Tarde, pero finalmente completé la espléndida trilogía Sapiens, Homo Deus y 21 lecciones para el siglo XXI, del historiador israelí Yuval Noah Harari (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2021/01/seremos-inmortales-felices-y-divinos.html). El ensayista publicó estas obras en 2014, 2016 y 2018, respectivamente. Se comprenderá entonces que la última haya quedado un tanto rebasada por los hechos, como la pandemia y la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania o la que también actualmente tiene lugar entre israelíes y palestinos en Gaza. Cándidamente el autor afirma que “el éxito ruso en Crimea (en 2014, acoto yo) es un presagio particularmente alarmante. Esperemos que siga siendo una excepción”, pues “dadas las condiciones del siglo XXI, las puertas del infierno podrían abrirse de golpe”. Y es que seis años son muchos, y si no, que nos lo digan a los mexicanos, que en 2018 no imaginábamos cómo íbamos a estar en 2024. Tal vez por ello Harari publicará su próximo libro, Nexus / Una breve historia de las redes de información desde la edad de piedra hasta la IA, en septiembre de este año. Habrá que estar atentos, pues ya era necesaria la ventilación de nuevas ideas y evitar la repetición y reiteración de varias otras en las obras citadas, aunque el nuevo título nos induzca a pensar que estas serán inevitables.
Tres retos son los que plantea Yuval en 21 lecciones para el siglo XXI: el nuclear, el climático y el tecnológico. Del primero dice que tanto “buenos” como “malos” son conscientes de que cualquier conflicto que desemboque en el uso de armas nucleares sería el fin para unos y para otros, por lo que este riesgo se haya de alguna manera auto contenido, aunque, como ya se dijo, “las puertas del infierno podrían abrirse de golpe”.
Con el que Harari se muestra menos clemente es con el reto climático, pues nos pinta un escenario apocalíptico que está teniendo lugar ¡ya!, con el incremento de la temperatura del planeta por el uso de combustibles fósiles y el consecuente envenenamiento del ambiente con miles de millones de toneladas de bióxido de carbono al año, lo que podría llevarnos a un escenario distópico en el que los casquetes polares se derritan y el nivel de los océanos aumente, inundando los continentes y provocando fenómenos meteorológicos inimaginables y migraciones humanas impensables.
Y aún menos clemente se muestra con el reto tecnológico, pues afirma que la biotecnología podría incrementar la brecha entre ricos y pobres de manera brutal, pues sólo los primeros estarían en posibilidades de pagar por los sofisticados procedimientos biológicos que los llevaran a aumentar su esperanza de vida, su salud y bienestar físico, y hasta su inteligencia. Y qué decir de la infotecnología, con sus ciborgs (criaturas orgánico-cibernéticas), algoritmos e inteligencia artificial, que pudieran llegar a provocar que miles de millones de seres humanos se volvieran inútiles e improductivos, y tal vez, por qué no, hasta controlar el mundo, el infinito y más allá.
Yuval se declara abiertamente homosexual y lamenta la falta de herramientas en sus años mozos para detectarlo a tiempo. Herramientas que seguramente pronto estarán disponibles y que le hubiesen evitado a él muchos problemas y sufrimientos. Por cierto, dedica este libro con amor a su esposo Itzik.
Me encantó la laicidad que se respira a lo largo del libro, ya que el autor es un descreído total. Afirma que todo en nuestra vida se basa en un relato, ideológico, político, religioso o de cualquier otro tipo. Hace énfasis en el religioso, sostenido únicamente en mentiras, pero en el que la gente cree a pie juntillas, pues le fue impuesto antes incluso de que tuviera uso de razón, y del que paradójicamente no se puede prescindir a riesgo de que el mundo se resquebraje. Pero este relato no es sólo falso, sino inconsistente y contradictorio, y pone como ejemplo a los terroristas que masacraron a decenas de inocentes en París para vengar la muerte por parte de tropas francesas de algunos compinches en algún lugar del Medio Oriente. Cómo, se pregunta Harari, se puede hablar de revancha cuando estos ya disfrutan de las mieles de la eternidad en el más allá al lado de Alá, según sus propias creencias.
Durante la lectura, a veces se tiene la sensación de estar escuchando a Yuval Noah Harari predicar desde el púlpito o aleccionando a la feligresía, para estar a tono con el título del libro. Pero qué va, la obra tiene una sustancia extraordinaria, sobre todo en los varios capítulos finales, auténticas perlas filosóficas, y donde se refiere al sinsentido de la vida y al dolor o sufrimiento como la única realidad tangible. ¡Una belleza!
En resumen, recomiendo ampliamente el libro (libros) de Harari y las reseñas que de Sapiens y Homo Deus realicé en el pasado (ver liga al principio de este artículo).
Por todo lo anterior, ya reservé Nexus, que aparecerá el próximo 12 de septiembre de 2024, en una plataforma de cuyo nombre no quiero acordarme.
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