La “ceremonia de graduación” con mi radio-oncólogo (RO) hace dos días -lunes 22 de enero de 2024- resultó por demás frustrante:
RO. Usted debe de ser consciente que la reducción del nivel de antígeno en su sangre se debe mayormente a los medicamentos que se le están administrando en el Seguro desde el año pasado y que deberán seguir administrándole durante los siguientes dos.
YO. Absolutamente, doctor, pero yo esperaría que la radioterapia estuviera ya influyendo de alguna manera en el proceso, ¿no es así?
RO. Desgraciadamente no, pues la radioterapia puede tardar hasta cinco años en mostrar su éxito.
YO. ¡Cinco años!, cuando yo esté ya plenamente dentro de mis 80 de existencia, ¡qué locura!, de haberlo sabido antes, no me someto a tal tormento.
RO. No diga usted eso, mientras tanto hay que estar alertas para que el cáncer no recurra, para lo que es primordial la medicación que se le está proporcionando. Y cuidar también los efectos secundarios tardíos, aunque improbables, que pueden llegar a presentarse hasta un año después de haber finalizado la radioterapia, como sangrado en vías urinarias y digestivas.
¡Qué padre! Medicamentos que por su función -inhibir la producción de y daños provocados por la testosterona- han reducido mi libido a prácticamente cero, lo que no precisamente tiene feliz a mi esposa, o, quién sabe, tal vez la tenga secretamente eufórica, habría que preguntárselo a ella.
Todo lo cual me hizo resucitar un viejo escrito de julio de 2020 que no tiene desperdicio.
Léanlo, por favor, es todo un poema:
http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/07/amiga-muerte.html.
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