En matemáticas decimos que se presenta una singularidad cuando el valor de una expresión o ente de este tipo no sigue ninguna de las “reglas” establecidas. Por ejemplo, la función f(x) = 1/x es válida para cualquier número real excepto 0, pues la expresión 1/0 no tiene sentido, 0 es una singularidad de f, decimos. Esta función tiene la forma de un búmeran en los cuadrantes uno y tres del plano cartesiano, con brazos asintóticos a los ejes x y y.
En física, la singularidad por todos conocida es el big bang, pues, a semejanza de la expresión 1/x, nos podemos acercar al origen lo más que queramos, pero sin nunca llegar a él. Otra singularidad que se nos aproxima a pasos agigantados sin nosotros quererlo, según Yuval Noah Harari, es la sustitución del humano por seres inorgánicos, cuando menos nos demos cuenta ya estaremos ahí (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/09/felicidad-y-futuro.html).
Pero ¿a qué viene todo esto? A que existe otro tipo de singularidad más interesante de cuantos conocemos hasta ahora. Todos hemos oído mentar los agujeros negros, pues bien, el premio Nobel de física 2020 se les otorgó a tres científicos “por el descubrimiento de que un agujero negro es una predicción robusta de la teoría general de la relatividad”, a uno, y “por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia”, a los otros dos.
“Ni siquiera Einstein, el padre de la relatividad general, pensó que los agujeros negros existieran. Sin embargo, diez años después de la muerte de Einstein, el teórico británico Roger Penrose -uno de los galardonados- demostró que los agujeros negros se pueden formar y describió sus propiedades. En su corazón, los agujeros negros esconden una singularidad, una frontera en la que todas las leyes conocidas de la naturaleza se derrumban.”, establece un comunicado de la Real Academia Sueca de Ciencias.
Y nosotros que habíamos vivido tan tranquilos en un universo determinista en el que todo podía ser predicho, hete aquí que hay cuerpos dentro de ese universo que esconden secretos estremecedores aún por descubrirse, donde conceptos clásicos como espacio y tiempo se desmoronan. Y por estremecedores quiero decir fascinantes, como aquel otro de que a nuestro sol le lleva 200 millones de años dar la vuelta alrededor del centro de la Vía Láctea, lo que significa que aún existían dinosaurios sobre la Tierra cuando el sol comenzó la vuelta que ahora mismo damos.
Como quien dice, todavía tenemos tiempo de echarnos una tacita de café antes de que termine.
Quizá todo esto esconda el secreto de la unificación de las cuatro fuerzas de la naturaleza conocidas hasta ahora (interacción nuclear fuerte, interacción electromagnética, interacción nuclear débil e interacción gravitatoria) -tan buscada por Stephen Hawking, hasta que Gödel lo desengañó con su célebre primer teorema de “incompletez”, que reza que un sistema finito de axiomas no es suficiente para probar todo problema matemático, pues, razona Hawking, quizás no es posible formular la teoría del universo en un número finito de postulados (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2017/11/)-, pero sobre todo la unificación de la física clásica (determinista) con la mecánica cuántica (incertidumbre), en algo así como la teoría cuántica de la relatividad.
¡Lástima que ya no estaremos para vivirlo!
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