jueves, 2 de mayo de 2024

Remedio contra la depresión

Un libro. Y no, no me refiero a la vomitiva “literatura” de autoayuda, sino a la literatura que, por más descarnada que parezca, es capaz de mover las fibras más sensibles del alma para gozar de un arte auténtico y conmoverse profundamente con él.

En esta ocasión me refiero a la novela Mancha humana, del laureado autor norteamericano Philip Roth. El ex decano de la universidad de Athena, Coleman Silk, se ve obligado a abandonar su puesto de docente por un aparente y estúpido incidente racista, sin que absolutamente nadie -vamos, ni el lector- se percate de la negritud de Silk, que ha logrado llevar su secreto hasta esas alturas gracias a su apariencia exterior, que incluso le llevó a abandonar a su familia para fingir mejor su impostura, no sin graves broncas de por medio con dicha familia. Aun así, se casó y tuvo cuatro hijos blancos, corriendo el riesgo nada improbable de que alguno de ellos pudiera resultar negro. Quizá el hijo menor, Mark, se enteró de todo ello y odió al padre.

La novela se inicia cuando ya Silk cuenta con setentaiún años de edad, su esposa ha muerto, muerte que él achaca a la tremenda injusticia que le infligió la universidad, y lleva una relación de amasiato con una empleada de intendencia de la propia universidad, Faunia Farley, analfabeta de treintaicuatro años, menos de la mitad de la edad de aquel, y el personaje más trágico de la novela, junto con el ex esposo de esta, Lester, veterano de la guerra de Vietnam.

Coleman Silk se relaciona con el autor semi omnisciente del relato, Nathan Zuckerman, sin llegar a establecer propiamente una amistad con él y le solicita que escriba la historia de la tremenda injusticia cometida con su persona. Y a partir de aquí corre la trama con todos estos personajes, abundante en flashbacks y en historias de amor, odio, traición, perversidad y más. Baste decir que la puñalada trapera que le asesta Delphine Roux, una brillantísima joven académica francesa egresada de Yale, a Silk, ya cuando este no podía defenderse, es de una bajeza y sevicia descomunales, incrementadas aún más por el hecho de que ¡él fue quien la contrató para la universidad! Y no digo más.

En una ocasión en que Faunia Farley visita una especie de asilo animal, llama su atención un grajo, ave semejante al cuervo, recluido en cautiverio en una jaula, desde la cual, sin embargo, puede volar hacia el exterior a reunirse con los de su especie en los árboles que abundan afuera. No obstante, cuando esto hace, los otros lo empiezan a picotear en la cabeza a tal grado que se ve obligado a huir antes de que acaben con su vida. Este es el precio, dice el autor, que ha de pagar el infeliz pajarraco por convivir con la mancha humana. Esa de la que el libro es todo un compendio.

Pues bien, este hermoso libro es el que me hizo más llevaderas las pasadas dos semanas, al extremo de levantarme con un inusitado entusiasmo todas las mañanas.

¡Gracias Philip!

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