Entré al bar de luz mortecina y me acomodé en la barra, a la que ya se encontraba sentada también una hermosísima muchacha de cabello un tanto enmarañado, casi rubio, ojos claros, piel dorada -como la de la chica de Ipanema-, un mechón sobre su sien derecha y una sonrisa un tanto displicente, pero sonrisa al fin, y dirigida hacia mí. Vestía de negro, con un atuendo sin mangas que resaltaba el encantador tono de su tez. ¡Inquietante la chica!
Animado por su gesto, me aproximé audazmente a ella y sentí una descarga eléctrica cuando mi mano rozó accidentalmente su brazo, pero ella no lo retiró, sino que quiso, provocadoramente, continuar el juego. Mi mano se aventuró a acariciarla tiernamente, cuando de repente apareció un hombre que, tomándole la mano derecha, le colocó una esclavina de oro puro en la muñeca del mismo lado, con una inscripción en su brillante placa que desgraciadamente yo no logré descifrar por más que me esforcé.
Así como apareció, el hombre se marchó de inmediato, y entonces fue Elena la que se materializó interponiéndose entre la dulce criatura y yo, al tiempo que exclamaba: “Mi Rey, pero si en sus ojos se ve que ella no te quiere, y en los tuyos también que tú tampoco la quieres a ella”.
Y en eso, me desperté. Cuando hice conciencia del sueño que había tenido, primero me avergoncé, sobre todo sabiendo a Elena justo a mi lado, pero después quedé fascinado al recordar mi escrito de la noche anterior (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2022/09/feliz-cumpleanos.html), y del que los hice corresponsales a ustedes.
Igualmente sorprendidos quedaron mi esposa y mi hijo cuando a la hora de la comida les relaté justo lo que acabo de contar, pues ellos también ya habían leído mi escrito del día anterior.
Lo único que me queda por dilucidar es el misterio de la pulsera y su reluciente placa, en cuya inscripción radica probablemente la explicación de todo.
Se aceptan sugerencias.
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