martes, 27 de diciembre de 2022

Yaesmía: Esquiva Morosa

Da pena decirlo, duele escribirlo; pero la corrupción ha perturbado los tres Poderes sobre los cuales pesa la responsabilidad constitucional de dirigir la buena marcha de la Nación Mexicana.

Édgar Ulises Báez Gutiérrez (Tesis profesional, capítulo V –único no plagiado- , p. 206)

Édgar Ulises Báez Gutiérrez nunca supo que su tesis profesional había sido plagiada en favor de la actual ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) Yasmín Esquivel Mossa. No fue sino hasta que se destapó la pestilente cloaca, que él se enteró. En 1986 se recibió de licenciado en derecho por la UNAM con el trabajo Inoperancia del sindicato de los trabajadores de confianza del artículo 123 constitucional apartado “A”, que es idéntico en contenido, aunque de título diverso –Inoperancia de los sindicatos en los trabajadores de confianza del artículo 123 apartado A-, al que sirvió a Esquivel Mossa para titularse en 1987, también en derecho, pero en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón, de la misma UNAM.

La “licenciada” Esquivel alegó desde un principio que era ella la plagiada, pues había concluido su trabajo en 1985, incluso hasta levantó una denuncia por plagio ante el ministerio público. La que en ningún caso salía bien librada era la asesora de ambos, Martha Rodríguez Ortiz, pues necesariamente supo la verdad desde que se cometieron los ilícitos, pero de inmediato manifestó su apoyo por la ministra, aunque la evidencia condenara a ésta irremisiblemente.

Sin embargo, como doña Yasmín era una seria contendiente a ocupar la Presidencia de la Corte a partir de 2023 y totalmente afín al actual régimen y principalísimamente a su líder López Obrador, además de esposa de José María Riobóo Martín, uno de los mayores contratistas del Gobierno federal -del Presidente, pues-, éste de inmediato calculó el riesgo de perder a su alfil en el Poder Judicial, si no ya como Presidenta por obvias razones, al menos como “simple” ministra, y puso en marcha su malévola maquinaria. En primer lugar, por medio de interpósita persona, instruyó al rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, a que sus tribunales institucionales se declararan incapacitados de llegar a una verdad jurídica, pues nadie aceptaba culpa alguna, vamos, ¡ni siquiera la delincuente que asesoró a los pasantes, Martha Rodríguez Ortiz! El representante presidencial fue tajante: el rector aceptaba su propuesta y cesaba fulminantemente a Rodríguez y ésta obedecía sin chistar, o el presupuesto anual de la UNAM se vería seriamente afectado y Rodríguez Ortiz sujeta a un proceso penal perdido de antemano.

Por lo que se refiere al plagiado, Báez Gutiérrez, López Obrador fue menos benevolente: le envió únicamente un emisario o achichincle a notificarle que por ningún motivo intentara defender sus derechos, pues estaban prestos a desempolvar los dos expedientes que existían en su contra por denuncias de agresión sexual, así como a abrirle uno nuevo por posesión de dos actas de nacimiento diferentes.

Y se llegó enero de 2023, y con él la estrepitosa derrota de Yasmín Esquivel Mossa en la elección entre pares para la Presidencia de la SCJN, que quedó en manos de Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, pero con el triunfo inobjetable de López Obrador por haber mantenido su cabeza de playa en el máximo tribunal de la nación, que le garantiza un voto seguro, entre varios otros, a sus desquiciadas reformas y leyes, como la de la industria eléctrica, que no fue declarada inconstitucional gracias al voto de último momento de ¡Gutiérrez Ortiz Mena, precisamente!, que junto con el de Yasmín, permitieron dejar el marcador 7-4 a favor de declararla inconstitucional, pero como se requerían al menos 8, la ley de AMLO quedó incólume y éste salió fortalecido y triunfante.

De todo lo anterior, el empeño del Presidente por conservar a Esquivel en la Corte, además de hacerle un favor a su amigo y contratista favorito Riobóo Martín, esposo de la plagiaria.

Es vergonzoso admitirlo: lo que en cualquier país desarrollado del mundo -Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania- sería motivo de deshonra, defenestración y hasta cárcel, en México es pretexto de pelea por el Poder. Un japonés en circunstancias similares optaría incluso por el suicidio.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Las mujeres son mejores, los mejores son mujeres

Empezando por mi esposa Elena, por supuesto, que en el primer trimestre de 2023 cumplirá 15 años con su negocio, el cual es ya un referente en la ciudad de León. De ella fue la idea original de adquirir esta franquicia de una reputada firma a nivel nacional, pero la ha cuidado y hecho crecer a lo largo del tiempo como si ella fuera el franquiciante, con todo el amor y cuidado que le son característicos. No en balde los clientes se refieren a su tienda en los términos más elogiosos. Pero no sólo eso, atiende ya a una vasta clientela a todo lo ancho de la república que ha sabido agenciarse a través de sus redes sociales y a quienes hace llegar sus productos en tiempo y forma a través de empresas de mensajería. La pandemia y la modernidad la obligaron a ello, sin necesidad de constituirse en un negocio formal en línea, pero atendiendo a todos los consumidores con los más altos estándares de calidad y servicio, incluidos, claro, los que presencialmente acuden al establecimiento.

Yo no he sido más que una estatua de sal en todo esto. Mi única responsabilidad ha sido, desde un principio, pagar en tiempo y forma a nuestros proveedores de bienes y servicios… con los recursos que ella genera, obviamente. En buen romance, soy un mantenido.

Un espécimen aparte lo constituye mi hija Carolina, que después de una exitosa carrera de seis años en una reconocida empresa marroquinera internacional como diseñadora y publicista, es hoy en día directora de marketing de la que quizá sea la inmobiliaria más grande y famosa de León. Esto, sin demérito de su destacada carrera académica en el Tec de Monterrey, donde se distinguió como la mejor graduada de su generación de todas las carreras y pronunció un impresionante discurso a nombre de todos sus condiscípulos que dejó arrobados a los presentes, incluido el Presidente del Consejo del campus León, y que fue rubricado con un estruendoso aplauso y hasta con sonoros vítores. Qué orgullo, caray.

Y una tercera mujer de la que quiero dejar testimonio -aunque no lo crean- es mi dentista, sobre todo a raíz de lo que me ocurrió hace algunos días con el sujeto que solía desempeñar esta función sobre mi incontinente bocaza, y que ignominiosamente me corrió de su consultorio cuando le reclamara su falta de formalidad (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/12/yo-soy-puntual.html). Pues bien, no se imagina el inmenso favor que me hizo, pues, para no variar, Elena me recomendó a la suya y resultó ser ésta una profesionista sin par. Una dama muy joven, guapa y agradable, a pesar de ser ya madre y esposa, pero con una capacidad, destreza y seguridad en sí misma que ya quisieran los más viejos. Trabajó intensamente sobre mi dentadura por casi hora y media, y la dejó a mi entera satisfacción. Ah, y resultó ser tan puntual como yo.

Con mujeres como las anteriores, cómo dudar que el mundo les pertenece… o debiera pertenecerles. Es cosa de unos pocos años más. ¡Vivan las mujeres!

viernes, 9 de diciembre de 2022

"Yo soy puntual"

Como buen chilango, estoy acostumbrado a la impuntualidad, aunque yo sea puntual. Heredé esta “virtud” (la entrecomillo porque en un país de informales la virtud pareciera ser su contraria y la puntualidad el vicio) de mi señor padre. Las desavenencias más grandes con mis amigos las tuve siempre por este motivo, pero cuando llegué a León hace casi veinte años supe realmente lo que era la informalidad, ante la cual mis paisanos de la Ciudad de México resultan unos dechados de puntualidad, casi ingleses, pues. Pero este parece ser un problema grave de todo Guanajuato, ya que hace poco lanzaron la campaña Yo soy puntual con el fin de superar esta horrenda costumbre, a raíz del plantón de hora y media que les dio el gobernador del estado, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, a los convocados a un evento bajo pleno rayo del sol.

Como era de esperarse, cuando se hizo la presentación formal del programa muchos de los organizadores no llegaron a tiempo y los balconearon feamente en el periódico con fotos que mostraban sus lugares vacíos. Si no fuera tan dramático, sería para desternillarse de risa, pero qué va. El miércoles pasado, por ejemplo, me dieron cita a las 11:20 con el dentista, no a las 11 ni a las 11:30, a las meras 11:20. ¡Guau!, me dije, este doctor sí que ha de estar organizado al minuto.

Ese día llegué al consultorio con los quince minutos de anticipación que acostumbro para todos mis compromisos. Por supuesto no esperaba que se me recibiera en punto de las 11:20 de la mañana y me puse a leer en mi celular el periódico de circulación nacional que acostumbro todos los días. En el ínter pasaron otros dos pacientes sin ninguna explicación del odontólogo ni de su asistente a mi persona sobre algún retraso no planeado. Cuando interpelé a la segunda, me respondió que en máximo quince minutos pasaba yo. Pues bien, terminé de leer mi periódico y 45 minutos después, a las 12:30, ¡hora y diez minutos más tarde del tiempo pactado y a casi hora y media de mi arribo!, me pasaron al consultorio en un estado de crispación tal que me llevó a reclamarle airadamente al galeno su falta de respeto y la pésima organización de su agenda. El susodicho, muy digno, me corrió de su consulta. “¡Salga usted!”, me ordenó, a lo que no me quedó más que espetarle: “¡Es usted un desvergonzado y falto de profesionalismo!”.

Se imaginan una atención médica bajo esas circunstancias. Agradecí que los acontecimientos hayan seguido ese derrotero y me largué de ahí de inmediato.

Uno de los corresponsales de estos artículos es el señor gobernador de Guanajuato, al que solo le diría que va a tener que bregar mucho para hacer del estado un modelo de formalidad.

Yo sí soy puntual.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Papá mundialista

En el 102 aniversario del natalicio de mi padre

Mi padre no siempre estuvo postrado en cama, como lo hizo por casi nueve años, desde el miércoles 10 de febrero de 1999 hasta que falleció, el sábado 20 de octubre de 2007, cuadrapléjico, “gracias” a la intervención quirúrgica de un médico inescrupuloso e incompetente que le aseguró que al día siguiente de la operación estaría caminando, pero ya sin los insoportables dolores que le provocaba la compresión cervical que desde tiempo atrás padecía. El dolor desapareció, sí, pero a cambio de la parálisis generalizada de su cuerpo.

No, de ninguna manera estuvo siempre así. Desde la década de los 40 del siglo pasado había sido guía de turistas. Hablaba el inglés a la perfección por haber vivido en Estados Unidos toda su infancia, de tal forma que no representaba para él ningún problema transportar a los turistas en su propio vehículo y llevarlos a conocer las ciudades más importantes del país y sus lugares históricos de mayor interés. Cansado, después de más de 25 años en esa actividad, en 1966 decidió aceptar la oferta para entrar a trabajar en la embajada de Estados Unidos en México como coordinador del “motor pool”, es decir, del departamento de transportación de la sede diplomática.

Un día de junio de 1970, recibió la encomienda especial de transportar a un funcionario norteamericano, de visita en México y apasionado del futbol, o “soccer”, como le dicen ellos, en un tiempo récord. El oficial iba a estar en reuniones las primeras horas de la tarde, pero mi padre dispondría de ¡15 minutos! para conducirlo personalmente al Estadio Azteca a presenciar el partido Alemania contra Italia, dentro de las semifinales de la Copa Mundial México 70. No debería enviar a ninguno de sus choferes, tendría que llevarlo él personalmente.

Mi padre, sabiendo de mi fanatismo por el futbol y mi pasión en este sentido por Alemania, pues recordaba cómo sufrí con la derrota del equipo teutón en la final de la copa mundial del 66 frente al equipo anfitrión, Inglaterra, con un gol fantasma en tiempos extras, y la forma cómo saboreé la venganza que acababa de tomar Alemania hacía pocos días, en León, derrotando a los ingleses 3-2, curiosamente también en periodos extras; sabiendo, pues, de este fanatismo y con tiempo suficiente para pasar a recogerme a la casa, mientras el funcionario tenía sus reuniones, no lo dudó y fue por mí para que lo acompañara a un palco oficial del estadio junto con dicho individuo. Hace 52 años no existía la paranoia por la inseguridad que vive actualmente el mundo.


Faltando 15 minutos para el comienzo del gran partido, recogimos a este señor frente a la embajada, en Reforma, y emprendimos, literalmente, el vuelo hacia el Estadio Azteca, auxiliados por un escuadrón de motociclistas que nos hizo llegar incluso un par de minutos antes del comienzo del encuentro. No recuerdo, ni entonces -tenía yo 20 años- ni ahora, haber viajado tan rápido en mi vida... ni desearía volverlo a hacer jamás.

Tuve la fortuna de que nuestro “invitado”, aunque más bien éramos mi padre y yo los entrometidos en un palco oficial –tal era la confianza que en la embajada le tenían a mi progenitor-, fuera también fanático declarado de Alemania, de tal suerte que después de un par de cervezas, que a esa edad era lo máximo que mi padre me permitía consumir, y un partido de vaivenes en que no bien había un equipo tomado la delantera cuando ya el otro lo había alcanzado y rebasado, el “invitado” y yo comenzamos a intimar y a celebrar cada gol como si fuera el propio, con la agravante de que aquél, mucho más curtido que yo, llevaba ya varias cervezas adicionales a las dos de rigor mías. Hace 52 años tampoco era tan inusual que un lagartón de 20 años estuviera aún bajo la férula paterna a un extremo tal.

Al final y, para no variar, después de unos tiempos extras de alarido, “perdimos” 4-3, pero con el orgullo de haber presenciado lo que desde entonces y hasta la fecha se conoce como “El partido del siglo”, pero, además, yo salí con el gusto adicional de haber departido, gritado, bebido y disfrutado en compañía de Henry Kissinger, no tanto por este tortuoso personaje en sí como por el recuerdo imborrable que dejó en mi mente el deporte de mis amores.

Tal era, repito, la confianza que le tenían a mi buen padre, quien, impedido de beber, pues tenía que llevarnos de regreso, nos miraba, incrédulo, con una sonrisa apenas dibujada en sus labios y moviendo la cabeza de un lado a otro…

Papá, ¡levántate y llévame al fut otra vez!

martes, 6 de diciembre de 2022

Enrique Krauze, dueño de la verdad absoluta

Siempre he creído que Enrique Krauze y su equipo constituyen una mafia dentro del ámbito cultural mexicano, dígalo si no la carta que publiqué en las páginas de su revista Letras Libres hace más de veintitrés años, el 30 de junio de 1999 (https://letraslibres.com/revista-mexico/de-mafias-buenas-y-mafias-malas/), y que honestamente pienso que permitieron por el discreto elogio que hago en el párrafo final de algunos de sus miembros.

Desde aquel lejano casi cuarto de siglo intenté publicar algo más formal en dicha revista, pero nunca me perdonaron. Por ejemplo, un escrito sobre Fernando del Paso en 2016 (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2016/10/noticias-de-del-paso-cuando-fernando.html), que luego el periódico local me publicó como un largo ensayo a página completa. La razón que me dio en aquella ocasión el editor responsable en México de la revista, Eduardo Huchín Sosa, fue, textualmente: “Estimado Raúl: agradecemos, primero que nada, el envío de tu texto. Lamentablemente no podremos publicarlo: es una lectura muy personal de la obra de Del Paso.” Por algún motivo, el escritor y poeta mexicano Rogelio Guedea se enteró de todo esto y me consoló: “no fue el tono personal lo que no les gustó, querido Raúl, sino que te hayas atrevido a decir que no te gustaba el sagrado Del Paso”. Actitud, la de Huchín, que contrasta también con la de Pedro Ángel Palou (“Muchísimas gracias, qué hermosa lectura del libro. Abrazo”) cuando comenté su novela México (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/08/bien-se-que-no-me-lees-paloma.html).

Acabo de leer de cabo a rabo el tabique Spinoza en el Parque México, de Enrique Krauze (Tusquets, 2022, 895 páginas), escrito en forma de una larguísima entrevista que el académico José María Lassalle le realizó al propio Krauze, “entrevista” que les tomó siete años y en la que ambos hacen gala de una apabullante erudición que lo hace a uno sentirse chinche. Buena parte del libro traza la biografía del director de Letras Libres y en la que llama la atención el hecho de que don Enrique no se haya equivocado nunca, ni el más mínimo reconocimiento de alguna falla -que no sean las de la administración de las fábricas de su padre, sostén de la familia- ni, consecuentemente, disculpa alguna. Krauze, dueño de la verdad absoluta.

Enrique Krauze y su interlocutor se dedican a denostar los abominables totalitarismos que marcaron indeleblemente el siglo XX: el nazismo y el estalinismo, y para ello analizan el pensamiento de los grandes intelectuales de todos los tiempos, judíos y no judíos, que dejaron su huella en este sentido y en muchos otros de la existencia humana. Sin embargo, se extraña que no hayan hecho lo mismo con los crímenes cometidos por los Estados Unidos a todo lo largo de su historia: México, Vietnam, Guantánamo, Panamá, Abu Ghraib, Chile, Irak y tantos más.

A final de cuentas, estos sabios escriben para ellos mismos y para grupos similares, y entre ellos se rebaten y se pelean. También de esto nos habla Krauze: sus disputas con Monsiváis y Aguilar Camín, principalmente, al igual que con muchos otros. No dudo que sus seguidores y suscriptores se cuenten por decenas de miles, pero, en última instancia, qué son estos miles comparados con el mundo de desheredados que infestan el país y dentro de los que me incluyo. Dueños son, también, de la cultura y las buenas maneras.

¿De verdad habrán hecho algo estos señores por el progreso del país, algo así como lo que Gabriel Zaid hizo por los negocios del padre de Enrique para salvarlos de la quiebra, y relatado también en el libro?

jueves, 1 de diciembre de 2022

Selección Na...tural o supervivencia del más apto

Se los dije desde mediados de año (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/07/liga-bbva-la-gallina-de-los-guevos.html): a Qatar no iremos más que a hacer el ridículo, y apuntaba ahí y en algún escrito previo las razones, a las que podríamos agregar, además del excesivo mercantilismo, la infestación en nuestro futbol de jugadores extranjeros mediocres y caros que les quitan la oportunidad a jóvenes de cantera mexicanos, por no mencionar nuestros torneos que fomentan el conformismo y la medianía, pues los futbolistas no buscan quedar entre los cuatro primeros lugares del campeonato, sino alcanzar la repesca, que les brinda la oportunidad incluso de ser campeones aun quedando en posiciones poco envidiables (8 a 12). Ya ocurrió con Pumas hace varios años (9) y más recientemente con León (8).

Deberíamos tener certámenes como los de las grandes ligas del planeta (Inglaterra, España, Alemania, Francia, Italia): a lo largo de todo el año y donde se corona el que más puntos haga. Como ocurría antes en México, carajo. Y volver a implantar el descenso a divisiones inferiores y el ascenso desde ahí no de uno sino de los cuatro peores/mejores clubes, como ocurre en dichas ligas de élite.

He vivido intensamente los últimos dieciséis mundiales (1962 a la fecha), y en todos ellos hemos terminado lamentándonos exactamente como lo hacemos ahora: sesenta años sin aprender la lección, quizá sea porque adoptamos tarde del idioma inglés la palabra resiliencia, que ni siquiera aparece en el diccionario del viejo procesador de palabra en el que esto escribo (me la subraya en rojo), pero que bien haríamos en poner en práctica hechos la chingada, pues nos quedan menos de cuatro años para no volver a hacer el ridículo, y esta vez en nuestra propia casa.

Creo que todos tenemos alguna experiencia personal en este sentido. En mi mente, por ejemplo, quedó indeleblemente marcada en el hipotálamo la vergonzosa derrota auto infligida en el segundo Maratón Internacional de la Ciudad de México en 1984, sólo para, curiosamente, cuatro años después, superarla con creces en el 92 Maratón Anual de Boston (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2019/05/como-gane-el-maraton-de-boston.html).

¡Terminemos con toda esta pinche mafia del futbol, sí se puede! 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Decencia obliga

Ayer que salía en reversa de Farmacias Guadalajara -torpe que me he vuelto-, no me percaté de que había un auto estacionado junto a la banqueta detrás de mí y me estampé contra él. De inmediato me apeé del mío y vi que el otro vehículo estaba abollado, no así el mío, cuya facia trasera únicamente se desensambló ligeramente. De vuelta al volante, le solicité a mi esposa, que me acompañaba, que me facilitara un papel para dejar un mensaje en el limpiaparabrisas del conductor del otro coche, solicitándole de favor que se comunicara conmigo y el número telefónico (fijo) de mi domicilio al que podría hacerlo.

Hoy en la tarde me llamó una dama atendiendo mi petición y le relaté los pormenores de lo que había sucedido, indicándome que el automóvil era de su marido porque el suyo estaba en el taller, pero que iría a ver y me llamaba de nuevo. Así lo hizo y me confirmó lo del golpe, inquiriéndome si estaba yo asegurado. Le respondí que sí, que no se preocupara y que me dijera la mejor forma de proceder para que el trámite no fuera engorroso para ninguno. Me informó que le llamaría a su esposo para que le indicara los pormenores de la póliza de su auto, y que se comunicaría conmigo por tercera vez para ultimar los detalles y que las aseguradoras se entendieran entre ellas.

- Muy bien -le riposté-, quedo a la espera.

Al poco rato sonó de nuevo mi teléfono:

- ¿Sí? -contesté, sabiendo que era ella-. ¿Ya tiene usted la información?

- No es necesario -respondió la dama-, dice mi marido que no se preocupe, que ese golpe ya lo traía su automóvil y que lo felicita por su honestidad.

- ¡No, hombre! -afirmé yo triunfante-, pues en este caso qué bueno que seamos honestos todos, pues bien se podría haber aprovechado cualquier otro para que mi compañía de seguros le arreglara gratis su golpe. Muchísimas gracias.

- Gracias a usted -concluyó ella-, pues se reconcilia uno con la gente por acciones así.

- Muy gentil, hasta la vista –terminé yo.

¡Increíble que “desgracias” como ésta hagan la vida más llevadera!

jueves, 10 de noviembre de 2022

En lo dicho

Me acaba de confirmar BBVA que para poder utilizar las nuevas funciones de sus apps necesito comprar un celular nuevo. ¿Y quién se las pidió, cuando a mí me bastaba con las viejas? El negociazo de la obsolescencia programada (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/11/obsolescencia-programada.html).

Obsolescencia programada

Ayer todavía funcionaba la app bancaria de mi celular a la perfección; hoy, ya no. Lo mismo ocurrió hace tres meses con la app de negocios de nuestra tienda. En esa ocasión me conformé con que la pantalla inicial me permitiera todavía la generación del token para poder entrar a la aplicación bancaria desde la web. ¡Todo un celular únicamente para eso! Esta vez ya no aguanté y me quejé con el banco, pues aunque el token también funciona en este caso, mi tarjeta de crédito está ligada a la aplicación y ya no puedo utilizar la tarjeta dinámica y el CVV (card verification value) correspondiente, además de que como por seguridad la traigo apagada, ahora no puedo encenderla y desde la web no se tiene la opción. En pocas palabras, de la noche a la mañana, me quedé sin tarjeta de crédito, como si la hubiera extraviado o me la hubieran robado, ¿se imaginan?

Intenté reinicializando la app, y nada; actualizando dicha aplicación mediante Play Store y ésta ya no me lista la BBVA app que yo tengo, como alternativa válida, como si dicha aplicación detectara que mi teléfono es ya obsoleto para esa nueva versión y ni siquiera me la desplegara. Esto es, un caso flagrante de obsolescencia programada. ¿Por qué las cosas dejan de funcionar y sin previo aviso? Somos cautivos de la tecnología y pareciera que ella nos maneja a nosotros y no al revés. ¡Qué impotencia y qué rabia!

¿No será que existe una colusión entre grandes consorcios comerciales (bancos, tiendas en línea y demás) y telefónicas para hacer obscenamente redituable un negocio que ya de suyo lo es. Probablemente terminen recomendándome que cambie de celular. No, ¡espérame!, este todavía funcionaba ayer de maravilla, y ahora me sales con que tengo que comprar uno nuevo y costoso nada más porque tus aplicaciones (personal y de negocios) ya decretaron su obsolescencia entre muchas otras que funcionan. No me parece nada ético.

Por más de veinte años trabajé en una empresa tecnológica y sé muy bien de qué lado mascan las iguanas. Yo creo que por eso hoy en día todo lo tecnológico se me indigesta y prefiero, por sobre estar jugando con uno de esos estúpidos adminículos llamados inteligentes, dedicar mi tiempo al estudio y la lectura, por más mamón que suene, ah, y a ofrecer como el medio de contacto más confiable y seguro para localizarme el teléfono fijo del que me he valido toda la vida.

Lo demás, es sólo una pérdida de tiempo, ya lo dije antes (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/10/los-buenos-viejos-tiempos.html). 

martes, 8 de noviembre de 2022

Nobel de Literatura controversial

Acabo de leer el desgarrador libro testimonial El acontecimiento (Gallimard 2000), de la Nobel de Literatura de este 2022 Annie Ernaux, que se viene a sumar a la larga lista de franceses que se han hecho merecedores de tal galardón. Escrito en 1999, nos relata la historia de la autora que se sintió obligada a abortar 35 años antes, cuando tenía apenas 24 de edad.

La parte más escalofriante del relato, de apenas setenta páginas de extensión, lo constituye el momento en que Annie arroja de su vientre el feto sin vida semanas después de haber sido asistida por una matrona que la ayudaría a abortar y que le cobra por ello 400 francos, poniendo su propia vida en riesgo. Desesperada, ayudada por una amiga, finalmente consigue cortar el cordón umbilical y deshacerse del malogrado producto en el escusado.

Lo que entonces era estigmatizado en todo el mundo, Francia incluida (Annie vivía en Ruán, donde estudiaba, y se tuvo que desplazar a París para ser intervenida clandestinamente), hoy en día todavía lo es en lugares en los que el aborto está estrictamente prohibido, como en nuestro querido Guanajuato, en donde una mujer puede ir a parar a la cárcel, incluso en el caso de uno espontáneo, si existiera la duda. Por fortuna, se tiene ya la opción cercana de la Ciudad de México.

Pero no sólo Guanajuato. Hace poco una Suprema Corte de Justicia retrógrada, reaccionaria y de mayoría conservadora (6-3) echó atrás la sentencia Roe vs. Wade ¡en Estados Unidos!, que permitía el aborto legal en todo el país, haciendo más difícil, si no es que imposible, que familias necesitadas en todo sentido se desplacen a otro estado de la Unión cuyo Congreso lo declare legal, por lo que muy seguramente tuvieran que someterse a uno clandestino. A final de cuentas, como dice la Nobel: “Es posible que un relato como este provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo”.

Entre sus múltiples trabajos, Ernaux cuenta con otro, que no he leído, cuya trama versa sobre la ocasión en que su padre intentó matar a su madre, y otro, también inédito para mí, donde describe el calvario de cuidar a su madre, aquejada de Alzheimer, durante cinco años. ¿Bastarán estos y otros trabajos por el estilo para un Nobel de Literatura? La Academia le otorgó el premio “por el coraje y la agudeza clínica con los que ella descubre las raíces, distanciamientos y restricciones colectivas de una memoria personal”.

Además, como si no ya con anterioridad el comité Nobel de Literatura hubiese incurrido en controversia con los polémicos premios a un actor, Dario Fo, en 1997, y a un cantante, Bob Dylan, en 2016, sin omitir los escándalos sexuales y financieros dentro de dicho comité  en 2018 que llevaron a cancelar el premio ese año y otorgarlo hasta el siguiente junto con el de 2019.

En todo caso, veo difícil comparar el Nobel de Literatura de este año con otros ya lejanos en el tiempo: Shaw, Mann, Mistral, Hesse, Gide, Eliot, Faulkner, Russell, Churchill, Hemingway, Camus, Pasternak, Steinbeck, Sartre, Beckett, Solzhenitsyn, Neruda, Bellow, Canetti, García Márquez, Cela, Paz, Saramago, Grass, Vargas Llosa et al.

lunes, 31 de octubre de 2022

"Allá en mi León, Guanajuato, la vida no vale nadaaa"

Caminos de Guanajuato, José Alfredo Jiménez

León, Gto.- (El Universal, viernes 22 de julio de 2022). El periodista jubilado Enrique Sosa murió atropellado por un conductor que le echó el carro encima cuando le exigía que pagara el boleto de estacionamiento del restaurante Rincón Gaucho.

Enrique Sosa, quien por más de 25 años de desempeñó como camarógrafo de noticiarios en la televisora estatal, obtenía un ingreso extra como empleado del estacionamiento del restaurante, ubicado en la Prolongación Calzada.

La noche del martes pasado, un empresario zapatero, identificado como Miguel Ángel, se negó a pagar 40 pesos que le exigía Sosa por el servicio.

El conductor en presunto estado de ebriedad aventó a Enrique Sosa, y lo atropelló.

Enrique Sosa fue trasladado al hospital del ISSSTE, en donde más tarde murió.

El periodista presentaba  hemorragia interna y las costillas rotas, reportaron sus familiares.

Periodistas de medios impresos, digitales, de radio y televisión lamentaron la muerte de su colega y exigieron al Fiscal del estado, Carlos Zamarripa Aguirre, que se haga justicia por el homicidio, que no se trató de un accidente.

Hasta aquí la nota de El Universal. Si tienen hígado para ver el video donde se capta al criminal en flagrancia, los remito a https://www.youtube.com/watch?v=BZAv8DNvgPA.

Pues bien, el jueves pasado, 27 de octubre, se cumplieron ya cien días de este abyecto asesinato que indignó profundamente a todos los leoneses por nacimiento y por adopción, y el asesino aún no ha sido localizado, a pesar de estar plenamente identificado. El fiscal del estado, Carlos Zamarripa Aguirre -sí, ese que tanto crítica el Gran Orate de Palacio por tener más de una docena de años en el puesto, primero como Procurador y ahora como Fiscal General, y no poder controlar al crimen que campea en Guanajuato, “orgulloso” líder en crímenes dolosos del país-, afirmó cínicamente a cien días del asesinato: “Tenemos una deuda que vamos a cumplir y lo hemos hecho, de estar llevando a cabo todas las acciones que estén a nuestro alcance para poder localizar al responsable de esto”.

¡¿Localizar?!, a más de tres meses del homicidio, cuando el criminal está plenamente identificado y grabado. ¿Quién lo protege, carajo? A mí que no me vengan con mamadas. Y la alcaldesa de León, Alejandra Gutiérrez Campos, sin decir esta boca es mía, muy a pesar de que los hechos ocurrieron en su municipio, y más preocupada por causas baladíes como la de dejar entrar gratis a los leoneses los fines de semana a los parques públicos. Y todavía se indignan cuando Obrador los pone en evidencia por no coadyuvar a controlar al crimen organizado, y aun exigir la renuncia del primero, ya que no es capaz siquiera de “localizar” a un vulgar matarife.

Les incluyo la foto del cruelmente inmolado Enrique Sosa, que en paz descanse.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Los buenos viejos tiempos

Mi tía Lupe salió despavorida de su casa en Niza 27, colonia San Álvaro, en la delegación Azcapotzalco del Distrito Federal, seguida de sus hijos, mis primos, y se dirigió a casa de su hermana Eva, mi madre, en Allende 196, colonia Clavería, en la misma demarcación. Como todavía no tenía teléfono, fue lo primero que se le ocurrió ante tamaña urgencia, pero tan fácil que hubiera sido que parara en el estanquillo de la esquina para marcarle a su condescendiente, quien ya lo poseía desde el año anterior, o detenerse en uno público de alcancía y por un módico veinte comunicarle noticia de tan extrema gravedad. Consideró que un asunto de tal envergadura no podía comunicarse más que de frente.

Un trayecto que normalmente tomaba alrededor de quince minutos, lo cubrieron ellos en la mitad, y la alarma en casa fue mayúscula al abrirles la puerta y contemplarlos sudorosos y con el terror dibujado en sus rostros.

- ¿Qué pasa, comadre? -atinó a preguntar mi padre alarmadísimo.

- Compadre, ¡acaban de asesinar a Kennedy en Dallas! -exclamó mi tía con incontenible emoción.

Mi padre, que hasta un retrato autografiado de Jackie Kennedy con sus hijos tenía colgado en su estudio, obtenido por intermediación de la asistente personal de la Primera Dama en la visita que la pareja hizo a México, quedó estupefacto, y con él, todos nosotros: Eva, mis hermanos y yo.

- Esto es el fin -balbuceó mi madre, siempre tan bien informada-, pues no se entiende más que como una venganza de Krushev por lo de los misiles desplegados en Cuba el año pasado, que Kennedy les obligó a retirar, o de Castro por el atentado fallido contra su vida, abortado en Bahía de Cochinos.

La fecha, 22 de noviembre de 1963, aniversario de bodas 19 de Nico y Eva, mis padres, pero ¿a qué viene todo esto? Pues a que, de no haber habido otro medio, Lupe nos hubiera dado la noticia con señales de humo, en cambio, en la actualidad, mis padres se hubieran enterado del asesinato aun antes de que ocurriera, literal.

Quién sabe a dónde nos estén llevando tanta inmediatez y tecnología, pero les juro que hace sesenta años, siendo chiquillos, no nos aburríamos, muy a pesar de no contar con computadoras, Internet, videojuegos, móviles, sino sólo con una televisión limitada a tres canales y con una programación misérrima durante pocas horas al día, comparada con los cientos de canales 24/7 de ahora. Nos divertíamos jugando un tochito o una cascarita, o manejando diestramente el yoyo, el balero, el trompo, el diábolo, el aro y las canicas; o practicando el burro castigado, los peligrosos caballazos, las no menos espeluznantes coleadas y las deliciosas y eróticas cebollitas. O los hoyos. O compitiendo en carreteritas, impulsando pequeños cochecitos diseñados por nosotros mismos con ligeros golpecitos del cordial apoyado en el pulgar en una pista pintada en el pavimento con gis. O la rayuela, que diría Julio Cortázar. O a brincar la reata. O a excavar cuevas en la arena abandonada en la construcción de al lado. O a andar en bici. O a disfrutar de los columpios, subibajas, volantines, argollas, pasamanos y palo “encebado” del parque de la vuelta. O, ya más en el salón, jugos de mesa como las damas chinas y de apuesta, como el 7½ de la baraja española, en el que la voz cantante era la de la tía Chabela.

Y me cae que todo esto es sólo una mínima muestra de cómo nos la pasábamos de lo lindo hace sesenta años sin tele ni compu ni cel ni videojuegos ni red. En cambio, hoy en día, la primera señal de vida de un neonato es un whatsapp enviado al ginecólogo mediante un móvil integrado al mutante, donde también guarda una historia en Instagram con su proceso de gestación. A ese punto de enajenación hemos llegado.

Y esto, para no hablar de los ingentes problemas económicos, políticos y sociales -principalísimamente el del envenenamiento del planeta- que agobian a la humanidad. De veras, no creo que nos queden más de cien años, y me estoy yendo largo.

martes, 18 de octubre de 2022

Un año y un día

Nunca había dejado de correr por un periodo tan largo en los últimos 43 años, ni con mucho. El estado de ánimo y la edad contribuyen desgraciadamente a que así sea. Sin embargo, hoy, después de 366 días sin hacerlo y varios meses más antes de ello, invité a Elena a unírseme y visitar el esplendoroso Parque Metropolitano de la presa de El Palote, ella para caminar a todo lo largo de la cortina y yo para trotar sin detenerme los siete kilómetros de que consta el circuito, y todo, a un tris de cumplir los 73 el próximo sábado. Y lo conseguí, lo que prueba que la enorme regularidad que mostré a lo largo de décadas en esta actividad provoca que la condición física no se pierda, a pesar del largo año transcurrido desde la última vez que lo hice.

Por mi tiempo para cubrir la distancia, mejor ni pregunten. Baste decir que yo sentí como que había hecho mucho menos de lo que el cronómetro me mostró al final del trayecto, y esa sensación se debió a la constancia de mi paso y a no haberlo detenido un solo instante, sintiéndome como un supermán cuando terminé la distancia y como la tortuga de Aquiles cuando miré el reloj, pero como a aquélla, Aquiles nunca me dio alcance y yo arribé triunfante a la meta.

Y ahora, a esperar que la dedicación, el carácter y las endorfinas coadyuven a superar la proverbial y veleidosa melancolía, que he hecho mi compañera de ruta durante tantísimos lustros (ya casi quince).

Les obsequió una hermosa vista del privilegiado lugar que la naturaleza me regaló para la consecución de mis objetivos, y les envío un cariñoso saludo.

jueves, 6 de octubre de 2022

Nobel de Física 2022: ¡Dios sí juega a los dados!

Increíble que no se le haya dado la relevancia debida al Premio Nobel de Física 2022, anunciado en días pasados, pues para mí es tan importante y trascendente lo que se premia, como la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, ¡y no exagero!

Hace poco más de dos años y medio, en plena pandemia, escribí el siguiente artículo: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/12/dios-no-juega-los-dados.html , apoyándome exclusivamente en el libro What is real?, de Adam Becker. Les recomiendo ampliamente leer la página de cinco párrafos de que consta mi artículo para que comprendan la magnitud de este anuncio. Quizá no se le ha dado dicha relevancia por encontrarnos muy próximos a su ocurrencia, pero vean lo que escribía Becker en 2018: “Así, o las predicciones de la física cuántica son erróneas y la naturaleza puede ser local, o la física cuántica es correcta y una ‘escalofriante acción a distancia’ es real. Bell ha descubierto una notable, profunda y contra intuitiva verdad acerca del mundo.

“Bell también ha mostrado una prueba experimental que pudiera decidir entre ambas opciones. Todo lo que tiene uno que hacer es construir y ejecutar la versión modificada de Bell de la paradoja EPR, o algún otro experimento por el estilo que involucre partículas estrechamente relacionadas. Si los resultados muestran que la desigualdad de Bell fue violada, la física cuántica es correcta pero la naturaleza es no local; si se cumple la desigualdad, entonces la física cuántica es incorrecta pero la naturaleza puede ser local. La prueba de imposibilidad de Bell ha llevado el asunto de no localía fuera del dominio del debate y lo ha convertido en un reto experimental. Esta prueba, ahora conocida como teorema de Bell, ha sido acertadamente llamado ‘el descubrimiento más profundo de la ciencia’”.

(John Stewart Bell fue un célebre físico irlandés, famoso por dicho teorema, y el acrónimo EPR se refiere a la paradoja de Einstein, Podolsky y Rosen, un ejercicio de pensamiento puro en el que se insiste que la mecánica cuántica parece no proveer una descripción completa de la realidad.)

Pues bien, cuatro años después, los tres sabios galardonados con el Nobel de Física 2022, Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger, han sido reconocidos por haber superado exitosamente ese reto experimental -probando que se violaba la desigualdad de Bell- y haber desmentido de paso a Einstein, autor de la célebre frase “Dios no juega a los dados”. La anteriormente citada, “escalofriante acción a distancia”, también es de él.

Imagínense, si ya en aquel entonces se calificaba al descubrimiento de Bell como “el más profundo de la ciencia”, qué no podrá afirmarse de su prueba experimental, que tendrá un profundo impacto en el desarrollo tecnológico, especialmente en criptografía y computación cuántica. La emoción y orgullo de este francés, este estadounidense y este austríaco han de ser inconmensurables, y yo, como Homo sapiens que se precia de serlo, los siento como propios, pues estamos ante una teoría científica tanto o más importante y sublime que la de la relatividad. Al tiempo.

Con la exultación que me inunda el alma proclamo que ¡la mecánica cuántica vive, es correcta y goza de cabal salud!, pues como establece el anuncio de la Academia: “Los experimentos han demostrado que la naturaleza se comporta como lo predice la mecánica cuántica”.

Y no digo más.

lunes, 3 de octubre de 2022

Soy un discapacitado mental

… sintió, como nunca hasta entones, que el estado de no saber y no sentir propio de los muertos era lo más cercano a la felicidad total.

The master, Colm Tóibín

Hace aproximadamente tres años, una lectora española me diagnosticó discapacidad mental (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2019/09/un-libro-sin-atributos.html), lo hizo “samaritanamente” mencionando el libro del novelista y periodista irlandés Colm Tóibín The master / Retrato del novelista adulto, no con el afán de que superara yo mis deficiencias, sino simplemente para confirmarlas, y me profetizaba que me “perdería” leyéndolo. Ella tomó la recomendación del foro Zona Fantasma del recientemente fallecido Javier Marías, acontecimiento que precisamente hizo que trajera al presente este curioso y olvidado incidente.

Pues bien, buscando algo que leer de la autoría de Marías, preferí tomar al toro por los cuernos y aceptar el reto de mi corresponsal, que ignoro hasta qué punto pudo haberme impactado, toda vez que lo hice más de tres años después, aunque, por supuesto, toda crítica cala, sobre todo cuando uno se cree indemne a ella.

No me “perdí” en la lectura del Retrato del artista adulto, juguetón titulo que se contrapone con el Retrato del artista adolescente, de James Joyce, aunque nada tenga que ver con él, sino más bien con una especie de biografía novelada del escritor norteamericano migrado a Europa Henry James. Interesantísima. En ella nos relata Tóibín los celos de James hacia Oscar Wilde, reconocido poeta y dramaturgo irlandés: en tanto que aquel fallaba estrepitosamente con su primera obra teatral, Guy Domville, Wilde triunfaba clamorosamente con las suyas en distintos teatros de Londres, y abunda un poco en el drama de Oscar, perseguido por la mojigatería de su país y época.

La novela abunda en flashbacks que nos transportan a diferentes etapas en la vida del autor “biografiado”. Así, nos enteramos cómo una encantadora prima de Henry, Minny, pone en aprietos al padre del primero, del mismo nombre, recriminándole sutilmente su misoginia, al considerar el tío más inteligente al hombre que a la mujer, y poniendo Minny en ridículo a tal tío, en un arranque de feminismo muy adelantado a su época. Sencillamente, sublime. En otra parte del libro, Colm también describe con maestría la unicidad absoluta del ser humano en su relación con cualquier otro, a raíz de la visita que uno de los personajes de la obra realiza a unos soldados heridos en batalla, y su afortunada  incapacidad, en este sentido, de experimentar el dolor de los demás. Sentimientos muy propios estos de la esencia humana.

En una de las secciones más largas del libro, si no es que la más, Tóibín se regodea con los sufrimientos de Henry James con su servidumbre, los Smith, uno como mayordomo y su esposa como cocinera, hasta que, víctimas de alcoholismo ambos, termina por correrlos de su casa, no sin antes haberlos indemnizado generosamente, indemnización que seguramente no iba a alcanzarles más que para terminar ahogados en su propio vicio. Impresionado tal vez por experiencias propias, el lector llega a identificarse solidariamente con los pesares de James.

 El autor habla más que nada de la vida social de Henry y la forma en que llega a relacionarse con una pléyade de artistas -pintores, escultores, músicos, autores- de su época, pero muy especialmente de una, su queridísima amiga, también novelista, Constance Fenimore Woolson, que terminará trágicamente su vida, y a la que Colm Tóibín dedicará no únicamente largas secciones de su libro, sino capítulos enteros. Y todo esto en el esplendoroso marco de Venecia y desde la perspectiva de James, que nunca dejó de sentirse culpable por la muerte de dicha amiga.

La novela termina describiendo la larga visita que su hermano William, reconocido psicólogo y filósofo norteamericano, hace a su hermano con todo esposa e hija, viajando desde Boston, donde aquel es un respetadísimo catedrático en Cambridge, hasta Rye, el pueblo inglés donde Henry reside. En este capítulo se desvelan las desconcertantes e increíbles tendencias espiritistas que tanto William como su esposa Alice poseen y de las que la hermana de ambos James, otra Alice, ya fallecida, era crítica acerba y objeto de sus burlas e incredulidad, pero a Henry le juran que se han comunicado con sus fallecidos padres y que ambos les han encarecido el cuidado del novelista.

Entendí cabalmente y me deleitó mucho este extraordinario retrato de Henry James, independientemente de lo que opine mi corresponsal extranjera, para la que no guardo más que un profundo agradecimiento por tan enriquecedora “recomendación”.  

Por lo demás, mi discapacidad mental sigue progresando glamorosamente, pues ya olvido hasta las cosas que aún ni siquiera ocurren. Mal de Alice y Jaime, le llaman algunos, muy propio de la avanzada edad -73 años- a la que en pocos días arribaré.

martes, 20 de septiembre de 2022

Trotski

Con frecuencia me ocurre que cuando escucho el nombre de un personaje histórico, ignorante como soy, me pegunte yo qué sé realmente del aludido. Me ocurrió ahora con Leiv Davídovich Trotski. Fuera de ser un revolucionario enemigo acérrimo de Stalin, exiliado en México y muerto con un piolet por el republicano español Ramón Mercader en Coyoacán, ignoraba yo prácticamente todo, hasta que me hice con el libro El hombre que amaba a los perros (Tusquets, 2013), de Leonardo Padura. ¡Extraordinario!

Se trata de la novela de una novela narrada en primera persona por un autor apócrifo y omnisciente, Iván Cárdenas Maturell, y dada a conocer al mundo por su amigo íntimo, también apócrifo, Daniel Fonseca, quien lo explica así en el capítulo final del libro, intitulado Réquiem.

Iván es un escritor frustrado que nunca acaba de dar forma a su obra magna, lo que lo lleva a describirse a sí mismo no como un perdedor, sino como un derrotado (me fascinó la sentencia). Sin embargo, tiene la fortuna de conocer casualmente en una playa cubana a Jaime López, quien con la suficiente confianza adquirida a lo largo de varios encuentros -casuales unos, más o menos formales los otros- termina por sincerarse con Iván, el cual ya no abriga ninguna duda de que realmente se ha estado entrevistando con el mismísimo Ramón Mercader, verdugo de Trotski. Sin embargo, queda pendiente una última entrevista a la que Jaime ya no llega, víctima de una serie de males que lo llevan finalmente a la muerte.

Cinco años después, cuando ya Iván tenía olvidado a López, una mujer acude a entregarle unos papeles escritos por éste donde su personalidad termina por develarse, y aunque hizo jurar a Iván que a nadie más le contaría su historia, Cárdenas Maturell avizora el relato como la obra que lo puede catapultar fuera de su pobre condición de autor mediocre. Tiempo después cae en sus manos un libro escrito por Luis Mercader, hermano menor de “Jaime López”, con ayuda del periodista Germán Sánchez, que libera a Iván de cualquier escrúpulo para no dar a conocer su versión de Ramón Mercader. Aún más tarde lo visita el negro encargado de la seguridad de Mercader y del que éste se hacía siempre acompañar a la playa junto con sus dos perrazos borzoi (galgos rusos), de aquí “el hombre que amaba a los perros”, como se refiere Iván a Ramón.

Ni así pudo dar a conocer Cárdenas Maturell su historia sobre Ramón Mercader, pues el techo de su casa le cayó encima mientras dormía, descubriéndolo su amigo Daniel Fonseca después de infructuosos días de búsqueda, hasta que un fétido hedor lo hizo forzar la puerta de su casa para encontrarlo ahí muerto junto con su perro Truco.

Fue finalmente Daniel quien se encargó de dar a la luz la historia de terror de Ramón Mercader y adláteres, Stalin incluido, no únicamente el renegado Trotski.

Si alguien quiere conocer un poco más a fondo las atrocidades de toda esta escoria, debe leer esta novela histórica que relata los crímenes por ella perpetrados en nombre de la Revolución que redimiría al mundo entero, y de la que ni ellos mismos estaban convencidos, pues bien sabían que el hambre de Poder era lo único que los movía y que para ello tenían que vivir de y para la mentira.

El Sepulturero de la Revolución llegó a llamar Trotski a Stalin en sus narices, y así le fue, pero tan asesino el uno como el otro. Al igual que Ramón Mercader, al que sólo para probarlo lo obligaron a acuchillar a un pordiosero desvalido, además de, muchos años después, saber de primera mano de los asesinatos de los hijos de Trotski y de miembros de su propia familia (de Mercader, pues) a manos de su mentor ruso, a quien al final de la novela Mercader le espeta que ya no lo vuelva a llamar, que ya está hasta la madre de tanta mierda.

¡Líbrenos Luzbel de los autócratas!

Probabilidades telúricas

A raíz del sismo de este lunes 19 de septiembre de 2022 en la Ciudad de México, surgieron las especulaciones de cuál era la probabilidad de que así ocurriera dados los antecedentes de terremotos similares en la misma fecha los años 1985 y 2017.

En primer lugar, si suponemos que necesariamente habrá un temblor de gran intensidad durante el año, la probabilidad de que ocurra en un determinado día es, obviamente, 1/365 = 0.00273973. Consecuentemente, la probabilidad de ocurrencia de un movimiento telúrico de esta índole en una fecha específica pero de años distintos es (1/365) x (1/365) = 1/133,225 = 0.00000751, así que la probabilidad de ocurrencia del sismo que se acaba de experimentar era de únicamente (1/365) x (1/365) x (1/365) = 1/48,627,125 = 0.00000002, prácticamente “imposible”).

Pero además, en realidad este tipo de movimientos no se presenta todos los años, sino exclusivamente tres veces (1985, 2017 y 2022) en 37 años, es decir, 3/37 = 0.081081, por lo que la última probabilidad arriba mencionada habría todavía que multiplicarla por esta fracción, lo que arroja un posibilidad aún más baja de 0.000000002, esto es, ocho ceros seguidos de un modesto 2, en vez de los siete calculados con anterioridad, o lo que es lo mismo ¡2 en mil millones!

No cabe duda, la Ciudad de México es la Tierra Elegida… pobres chilangos, aunque creo que deberían ir a la cama con toda tranquilidad dentro de un año.

martes, 13 de septiembre de 2022

Vamos a leer

Suelo reseñar libros que leo en escritos como éste, sin embargo, yo siento que no son del interés de las mayorías porque tal vez ni a mí me guste el género, pero más que nada creo que al lector de mis opúsculos de entrada no le atraigan porque da por descontado que no tendrá el tiempo requerido para embarcarse en una lectura prolongada del libro que refiero, de aquí los proverbiales bajos índices de lectura del mexicano. Yo mismo me reconozco como un lector tardío, pues no leí mi primer libro, Navidad en las montañas, de Ignacio M. Altamirano, sino hasta bien entrada mi adolescencia, y eso, obligado por mi maestro de segundo de secundaria, siendo ya un lagartón de catorce años de edad. El segundo, La Gaviota, de Fernán Caballero (seudónimo de Cecilia Böhl de Faber), también por obligación de nuestro maestro de literatura al año siguiente. No entendía yo cómo siendo algo tan divertido, apenas alcanzaba dos libros a edad tan avanzada.

El juego y el estudio me mantuvieron en este tenor, ya que era yo el clásico “matadito” que se dedicaba a machetearle la mayor parte del tiempo. Así, el tercer libro que recuerdo, también por imposición del maestro de sicología de ¡tercero de prepa!, La vida inútil de Pito Pérez, de José Rubén Romero, vino a engrosar mi vasta cultura literaria, siendo ya casi un veinteañero, ¡qué vergüenza! Fue hasta que entré a la UNAM en 1969 cuando comencé a leer por gusto, empezando nada menos que con Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez, y siguiendo con Papillon, de Henri Charrière, y, por amplia recomendación de mi madre, El Padrino, de Mario Puzo. Insistía en recriminarme cómo siendo algo tan deleitoso no le dedicaba yo más tiempo. La respuesta seguía siendo el estudio, pues lo matado se me exacerbó, y la escasez de numerario. Lejos estábamos de los libros electrónicos y los de papel toda la vida han sido caros. Así que únicamente alcanzaba para los de cálculo, geometría analítica y álgebra, que me refinaba yo de pasta a pasta.

Cuando entré a trabajar a IBM en 1975, la cosa cambió: tuve ya el dinero suficiente para comprar cuanta colección de clásicos se vendía en los supermercados, y pian pianito, pero los leía. La obsesión actual me viene de unos treinta años a la fecha. Así, hace diecisiete, ya nacionalizado leonés, empecé a llevar un registro riguroso de cuanto leo en el año y lo registro al final de la agenda correspondiente. Nada más ajeno a mí que la vanidad y la presunción, pues además, qué podría yo presumir comparado con eruditos voraces que lo han leído todo, me entienden, to-do. Ante ellos, mis 367 volúmenes o 22 por año en promedio durante poco más de década y media son despreciables, aunque, eso sí, incluyen los más diversos géneros y todos los tópicos: novela, cuento y poesía, y ensayos sobre ciencia y filosofía, historia y sociología, economía y finanzas.  

Mi única intención es destacar una disciplina de dos horas o veinte páginas de lectura al día durante todo el año. De esta forma acumularemos 7,300 páginas al año, equivalentes a ¡más de dieciocho volúmenes de cuatrocientas páginas cada uno, sí, en un año! Y no se vale poner pretextos de calidad vs cantidad, falta de tiempo y premuras económicas, pues hoy en día se pueden adquirir los mejores libros a precios muy accesibles al instante. En cuanto al tiempo, aprovechen hasta el que dedican a sus actividades más personales para leer.

No se imaginan ustedes lo en deuda que está mi cultura con mi inveterada constipación: una hora en la mañana y otra más por la noche.