No fue fácil encontrar a un sicario.
Después de mucho batallar en un mundo para mí ignoto y de contratarlo por medio
de interpósita persona, lo tenía finalmente ante mí para ultimar los detalles
del encargo.
-
Se trata -le dije-, de ejecutar a un
hombre que me ha hecho la vida imposible desde hace bastantes años,
provocándome malestares y depresiones sin fin.
- Para eso estamos, jefe –respondió el
matón-, pero si me permite el atrevimiento, yo no hubiera permitido que durante
tanto tiempo me hicieran la vida imposible, ¿por qué no se encargó usted
personalmente del asunto desde antes o no lo intenta ahora que ha acumulado el suficiente
rencor?
- No, te equivocas –le respondí casi de
inmediato-, no hay rencor, y en cuanto a realizarlo yo por mi propia mano, no
puedo, no tengo los cojones necesarios, vamos, soy un cobarde. Además, si
fallara, este individuo sería capaz de cobrárselas todas juntas y hacer de mi
vida sobre la Tierra un infierno aún mayor por el resto de mi existencia. Por
ello, por la falta de rencor y por la peligrosidad del individuo, te pediría
que tu trabajo fuera rápido y efectivo, sin mayor sufrimiento para él, no tiene
caso. Lo que más quisiera yo en esta situación es evitar la venganza, con que
lo elimines de la faz del mundo es suficiente.
- Me queda claro, patrón –estuvo de
acuerdo el mercenario-, pero esta es una chamba muy delicada, por lo que el
individuo tiene que ser identificado inequívocamente y sus patrones de movimiento
y conducta perfectamente determinados, máxime si, como usted mismo dice, es de
la más alta peligrosidad.
- No te preocupes –concluí aliviado-,
esa es la parte más sencilla de todas, pues lo tienes frente a tus ojos: soy
yo.
- ¡No mame, patrón –se sorprendió el
esbirro, abriendo desmesuradamente los ojos y arqueando otro tanto las cejas-,
cómo cree que me lo voy a cargar a usted!
- Porque eres un profesional –lo refuté
con firmeza-, y porque te he pagado generosamente y por anticipado el trabajo.
- ¡Muy bien! –respondió con orgullo el
maleante, animándose de nuevo y ya sin ninguna reticencia-. Únicamente habría
que acordar el lugar y la fecha.
…
Y aquí me tienen, esperando el día y la
hora, que sólo mi verdugo y yo conocemos con toda precisión.
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