Increíble que no se le haya dado la relevancia debida al Premio Nobel de Física 2022, anunciado en días pasados, pues para mí es tan importante y trascendente lo que se premia, como la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, ¡y no exagero!
Hace poco más de dos años y medio, en plena pandemia, escribí el siguiente artículo: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/12/dios-no-juega-los-dados.html , apoyándome exclusivamente en el libro What is real?, de Adam Becker. Les recomiendo ampliamente leer la página de cinco párrafos de que consta mi artículo para que comprendan la magnitud de este anuncio. Quizá no se le ha dado dicha relevancia por encontrarnos muy próximos a su ocurrencia, pero vean lo que escribía Becker en 2018: “Así, o las predicciones de la física cuántica son erróneas y la naturaleza puede ser local, o la física cuántica es correcta y una ‘escalofriante acción a distancia’ es real. Bell ha descubierto una notable, profunda y contra intuitiva verdad acerca del mundo.
“Bell también ha mostrado una prueba experimental que pudiera decidir entre ambas opciones. Todo lo que tiene uno que hacer es construir y ejecutar la versión modificada de Bell de la paradoja EPR, o algún otro experimento por el estilo que involucre partículas estrechamente relacionadas. Si los resultados muestran que la desigualdad de Bell fue violada, la física cuántica es correcta pero la naturaleza es no local; si se cumple la desigualdad, entonces la física cuántica es incorrecta pero la naturaleza puede ser local. La prueba de imposibilidad de Bell ha llevado el asunto de no localía fuera del dominio del debate y lo ha convertido en un reto experimental. Esta prueba, ahora conocida como teorema de Bell, ha sido acertadamente llamado ‘el descubrimiento más profundo de la ciencia’”.
(John Stewart Bell fue un célebre físico irlandés, famoso por dicho teorema, y el acrónimo EPR se refiere a la paradoja de Einstein, Podolsky y Rosen, un ejercicio de pensamiento puro en el que se insiste que la mecánica cuántica parece no proveer una descripción completa de la realidad.)
Pues bien, cuatro años después, los tres sabios galardonados con el Nobel de Física 2022, Alain Aspect, John F. Clauser y Anton Zeilinger, han sido reconocidos por haber superado exitosamente ese reto experimental -probando que se violaba la desigualdad de Bell- y haber desmentido de paso a Einstein, autor de la célebre frase “Dios no juega a los dados”. La anteriormente citada, “escalofriante acción a distancia”, también es de él.
Imagínense, si ya en aquel entonces se calificaba al descubrimiento de Bell como “el más profundo de la ciencia”, qué no podrá afirmarse de su prueba experimental, que tendrá un profundo impacto en el desarrollo tecnológico, especialmente en criptografía y computación cuántica. La emoción y orgullo de este francés, este estadounidense y este austríaco han de ser inconmensurables, y yo, como Homo sapiens que se precia de serlo, los siento como propios, pues estamos ante una teoría científica tanto o más importante y sublime que la de la relatividad. Al tiempo.
Con la exultación que me inunda el alma proclamo que ¡la mecánica cuántica vive, es correcta y goza de cabal salud!, pues como establece el anuncio de la Academia: “Los experimentos han demostrado que la naturaleza se comporta como lo predice la mecánica cuántica”.
Y no digo más.
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