El jueves 3 de
diciembre envié sendos correos electrónicos al gobernador Miguel Márquez
Márquez y al presidente municipal de León, Héctor López Santillana. Los
mensajes eran muy escuetos y en ellos solicitaba audiencia con los
funcionarios, sin especificar la inquietud que me movía a hacerlo. Los
asistentes de ambos se pusieron inmediatamente en contacto conmigo al día
siguiente inquiriendo sobre el tema a tratar en la reunión que se pedía: el del
gobernador vía telefónica y la del presidente por correo.
Tras exponerles
por los mismos medios que era mi deseo manifestarles de viva voz la angustia, molestia
y problemas a futuro que representa en buena parte del área del Campestre la
construcción de lo que yo llamo el “Destruidor” Vial Benito Juárez, el primero
me dijo que el siguiente lunes, o martes a más tardar, se estaría nuevamente
comunicando conmigo, pero no lo hizo. La segunda, ya nunca me respondió. Esta
falta de sensibilidad no creo que le alcance a Márquez para aspirar a la
Presidencia de la República (ya vimos cómo patea la piedra hacía adelante para
que otros se encarguen en el futuro de terminar como se debe el Eje
Metropolitano, después de ¡ocho años! de que se inició el proyecto). Y López
Santillana, ya estará solicitando nuestro voto para reelegirse dentro de tres
años, cuando muy seguramente estemos todavía batallando con el Distribuidor
Vial.
Y es aquí donde
quiero enfatizar la necesaria participación de todos nosotros para evitar, en
la medida de lo posible, la burla y el desprecio de nuestros gobernantes. No es
aceptable que, con la mano en la cintura, se informe que esta obra en
particular se encuentra suspendida porque se le canceló el contrato al
constructor por incumplimiento y que ya en enero se estará lanzando una nueva
convocatoria para contratar a otro. Ignoro dónde vivan el señor gobernador y el
munícipe de León, pero dudo que radiquen por la zona, pues de otra manera ya
estarían tomando cartas en el asunto de forma mucho más drástica. ¡Qué pena!
Pero, además,
tenemos los problemas que actualmente padecemos y que se extienden ya por más
de un año, año en el que sólo se ha dado por concluido el horrendo embudo
volado que se inicia, para quienes vienen del oriente, en el Libramiento
Morelos, y termina justo enfrente del casino Big Bola en el Boulevard
Clouthier, formándose un cuello de botella con quienes, viniendo de La Patiña,
Gran Jardín, Balcones del Campestre y alrededores, nos incorporamos a dicho
boulevard. Sé de unos amigos que viven en Jardines del Campestre, a un ladito
del casino, y que ya están pensando seriamente en mudarse de ahí ante el
peligro que les representa acceder a su fraccionamiento inmediatamente después
del embudo teniendo que dejar pasar la avalancha de autos procedentes de La
Patiña.
Otra bronca es
la nula señalización e iluminación al inicio del mencionado embudo, que
confunde y pone en riesgo a quienes por él continúan y a quienes deciden tomar
rumbo a La Patiña, Balcones, Gran Jardín y anexas, además de que no se adivina
cómo vaya finalmente a quedar este peligroso entronque en un lejanísimo futuro.
Todo por ahí es destrucción y abandono. De aquí lo de “Destruidor” Vial.
Y qué decir de
quien, circulando de sur a norte por el Boulevard Clouthier, tiene por meta el
camino a la multicitada Patiña. Tendrá que lidiar, en primer lugar, con un congestionamiento vial que se extiende
en horas pico a lo largo de todo el boulevard hasta el corporativo de Banco del
Bajío y la gasolinería aledaña, para después necesariamente conducir hasta
donde termina el Boulevard López Mateos, dar vuelta en “U” e incorporarse al
espantoso entronque del que ya platiqué. Me imagino que todo esto lo resolverán
a su tiempo con otro paso elevado, espero que no tan horrendo como el embudo
que desemboca en el Big Bola.
Repito, todo
esto es lo que les quería expresar de viva voz tanto a Márquez como a López
Santillana, pero no se dejaron. Espero que por este medio se vuelvan un poco
más sensibles.
Cuando me pongo a pensar que todo esto lo inició Bárbara Botello, la sangre me hierve, y no precisamente de pasión. Y al verla ahora tan sonriente, despreocupada y presidiendo, al lado de Jesús Zambrano, la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, como Vicepresidenta que es, me lleno de indignación.
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