Hace unos días, a raíz del anuncio del colectivo Sí por México, López Obrador atacó casi de inmediato la similitud, dijo, entre su logotipo y el del despreciable dictador Augusto Pinochet Hiriart, Sí Pinochet, cuando el siglo pasado lanzara un referendo para que el pueblo decidiera si quería seguir con su dictadura o no. Todos sabemos el abrumador rechazo que obtuvo el tirano en aquellos lejanos tiempos, pero eso es lo de menos. Lo de más es la profunda abyección del gobierno que padecemos desde hace un par de años. A eso dedican su tiempo los cortesanos del régimen: a servir a su Señor.
Es repugnante imaginar la labor de Jesús Ramírez Cuevas, vocero de la Presidencia, metido en cuerpo y alma en asunto tan baladí sólo para satisfacer a su jefe y darle armas para que ataque de la manera más vil a un colectivo que busca –quiero imaginar- ser un contrapeso de su autoritario mandato. Pero, además, le elabora láminas y presentaciones para que López Obrador se “luzca” perdiendo el tiempo en tan peregrinas estupideces. El Presidente le da órdenes para que muestre tal o cual chart de asuntos tan críticos para la nación, le pide que le pase un micrófono de mano para que él pueda acercarse a la pantalla y lo tiene, en fin, como un tramoyista de tercera (eso parece) más que como un digno Coordinador General de Comunicación Social y Vocero del Gobierno de la República.
En semejantes idioteces se gastan nuestros dineros, pues el de Ramírez, por supuesto, no es el único caso: ahí tienen a Irma Eréndira Sandoval Ballesteros emitiendo exoneraciones y hasta auto exoneraciones a modo para satisfacer al tiranuelo, él sí émulo de don Pinochet. Del avión del propio Amlo, los quesos de Sheffield, las “estadísticas” de López-Gatell, los detentes de YSQ, la BOA de la Sonora Santanera y un largo etcétera sería cansino seguir hablando, ya otros muchísimo más calificados que yo lo han hecho con más sapiencia e incluso humor.
Un día típico de nuestro inefable personaje ha de ser la consabida desmañanada, entre cuatro y cinco de la madrugada, para su reunión de seguridad a las seis y su conferencia de “prensa” diaria de siete a nueve o diez. De ahí, a desayunar, tomar la siesta, a jugar beisbol en CU, en la tardecita, y regreso a Palacio para reuniones con sus lacayos, que ya para entonces habrán reunido grandes cantidades de de información útil, como la de Ramírez, que el Preciso nos recetará en cadena nacional al día siguiente, aderezada con sus consabidas mentiras, calumnias, rencores e insultos. Y a las ocho de la noche, o a más tardar las nueve, a ponerse el mameluco (pareciera que le hablo a la piyama) y vuelta a empezar.
Pero lo que sí definitivamente preocupa, insisto, es que toda esta runfla de imbéciles se la pasen perdiendo el tiempo de forma tal, en vez de ponerse a gobernar.
¡Pobre México! Como diría aquel famoso periodista, me dan ganas de apapacharlo.
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