El tratamiento hormonal contra el cáncer de próstata al que me encuentro sometido durante los próximos dos años ha llevado mis niveles de testosterona en la sangre, hormona masculina por antonomasia, a un nivel equiparable al de las mujeres (0.05 - 0.77), pues el mío ya se encuentra en 0.10. El doctor dice que no piense yo en una recuperación de dichos niveles al finalizar los dos años, ya que habrá que esperar un plazo similar después del tratamiento para que estos vuelvan a la “normalidad” (0.71 – 6.23, para adultos mayores), esto es, a los 78 estaré ya de nuevo como un burel para embestir otra vez a mis presas. Porque, obvio, dicha reducción de la testosterona lleva aparejada una disminución de la libido o deseo sexual a prácticamente cero.
Pero no sólo eso, sino que el cuadro se completa con bochornos menopáusicos dignos de una fémina en edad de desmerecer.
Todo lo cual me llevó a preguntarle a mi esposa Elena que si alguien le hubiera anticipado en sus años mozos que con el transcurrir del tiempo iba a estar amancebada con un transgénero, ¿lo hubieses creído, cariño mío?, a lo que ella respondió con una sonora risotada.
Yo, por lo pronto, me declaro lista (que no liste) para aceptar el reto de la trans ¡leonesa! Wendy Guevara a cualquier confrontación televisiva que me quiera invitar.
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