Noticias
de Del Paso
Cuando Fernando del Paso publicó en 1987
su soberbia novela histórica Noticias del
Imperio (editorial Diana) se armó tal revuelo que yo no dudé en comprarla
casi de inmediato y la guardé celosamente ¡un cuarto de siglo!, pues recién la
leí en 2012. El único pretexto que encuentro por no haberlo hecho antes es que
en aquel entonces llevaba todavía una “vida productiva” que me impedía leer con
el solaz que lo hago de 20 años a la fecha. No que antes no leyera, pero lo
hacía más pausadamente.
Se llegó el día, pues, de enfrentar la
angustia del siguiente libro a leer y desenterré, literalmente, pues hubo
necesidad de desempolvarla, la magna obra de don Fernando, 25 años después de
que se publicó y la compré. ¡Qué fascinante! Más que una novela, un auténtico
documento histórico de la época del Imperio de Maximiliano y los avatares de
Juárez para aniquilarlo (al Imperio y a Maximiliano), con datos duros y
fidedignos que Del Paso se permitió investigar en la década que le llevó
escribir una de sus tres obras maestras. Las otras dos, José Trigo (1966) y Palinuro
de México (1977), le tomaron aproximadamente el mismo tiempo cada una, con
remembranzas de la guerra cristera y el levantamiento ferrocarrilero, la
primera, y del movimiento estudiantil del 68, la segunda.
De manera magistral, Del Paso alterna en
su novela, casi equitativamente, un capítulo histórico con otro de la
enloquecida Carlota y sus divagaciones o monólogos en su destierro, 60 años
después del fusilamiento, por Juárez, de Maximiliano. Una experiencia en verdad
maravillosa, producto de la creatividad e imaginación del autor, pero, insisto,
con datos históricos fidedignos y con las permisividades literarias a las que
todo escritor tiene derecho en una novela. Aprendí más historia aquí que en mis
años escolares.
Por todo lo anterior, cuando se le
otorgó el Premio Cervantes a Del Paso, vinieron a mi mente las otras dos
grandes obras del laureado creador, y ante la insistencia de Caro, mi hija, por
que le dijera los libros que deseaba por no recuerdo qué fecha importante, le
mencioné José Trigo y Palinuro de México como opciones. Pues
bien, me consiguió las dos, ambas editadas por el Fondo de Cultura Económica.
¡Qué decepción! Comencé con José Trigo y la abandoné a poco de
empezarla. Quise reivindicarme con Palinuro,
pero creo que ya estaba yo prejuiciado y también la hice a un lado apenas
iniciada. Me dije para mis adentros ¡qué bueno que Del Paso ya sabía escribir
cuando creó Noticias del imperio! La
“lógica” detrás de mi pensamiento era que si algo distingue al hombre como el
único ser inteligente de la Creación es el lenguaje, y por lo tanto, mientras
más simple, directa y desembrollada sea la forma en que nos comunicamos
mediante él, mayor prueba de nuestra inteligencia. De aquí mi aversión, perdón,
por la poesía. Por algo decía Borges que Cervantes tenía un lenguaje de
abarrotero, pero que con eso le bastó para escribir el Quijote. Aunque vino a mi mente el Ulises de Joyce y la odisea que padecí para su cabal comprensión y
el gozo indescriptible que sentí una vez que lo hube hecho… ¡y en su idioma
original!
Casualmente, muy poco tiempo después, la
librería Efraín Huerta del Fondo de Cultura Económica aquí, en León, me invitó
al curso de tres días Fernando del Paso:
constructor de catedrales, planeado antes incluso de que al escritor
mexicano le otorgaran el Cervantes, pero llevado a cabo hasta julio de 2016,
bajo la batuta del crítico y autor literario Alejandro Toledo Oliver. Esas
catedrales son las tres obras a las que me he venido refiriendo. Bien dice
Toledo que todo escritor anda a la caza de su gran obra maestra, pero que Del
Paso sobrepasó por mucho este objetivo, pues creó tres.
Tan pronto se presentó la oportunidad,
expresé lo mismo dicho líneas arriba: el feliz descubrimiento de que Del Paso
ya sabía escribir. Después de las consabidas risas, Alejandro me dijo que
ciertamente la estructura de José Trigo
la hace una obra de difícil comprensión, que no en balde, en su tiempo, don
Fernando fue muy criticado y hasta objeto de burla por querer hacerla de Joyce
y crear el Ulises mexicano, pero que, después de eso, Palinuro no debería representar mayor problema en su lectura, pues
su estructura es mucho más simple. No es casualidad, entonces, que los
monólogos de Carlota en Noticias del
Imperio nos remitan al inimitable soliloquio de Molly Bloom al final del Ulises de Joyce.
El problema con Trigo es que, a semejanza de Rayuela,
de Julio Cortázar, por su estructura, se puede leer linealmente o bien leer
primero el capítulo uno de la primera parte y enseguida el último de la
segunda, pues se corresponden, como si fueran la base de lados opuestos de una
pirámide, y de ahí ir escalando ésta con el segundo capítulo de la primera parte y el penúltimo de la segunda, que
también se corresponden, y así hasta llegar al capítulo nueve de la primera
parte que se corresponde con el nueve “inverso” de la segunda, después de los
cuales sigue, en lo alto de la pirámide, un capítulo “puente”, con elementos
complementarios a ambas partes. Si a esto agregamos que, muchas veces, la prosa
no es sencilla, la complejidad de su lectura aumenta. A final de cuentas, como
dice Alejandro Toledo, hay que dejarse llevar por la poesía de su escritura,
pues, como el mismo Toledo afirma, Del Paso es más un poeta en prosa que en
verso, pues en verso, cuando lo intentó a principios de su carrera o lo quiso
retomar después, francamente resultó un poeta menor.
Podríamos ubicar como precursores de
Fernando del Paso a Cervantes y a los escritores irlandeses Laurence Sterne y
James Joyce, en ese orden cronológico, aunque no necesariamente de importancia.
Finalmente, como dice el multicitado
Toledo, mejor un autor que nos deje pensando a otro lineal e inane que sólo nos
haga pasar el rato. Para eso, mejor un texto de autoayuda, digo yo. Retomaré con todo entusiasmo la “relectura”
tanto de Trigo como de Palinuro una vez que haya terminado con Nuestra Señora de París, de Víctor Hugo,
que junto con las entrañables Matar a un
ruiseñor, de Harper Lee, y Jane Eyre,
de Charlotte Brontë, me sirvieron de antídoto al frustrante intento inicial de
lectura de las dos primeras “catedrales” de Del Paso.
Saliendo
Del Paso
En la sección anterior, Noticias de Del Paso, hice notar la
frustración que me provocó leer a Fernando del Paso o intentar hacerlo (José Trigo, Palinuro de México) después de su magna y posterior obra Noticias del Imperio. Bromeaba al
comentar que qué bueno que Del Paso ya sabía escribir cuando emprendió la
creación de este último libro, a tal grado me frustró el intento de acometer la
lectura de sus dos obras anteriores.
Pues bien, quise “salir del paso”
reintentando la lectura de Palinuro de
México después de asistir al curso organizado por la librería Efraín Huerta
del Fondo de Cultura Económica en la ciudad de
León, Guanajuato, y bautizado Fernando
del Paso: constructor de catedrales, en obvia referencia a las tres obras
aquí nombradas, cursillo al que también hice referencia en el apartado
precedente e impartido por el crítico literario Alejandro Toledo Oliver.
Este reintento tuvo feliz término, pero
resultó igualmente frustrante. Después de terminadas las 648 páginas del
tabique queda la sensación de haber podido aprovechar el tiempo invertido de
mejor manera. Y no es que su contenido no impresione, pues vaya que lo hace, y
mucho. Impresiona la erudición de Del Paso, como bien lo apunta Francisco
González Crussí en el prólogo de la obra. Innumerables sentencias cortas y
otras no tanto de toda índole, médicas (sobre cualesquiera otras), políticas,
científicas, musicales, matemáticas, pictóricas, arquitectónicas, mitológicas,
sexuales, climáticas, filosóficas, cinematográficas, religiosas y hasta
deportivas, que revelan una profunda sabiduría, pero que en cierto momento
llegan a parecer necedades que invitan al inmediato abandono de la lectura, que
fue lo que me ocurrió la primera vez.
Quizás la clave de esto nos la dé el
propio autor (Palinuro) en el examen de conciencia que hace al final del
capítulo XII de la primera parte del libro: “dirán de ti, Palinuro, que tu vida
fue una obsesión constante con la muerte y con las palabras… no tanto porque no
pudieras decir con ellas lo que deseabas, sino porque ellas decían de ti lo que
no querías decir. Con el sexo, porque en el fondo lo despreciabas. Con la
cultura, porque la falta de confianza en tu imaginación te obligó a tratar de
suplirla acumulando conocimientos y datos eruditos.”, de los que está llena la
obra hasta la saciedad. Aunque sería un juicio del autor bastante severo para
consigo mismo, pues su novela incluye, aunque pocos para la extensión del
mamotreto, pasajes verdaderamente bellos, como el dedicado a la erudición del
primo Walter, en ese mismo capítulo.
Otra decepción viene del hecho de que se
insiste mucho en que esta obra contiene
remembranzas del movimiento estudiantil del 68, pero éstas se reducen a una parodia
o comedia -bastante extensa, eso sí- que se “monta” en el capítulo XXIV del
libro. Otras referencias a lo largo del libro son, por escasas, prácticamente
inexistentes. En este sentido, una obra más emblemática sobre el particular lo
constituye Crónica de la intervención,
de Juan García Ponce, que además de la proverbial cachondería del autor incluye
al final del segundo volumen de que consta la obra, ahí sí, una entrañable
remembranza de dicho movimiento, que magistralmente se inscribe dentro de una historia
a propósito de la Olimpíada Cultural que paralelamente se dio a la deportiva en
aquel fatídico año.
La obra de Del Paso versa sobre la vida
de Palinuro (piloto de Eneas a la salida de una Troya destruida) y su prima y
amante Estefanía. Obviamente, éste nada tiene que ver con aquél, más que de
manera simbólica, y por lo tanto es Palinuro de México.
Tal vez Del Paso haya seguido el camino
inverso de Joyce y Picasso, quienes partiendo de un realismo entendido por
todos arribaron, al final de sus vidas, a sus obras más emblemáticas aunque
quizás también las menos leídas, en el caso del primero, y las menos
comprendidas, en el caso de ambos. Don Fernando inició en el 66 con José Trigo, que a manera de broma decían
que era su Ulises, por lo complicado
de su lenguaje y lo complejo de su
estructura. Siguió en el 77 con Palinuro
de México y terminó en 1987 con su maravillosa y ampliamente elogiada por
mí en la entrega anterior Noticias del
Imperio. Por el contrario, Joyce empezó con sus incomparables y bellos Dublineses y Retrato del artista adolescente, siguió con el famosísimo Ulises y terminó con su inabordable e
insondable Finnegans Wake. Y así como
prometí, después de leer el Ulises de
Joyce en inglés, jamás embarcarme en la imposible tarea del Finnegans, a pesar de contar con su
formato electrónico, estoy a punto de prometerme, después de leer Palinuro, de tampoco involucrarme con José Trigo. Así pues, también me
“saldría de Del Paso”.
Prefiero seguir con el que estoy ahora, Filosofía de la física I. El espacio y el
tiempo, de Tim Maudlin, que si bien introduce conceptos complejos como el
principio de razón suficiente (PRS) y el principio de identidad de los
indiscernibles (PII), por lo menos se contienen, se autodefinen y se explican
en el contexto de este hermoso volumen del Fondo de Cultura Económica, no como Palinuro, con el cual resulta imposible
acudir a cada instante a Google para entender sobre las centenas, si no es que
miles, de conceptos eruditos que el autor introduce, pues resultaría una labor
de locos. Pero de dónde sale el prejuicio de que el libro es sobre el 68, o por
lo menos mi prejuicio. Lo que pasa es
que como leemos poco y mal nos volvemos presa fácil de estos malentendidos, ya
sea como receptores o difusores. Por lo pronto, yo no leería una segunda vez
esta obra, y si mi “recomendación” contribuye a que siga sin leérsele, ni modo.
Y no soy injusto, sigo insistiendo en
que Noticias del Imperio es sublime y
me fascinó, pero también creo que Fernando del Paso es autor de una sola obra y
que ella le bastó, muy merecidamente, para el otorgamiento del Premio Cervantes
en 2015.