sábado, 20 de abril de 2024

Confieso que soy transgénero

El tratamiento hormonal contra el cáncer de próstata al que me encuentro sometido durante los próximos dos años ha llevado mis niveles de testosterona en la sangre, hormona masculina por antonomasia, a un nivel equiparable al de las mujeres (0.05 - 0.77), pues el mío ya se encuentra en 0.10. El doctor dice que no piense yo en una recuperación de dichos niveles al finalizar los dos años, ya que habrá que esperar un plazo similar después del tratamiento para que estos vuelvan a la “normalidad” (0.71 – 6.23, para adultos mayores), esto es, a los 78 estaré ya de nuevo como un burel para embestir otra vez a mis presas. Porque, obvio, dicha reducción de la testosterona lleva aparejada una disminución de la libido o deseo sexual a prácticamente cero.

Pero no sólo eso, sino que el cuadro se completa con bochornos menopáusicos dignos de una fémina en edad de desmerecer.

Todo lo cual me llevó a preguntarle a mi esposa Elena que si alguien le hubiera anticipado en sus años mozos que con el transcurrir del tiempo iba a estar amancebada con un transgénero, ¿lo hubieses creído, cariño mío?, a lo que ella respondió con una sonora risotada.

Yo, por lo pronto, me declaro lista (que no liste) para aceptar el reto de la trans ¡leonesa! Wendy Guevara a cualquier confrontación televisiva que me quiera invitar.

domingo, 14 de abril de 2024

Perdón que se los pregunte

Estoy por cumplir 16 años y medio de pergeñar estas estupideces, 433 en total, a razón de 2.2 por mes o 1.1 cada quincena, ¡desde noviembre de 2007! a raíz de la muerte de mi padre (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2007/11/eutanasia.html). Con el tiempo, se han ido incorporando más y más recipiendarios a mi lista de distribución hasta conformar un grupo de más de 140. Sin embargo, casi nunca obtengo una reacción, no porque la busque -¿se imaginan la monserga de tener que responder a tanta gente cada vez?-, sino porque temo la muy probable futilidad de mi pasión.

En el camino, se han muerto algunos de esos recipiendarios y otros, tres, me han dado por muerto a mí, solicitándome, con insolencia incluso, que les dejara de enviar mi basura, cosa con la que con gusto condescendí disculpándome por las molestias que mis envíos pudieron haberles ocasionado.

Parafraseando el estribillo de la antiquísima serie aquella de televisión Misión Imposible, mi pregunta, si ustedes deciden aceptarla, es: ¿le sigo o ya mejor ahí le paro? Nada me gustaría más que lidiar con la monserga de tener que contestarles a todos ustedes.

jueves, 11 de abril de 2024

Trilogía extática

Tarde, pero finalmente completé la espléndida trilogía Sapiens, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, del historiador israelí Yuval Noah Harari (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2021/01/seremos-inmortales-felices-y-divinos.html). El ensayista publicó estas obras en 2014, 2016 y 2018, respectivamente. Se comprenderá entonces que la última haya quedado un tanto rebasada por los hechos, como la pandemia y la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania o la que también actualmente tiene lugar entre israelíes y palestinos en Gaza. Cándidamente el autor afirma que “el éxito ruso en Crimea (en 2014, acoto yo) es un presagio particularmente alarmante. Esperemos que siga siendo una excepción”, pues “dadas las condiciones del siglo XXI, las puertas del infierno podrían abrirse de golpe”. Y es que seis años son muchos, y si no, que nos lo digan a los mexicanos, que en 2018 no imaginábamos cómo íbamos a estar en 2024. Tal vez por ello Harari publicará su próximo libro, Nexus / Una breve historia de las redes de información desde la edad de piedra hasta la IA, en septiembre de este año. Habrá que estar atentos, pues ya era necesaria la ventilación de nuevas ideas y evitar la repetición y  reiteración de varias otras en las obras citadas, aunque el nuevo título nos induzca a pensar que estas serán inevitables.

Tres retos son los que plantea Yuval en 21 lecciones para el siglo XXI: el nuclear, el climático y el tecnológico. Del primero dice que tanto “buenos” como “malos” son conscientes de que cualquier conflicto que desemboque en el uso de armas nucleares sería el fin para unos y para otros, por lo que este riesgo se haya de alguna manera auto contenido, aunque, como ya se dijo, “las puertas del infierno podrían abrirse de golpe”.

Con el que Harari se muestra menos clemente es con el reto climático, pues nos pinta un escenario apocalíptico que está teniendo lugar ¡ya!, con el incremento de la temperatura del planeta por el uso de combustibles fósiles y el consecuente envenenamiento del ambiente con miles de millones de toneladas de bióxido de carbono al año, lo que podría llevarnos a un escenario distópico en el que los casquetes polares se derritan y el nivel de los océanos aumente, inundando los continentes y provocando fenómenos meteorológicos inimaginables y migraciones humanas impensables.

Y aún menos clemente se muestra con el reto tecnológico, pues afirma que la biotecnología podría incrementar la brecha entre ricos y pobres de manera brutal, pues sólo los primeros estarían en posibilidades de pagar por los sofisticados procedimientos biológicos que los llevaran a aumentar su esperanza de vida, su salud y bienestar físico, y hasta su inteligencia. Y qué decir de la infotecnología, con sus ciborgs (criaturas orgánico-cibernéticas), algoritmos e inteligencia artificial, que pudieran llegar a provocar que miles de millones de seres humanos se volvieran inútiles e improductivos, y tal vez, por qué no, hasta controlar el mundo, el infinito y más allá.

Yuval se declara abiertamente homosexual y lamenta la falta de herramientas en sus años mozos para detectarlo a tiempo. Herramientas que seguramente pronto estarán disponibles y que le hubiesen evitado a él muchos problemas y sufrimientos. Por cierto, dedica este libro con amor a su esposo Itzik.

Me encantó la laicidad que se respira a lo largo del libro, ya que el autor es un descreído total. Afirma que todo en nuestra vida se basa en un relato, ideológico, político, religioso o de cualquier otro tipo. Hace énfasis en el religioso, sostenido únicamente en mentiras, pero en el que la gente cree a pie juntillas, pues le fue impuesto antes incluso de que tuviera uso de razón, y del que paradójicamente no se puede prescindir a riesgo de que el mundo se resquebraje. Pero este relato no es sólo falso, sino inconsistente y contradictorio, y pone como ejemplo a los terroristas que masacraron a decenas de inocentes en París para vengar la muerte por parte de tropas francesas de algunos compinches en algún lugar del Medio Oriente. Cómo, se pregunta Harari, se puede hablar de revancha cuando estos ya disfrutan de las mieles de la eternidad en el más allá al lado de Alá, según sus propias creencias.

Durante la lectura, a veces se tiene la sensación de estar escuchando a Yuval Noah Harari predicar desde el púlpito o aleccionando a la feligresía, para estar a tono con el título del libro. Pero qué va, la obra tiene una sustancia extraordinaria, sobre todo en los varios capítulos finales, auténticas perlas filosóficas, y donde se refiere al sinsentido de la vida y al dolor o sufrimiento como la única realidad tangible. ¡Una belleza!

En resumen, recomiendo ampliamente el libro (libros) de Harari y las reseñas que de Sapiens y Homo Deus realicé en el pasado (ver liga al principio de este artículo).

Por todo lo anterior, ya reservé Nexus, que aparecerá el próximo 12 de septiembre de 2024, en una plataforma de cuyo nombre no quiero acordarme.

miércoles, 3 de abril de 2024

Amazónica soberbia

En días pasados adquirí en Amazon la versión digital de la obra cumbre de André Gide Los monederos falsos, que resultó un producto de pésima factura: párrafos cortados, comillas que se abren y nunca se cierran (no una, sino decenas de veces), sustitución de palabras por otras o por caracteres ininteligibles. En fin, un fiasco.

Me choca hacerlo, pero aproveché el espacio para comentar la obra no para ello, sino para hacer una acerba crítica del producto que se me entregó. Básicamente les dije que era increíble que una compañía como Amazon produjera ese tipo de basura electrónica, que si no tenían a alguien en control de calidad que leyera previamente la obra y prohibiera su publicación ante tanta errata, que resultaba inaceptable que una empresa tan solvente cobrara por algo así, aunque sólo fueran los cuarentaicinco pesos que desembolsé, que, por cierto, desde un principio me hicieron sospechar de la idoneidad del material.

¡No, hombre, nunca lo debí haber hecho! Me enviaron un correo diciendo que no podían publicar en la plataforma de la compañía lo que les envié, por violar una o varias directrices de una larga lista que incluían. Ya nomás por no dejar, solicité la devolución de mi dinero a través de dicha plataforma, pero se me indicó que no procedía para tal producto, por lo que seleccioné la opción que Amazon ofrece para que un operador de su call center se comunicara conmigo… y me lo devolvieron porque me lo devolvieron, ¡faltaba más!

Bueno, pues apenas ayer, me enviaron un segundo correo “intimidatorio” que a la letra dice: “se eliminará el contenido de la Comunidad que viole nuestras pautas. Por favor considere esto como una primera advertencia. El incumplimiento de nuestras pautas puede conllevar que revoquen sus privilegios de participar en la Comunidad.” (sic)

Todo esto, en el país de la First Amendment, de la libertad de expresión, pues. Tiene razón Trump con su MAGA, pero no por lo de Make America Great Again, sino por lo de Microsoft, Amazon, Google, Apple.

Los terrícolas vivimos bajo su tiranía.

lunes, 1 de abril de 2024

¡Asombroso!

Ayer me invitó Elena a comer a casa de unos amigos suyos: una pareja, sus dos jóvenes hijas y el novio de una de ellas. Siete en total éramos a la mesa. Llegado el momento de la despedida, por alguna razón, la más joven de las hijas comentó que era del signo zodiacal libra. Como yo también lo soy, picado por la curiosidad, la inquirí que si era de septiembre u octubre, mes éste en el que yo nací, el día 22. Cuando dijo que de octubre, ya sólo le pregunté por el día, a lo que con desparpajo respondió: 22.

Ustedes se preguntaran qué tiene esto de asombroso, y yo les respondería que mucho, pues a diferencia de la paradoja del cumpleaños que establece que se requiere un número relativamente bajo de personas (23) para llevar la probabilidad de que dos de ellas compartan fecha de cumpleaños a un equitativo 50.73%, en mi caso la probabilidad era despreciable, pues si calculamos primeramente la probabilidad de que ninguno de los ahí presentes compartiera día de cumpleaños, comenzaríamos con el primero que tendría la probabilidad 365/365 de haber nacido cualquier día del año, seguiríamos con el segundo con una probabilidad de nacimiento cualquiera de los otros 364 días del año de 364/365 para que no coincidiera con el primero, el tercero con una probabilidad de 363/365 de forma de no coincidir con ninguno de los anteriores, y así sucesivamente hasta llegar al séptimo, con una  probabilidad de nacimiento de 359/365 para no coincidir con ninguno de los otros.

De tal suerte que la probabilidad de que ninguno de los comensales compartiera cumpleaños nos viene dada por 365/365 x 364/365 x 363/365 x… x 359/365 = 0.9438, lo que significa que la probabilidad de que dos comensales compartan cumpleaños es:

1 – 0.9438 = 0.0562.

¡Lo cual resulta verdaderamente asombroso!, ya que las posibilidades de que me topara ayer con una persona de tales características en un grupo tan pequeño eran de apenas 5.62%, es decir, bajísimas, pero aun así, se dio.

Nada que ver con la paradoja del cumpleaños que establece la magia de las matemáticas, pues aquí los momios eran prácticamente despreciables.

Este tipo de divagaciones mentales tan placenteras lo proporciona únicamente la disciplina por casi todos temida: las antedichas matemáticas.