martes, 8 de octubre de 2024

Paradójico que soy

Mis ganas de vivir no se han incrementado un carajo, y sin embargo, acabo de derrotar contundentemente al cáncer de próstata que padecía, al llevar el nivel de antígeno en mi sangre al anhelado cero (0.02), con todos los sacrificios durante más de un año que ello representó. Quizá el enorme gusto que esto significa para mí se deba, como apunté en un escrito anterior (https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2024/06/magno-incendio.html), a que lo tomé como un juego, una apuesta: va mi resto por el cero. Sí, un gusto aun mayor que el de la superación de la enfermedad misma. Lo malo es que ahora, debido a los indeseables efectos secundarios provocados por el tratamiento, no sé a quién mostrarle los resultados de mis análisis clínicos, si al urólogo o a mi ginecólogo. Creo que optaré  por el primero.

Todo lo anterior ocurre a dos martes de mis bodas de platino (cumplo setenta y cinco años el 22 de octubre, o lo que es lo mismo, tres cuartos de siglo), así que lo tomaré como un buen augurio, a pesar de mi proverbial pesimismo. Como quiera que sea, ya no ha de faltar mucho.

Lo de paradójico está relacionado también con lo que dije aquí hace un par de semanas a propósito del libro de Elena Ferrante La amiga estupenda, y que yo prefiero llamar My brilliant friend por razones que quedarán claras y satisfarán a todos en el siguiente párrafo (https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2024/09/que-decepcion.html).

Lo dicho en ese escrito llevó a otra Elena, mi esposa, a invitarme a ver la serie televisiva en cuatro temporadas (una por cada libro escrito por Ferrante sobre el mismo tópico: toda una saga) intitulada no en italiano, su idioma original, sino en inglés como arriba digo, pero parlada en italiano y con subtítulos en español. Los títulos de los tres libros restantes no vienen al caso, habida cuenta de que el primero bautiza a la serie completa, y ya los mencioné en el antedicho escrito.

¡Ah, qué clavada me di! Nos aventamos en jornadas maratónicas los veinticuatro capítulos de que consta el culebrón en sus tres primeras temporadas (ocho por cada una) y comenzamos ya con la cuarta, compuesta por ¡diez! Pero no para ahí la cosa, pues Elena y Caro ya se habían echado dichas temporadas durante la pandemia, lo cual no obstó para que mi mujer quisiera rememorarlas ahora.

Desgraciadamente, la cuarta apenas comenzó a aparecer el martes 10 de septiembre de 2024 y se liberará un capítulo por semana, lo que llevará a su conclusión hasta el martes 12 de noviembre. ¡No me puedo aguantar tanto!, por lo que tomé ya cartas en el asunto y compré el libro correspondiente a esta temporada (La niña perdida) y lo estoy devorando como si en ello me fuera la vida. Ya con más calma, iré disfrutando cada episodio televisivo conforme se libere, no importa que en este momento cometa el feo crimen de spoiling conmigo mismo.

Para no repetirme, los remito a mi anterior artículo y tan sólo agregaría que las protagonistas han seguido creciendo y conservan su “amistad” incólume, aunque matizada por amargos desencuentros y más o menos felices reencuentros… y vuelta a empezar. Es un tremendo drama que involucra a las decenas, si no es que centenas, de personajes que circulan por las novelas, y cuyo desenlace no puedo anticipar toda vez que actualmente, como dije, devoro el cuarto volumen. Las protagonistas principales nacieron, ambas, en 1944, y la acción se remonta hasta el 2010, cuando quien narra, Elena (¡otra Elena!) Greco, cuenta 66 años de edad. Así que ya imaginarán el complicado contexto histórico de la Italia de esos años. Esta Elena no puede dejar de referirse continuamente a Su amiga brillante, Lila, más inteligente, malévola y hábil que ella, a pesar de que fue Greco quien destacó en el mundo académico e intelectual con la publicación de sus libros. Lila nunca abandonó el ambiente rupestre en que ambas se desarrollaron durante su infancia, juventud y adultez temprana, aunque triunfó clamorosamente en el mundo de los negocios en su natal Nápoles.

Si pueden, no dejen de ver esta soberbia y ostentosa producción televisiva, no se arrepentirán.

Prometo un artículo posterior y, mientras tanto, celebro mi triunfo sobre el cáncer -o, como lo llama Siddhartha Mukherjee, el emperador de todos los males- y mis bodas de platino.

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