la que había sido objeto y todas las transas que se decía cometían adentro nuestros directivos, aunque no me constaran, y así se lo hice notar a mi entrevistadora (que por cierto me dijo que no era necesario que yo fuera a Nueva York, como era mi deseo, que sólo colgara y ella me devolvía la llamada; y así lo hizo), así que tomara lo que le decía con las reservas del caso, vamos, como si fuera "a confession secret, you know, I'm catholic". "Absolutely, you shouldn't be worried, you have my promise", me respondió.

Como cereza en el pastel, y como buen actuario que soy, me percaté que me estaban birlando intereses del dinero que yo mantenía en su caja de ahorro y los urgí, por escrito, a que me devolvieran los alrededor de 20 mil pesos que me estaban reteniendo indebidamente si no querían que los denunciara ante las autoridades financieras correspondientes, que no bastaba con el suculento y reglamentario cheque de retiro “voluntario” que me habían dado. Al día siguiente, muy temprano, me los rembolsaron.

A Darío Celis le dije que si tenía que dar mi nombre, no lo dudara, que lo incluyera, pero él insistió en que no tenía por qué revelar sus fuentes. Y así fue. Cuando salió publicada la información en su columna de El Financiero el martes 14 de febrero de 1995, Día del Amor y la Amistad, se armó el súper escándalo en IBM. Se agotó el periódico en los alrededores del mismo edificio del que me habían corrido y en el de los headquarters hubo una reunión extraordinaria del Presidente y todos sus rastreros achichincles (directores) y la gerente de comunicación de Relaciones Externas, íntima amiga mía y quien me informó puntualmente de todo lo ocurrido. Yo fingí demencia, por supuesto, pero tooodos, absolutamente todos determinaron que había sido yo el que filtró la información, excepto el vicepresidente de la compañía, quien apuntó certeramente que no podía serlo, ya que yo hubiera dado mi nombre, dos apellidos y copulativa entre ellos, y no le faltaba razón, sólo que el periodista se había regido por su ética profesional.

Total, mi querido Guillermo, que para no hacerte el cuento más largo, únicamente añadiré que si a mí me defenestraron el viernes 10 de febrero de 1995 a las 11 am, el Presidente y Director General de IBM de México, Rodrigo Guerra Botello, "renunció" el martes 28 de ese mismo mes por la tarde, es decir, escasas dos semanas después de mí, tras permanecer ¡más de 14 años en el Poder! Todo un dictadorzuelo, pues.

Y, aunque no lo creas, éste es uno de los más grandes logros y orgullos de mi vida. Espero, sinceramente, no decepcionarte.

Un muy afectuoso abrazo.

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