En su deliciosa ficción La conjura contra América, mi admirado Philip Roth narra magistralmente el encumbramiento del simpatizante nazi Charles A. Lindbergh -primer humano en cruzar el Atlántico en avión (el Espíritu de San Luis), sin escalas y en un tiempo de treintaitrés horas y media, despegando de Nueva York y aterrizando en París- a la Presidencia de los Estados Unidos como su trigésimo tercer mandatario, postulado, obviamente, por el Partido Republicano y con eslogan de campaña América Primero.
Roth teje una entretenidísima urdimbre en que parece de lo más natural la llegada de Lindbergh al Poder en 1941, año en plenitud de la Segunda Guerra Mundial, precisamente cuando Hitler intenta convertirse, literalmente, en dueño del mundo. En la novela, el piloto norteamericano es condecorado por el régimen nazi -por órdenes del propio Führer- con la Cruz de Servicio del Águila Alemana, medalla otorgada a extranjeros por servicios prestados al Reich, que recibe de manos del mariscal Hermann Göring, algo que ¡realmente ocurrió!, lo cual le otorga al libro una verosimilitud extraordinaria.
Por supuesto, la idea de Hitler es combatir al judaísmo “rapaz” que, él imagina, está intentado apropiarse del planeta, y para ello cuenta en Estados Unidos con una cabeza de playa ideal en la persona de Charles August Lindbergh.
El relato corre a cargo del mismísimo Philip Roth, en aquella época un chiquillo de apenas nueve años de edad, y personajes centrales son también sus padres, Herman y Bess, y un hermano mayor, Sandy. Desde luego debemos suponer que el buen Philip está introduciendo en la historia varios elementos autobiográficos que resultan verdaderamente interesantes y donde mezcla a varias otras personas de su familia, como su conflictivo e infortunado primo Alvin (por parte del padre) y su no menos desgraciada tía Evelyn (por parte de la madre).
La novela da un giro dramático e inesperado cuando uno menos se lo espera, lo que hace que el libro valga la pena de leerse, sobre todo -como en mi caso- cuando se desconocía la trama y se ignoraba la película de que se hizo merecedora. En suma, una delicia.
Todo esto viene a cuento por lo que asevera el académico e internacionalista Mauricio Meschoulam en un escrito reciente para El Universal, pues en él asienta que “desde hace ya años, se han esparcido teorías que indican que Estados Unidos está dirigido desde los sótanos por un grupo de pedófilos satánicos, posicionados en el mundo de la política, los espectáculos y los negocios. Según esa creencia, Trump habría sido reclutado por militares con el objetivo de combatirles, pero desde la ‘profundidad’ del Estado, sus oponentes trabajaron incansablemente para deshacerse de él. Primero, orquestaron una investigación especial para vincularlo con Rusia y su intervencionismo en la política interna de EEUU; luego, le fraguaron cargos de destitución e intentaron sacarlo de la presidencia, y por último pusieron en marcha un fraude electoral masivo que finalmente logró impedir su reelección.”
Y un porcentaje alto de republicanos cree, aunque sea parcialmente, todo lo anterior, y que “solo mediante la violencia es posible eliminar a esa secta satánica del poder”. En algunos lados todavía se pelea legalmente por revertir los resultados de la elección de noviembre de 2020 y todo el que se atreve a hablar, dentro del Partido Republicano, en contra de Trump, es seguro que reciba la condena de las mayorías que le apoyan.
Pero lo que yo especulo es que si no será que, a semejanza de la novela de Roth, el déspota y tirano Vladimir Putin -en sus sueños imperiales- esté tratando de implantar una cabeza de playa en su archienemiga potencia en la persona del despreciable hombre naranja en 2025 para acabar con la satánica secta, sustituta del judaísmo en el libro del laureado autor norteamericano.
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