Recuerdo
Los 18 años marcan para mí la finalización de una vida amarga hasta entonces. Terminaba yo el bachillerato en una escuela lasallista, de puros hombres, la misma en la que había estudiado los doce últimos años. Estaba, por lo tanto, totalmente indefenso para afrontar los tres aspectos más candentes de la vida, esos en los que la gente nunca se pone de acuerdo y pueden hasta acarrear serias discusiones y riñas: religión, sexo y política. En religión, era absolutamente dogmático, como sólo esas “buenas” escuelas le enseñan a ser a uno; por la misma razón, la vigilia era de rigurosa observancia todo el año: nada de carne, además, con quién, habida cuenta de lo que establezco al principio; finalmente, aunque estamos hablando de 1968, la despolitización en este tipo de instituciones era pavorosa, baste con decir que yo aplaudía los discursos de Díaz Ordaz en esa época, con toda la vergüenza que me cuesta ahora confesarlo.
Curiosamente, no tuve de otra más que realizar mi servicio militar en un centro de instrucción castrense perteneciente a la prepa de la UNAM. Me llamó la atención que más de la mitad del año que duró nuestro “adiestramiento” los militares que estaban a cargo nos dejaban en libertad apenas pasada la lista, explicándonos veladamente lo que estaba ocurriendo, lo que a mis oídos sonaba a manera de disculpa, y solicitándonos que no anduviésemos de “revoltosos”. Esto me hizo tomar la conciencia que no despertaron en mí los hermanos lasallistas.
La obra quedó consumada al año siguiente cuando ingresé a la Facultad de Ciencias de la misma UNAM. Recuerdo esa época como la más dulce de mi vida, la de la liberación. Los tres grandes mitos, religión, sexo y política, se derrumbaron como castillos de naipes: me volví un ateo irredento, “credo” que felizmente sigo practicando hasta la fecha, los revolcones en el famosísimo “camino verde” de nuestra máxima casa de estudios todavía levantan polvos por los lodos que provocaron y, para acabar, me siento mucho más capacitado que cualquiera de los idiotas que pretenden gobernarnos.
viernes, 23 de noviembre de 2007
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1 comentario:
¡Bravo!
Aunque no entiendo como puede concluirse que al liberarnos somos capaces de gobernar, la audacia merece mi aplauso.
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