Durante los recién finalizados juegos olímpicos preferí terminar de leer la fascinante y larga novela póstuma del insigne autor chileno Roberto Bolaño 2666 que cumplir las largas horas nalga que demandaban tales frivolidades. Digo, mejor aplastar los glúteos disfrutando la sublime prosa de Bolaño que regodearnos con nuestras derrotas en la máxima justa deportiva mundial, aunque soy bastante hipócrita, pues bien que anduve husmeando por ahí, sobre todo el volibol de playa femenil, que le digo a Elena que es una de las raras disciplinas de conjunto que no se juega con pelota… o que por lo menos yo nunca vi.
Pero pongámonos serios. Wikipedia dice que “2666 es una novela póstuma del escritor chileno Roberto Bolaño publicada en el año 2004. Consta de cinco partes que el autor, por razones económicas, planeó publicar como cinco libros independientes para asegurar así, en caso de fallecimiento, el futuro de sus hijos”. Bolaño murió un año antes, en 2003, a los 50 de edad, acoto yo. Lo del título, nunca queda claro, aunque ChatGPT ofrece varias pistas.
Cuatro brillantes jóvenes académicos, una inglesa, un español, un francés y un italiano, son fanáticos del escritor alemán Benno von Archimboldi, que sólo existe en la ficción de la novela. Tan obsesionados están con su ídolo que hasta deciden irlo a buscar a Santa Teresa, pueblo mexicano en la frontera entre Sonora y Arizona, donde están seguros se ha ido a refugiar. Bolaño en realidad se está refiriendo a Ciudad Juárez, fronteriza con Texas, en la década de los noventa, cuando se dio una auténtica epidemia de feminicidios en dicha ciudad. Los entusiastas jóvenes se enteran tangencialmente de este hecho y con sus vidas, pasadas y presentes, entretejen la trama de esta primera parte del libro, una auténtica novela por separado. Lo que ignoran los graduados, que, por cierto, no vuelve a aparecer en toda la novela, es la increíble forma en que su héroe está ligado con uno de los protagonistas de esta tragedia, y de la cual nos va dando noticia de manera exquisita el genial Bolaño a lo largo de su extenso relato. Bocatti di cardinale.
Las partes segunda y tercera del libro, las de los Óscares, Amalfitano y Fate, bien podrían constituir, en conjunto, una novela per se. El primero es un catedrático de la universidad que ya desde el primer capítulo establece contacto con los muchachos venidos de fuera en su búsqueda del paradero de Archimboldi, y el segundo es un reportero negro venido de los Estados Unidos para reseñar un combate boxístico. Pronto ambos se encuentran sumergidos en la vorágine de inseguridad que impera en Santa Teresa, al extremo de obligar Amalfitano a Fate a que saque a su hija, Rosa, del país, no sin antes entrevistarse éstos, junto con otra reportera, con un siniestro personaje preso en la cárcel de la ciudad, y que quizá no sea otro que el eslabón que une a Archimboldi con esta historia siniestra.
La cuarta parte es la de los siniestros crímenes cometidos en Ciudad Juárez, perdón, Santa Teresa, en esa aciaga década, y que llega a asquear, pero que nos da cuenta de la dimensión de la catástrofe ocurrida contra mujeres inocentes e indefensas en aquella malhadada ciudad. En este capítulo juega un lugar protagónico un personaje ficticio, Sergio González, calca de uno real, Sergio González Rodríguez, periodista que yo conocí en las páginas culturales de El Financiero y que estuvo muy metido en estos temas, lo que lo llevó a escribir su aclamada Huesos en el desierto. Bolaño no lo aclara, pero yo creo que contó con el consentimiento del Sergio González real para contar su historia. Por cierto, éste ya también fallecido en 2017.
El libro concluye con el sublime relato de la vida de Hans Reiter, que el autor nos narra desde su nacimiento mismo hasta su vejez, a punto de viajar a México. Este quinto y postrer capítulo se intitula La parte de Archimboldi, para que el lector no tenga que hacer muchas conjeturas, como en las que yo incurrí.
Uno quisiera literalmente devorar las mil 126 páginas de que consta el libro, pero paradójicamente quisiera que nunca acabara, y cuando finalmente ello ocurre, se cae en una irresistible, gozosa y feliz tristeza.
Lo reitero, ¡qué bello es leer!
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