jueves, 24 de octubre de 2024

Opté por seguir siendo miserable

A mediados de 1987 decidí cambiar mi viejo vochito por un flamante Dodge Dart K del año, de Chrysler. Para ello, acudí a la agencia para ver y probar el nuevo auto. Una vez que estuve convencido, le pedí al vendedor que me indicara el precio y la forma de pago. Me indicó que un cheque de caja por los 26 millones 500 mil viejos pesos que costaba el carro estaría bien.

Al día siguiente acudí a la sucursal del banco con ideas modernas donde tenía mis ahorros a tramitar el cheque. Como suele ocurrir en estos casos, el procedimiento resultó tortuoso y duró no menos de un par de horas. Cuando, desesperado, le reclamé a la empleada bancaria la tardanza, de manera grosera y con displicencia me respondió que si lo que quería yo era rapidez debería haber acudido más temprano. Ante tal insolencia, no me quedó más remedio que reclamarle al gerente de la sucursal el mal trato,  pero éste se puso incondicionalmente del lado de su subordinada, y a mí no me quedó de otra más que apechugar. Cuando tuvieron listo el documento, prácticamente se los arrebaté de las manos y salí hecho una furia, directo a las oficinas centrales del banco con ideas modernas en Avenida Universidad, pero no para quejarme, sino para desempeñar mis funciones de ingeniero de sistemas de IBM asignado a dicho banco, que era, a su vez, nuestro cliente.

Al regresar por la tarde a las oficinas de IBM en Avenida Legaria, la secretaria, desesperada, me informó que me estaban busque y busque por teléfono del banco con ideas modernas. Pero si de ahí vengo, y no dejé ningún pendiente, ¿no te dijeron para qué?, le pregunté a la secre. No, pero no te preocupes, no tardan en volver a marcar, me respondió. Y dicho y hecho, a los cinco minutos ya estaban llamando de nuevo. Era el gerente de la sucursal del banco donde había estado por la mañana, quien, muy ceremoniosamente y con toda propiedad, se disculpó conmigo por molestarme reiteradamente, y me pidió de favor que recibiera a la empleada que me había atendido varias horas antes, pues me tenía que entregar otro cheque, ya que el que había elaborado tenía un error, que si tenía yo tiempo de recibirla de inmediato. Adelante, le respondí de mala manera al alcahuete, que me avise en cuanto llegue.

Mientras tanto, extraje de mi portafolio el documento que me habían entregado para ver cuál era el error. ¡No daba yo crédito! Habían elaborado un cheque de caja por ¡26 millones 500 mil ¡dólares!! Sí, sí, leyeron ustedes bien, 530 millones de pesos al tipo de cambio actual, o lo que es lo mismo, 530 mil millones de viejos pesos, ¡más de medio billón (millón de millones)!

Cuando llegó la majadera, no tuvo más que aguantar: le dije que además de groseros, eran ineptos, pues no sabían elaborar ni un simple cheque de caja.

¡Ándele!, recoja usted su cheque, deme el mío y demos por terminado este vergonzoso asunto. De cualquier forma, no creo que en la agencia tuvieran cambio como para aceptar un instrumento de 530 mil millones y cobrar únicamente 26.5.

Lo tenía, era mío… ¡y lo dejé ir!

No hay comentarios: