Del año 2000 en Sídney al 2024 en París, los Estados Unidos han obtenido la friolera de 769 medallas en los Juegos Olímpicos celebrados cada cuatrienio, comparadas con las frijoleras 36 que ha obtenido nuestro país, de las cuales 280 han sido de oro para nuestros primos del norte y ¡sólo 4! para nuestros aguerridos compatriotas, lo cual da un promedio per cápita de 2.28 medallas por cada millón de habitantes para ellos contra únicamente 0.27 de nosotros, es decir, 2.01 más medallas para los güeros que para la raza auténticamente de bronce. En términos áureos, 0.83 medallas por millón para allá y nada más 0.03 para acá, esto es 27.67 veces más para las barras y las estrellas. En términos porcentuales, ¡2,767% por arriba!
Cuando me pongo a analizar todo lo anterior, y después de observar el paupérrimo desempeño de nuestros “atletas” en París, quedo convencido de que la única razón de nuestra presencia en las Olimpiadas -y la de representaciones similares a la nuestra- es que alguien tiene que ocupar los últimos puestos en los resultados finales, ¡no hay de otra!
Algunos me reclamarán: ¿y tú, güevón, cuándo podrías presumir de algo aunque fuera lejanamente parecido a lo que hicieron nuestros connacionales en la subyugante Ciudad Luz?, a lo que yo humildemente respondería que https://blograulgutierrezym.blogspot.com/2019/05/como-gane-el-maraton-de-boston.html es mucho mejor que dar el costalazo de espaldas en una fosa olímpica de clavados que ameritó un cero rotundo de calificación. Además de que yo he sido amateur toda la vida, y a mucha honra.
¡Vivan todos los deportistas de oro puro que triunfaron clamorosa y glamorosamente en París y dejemos el bronce para los perdedores!
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