Hugh Everett, excéntrico doctor en física por la Universidad de Princeton, es ya uno de mis ídolos. Nacido en 1930 y muerto en 1982 a la edad de apenas 51 años, fue su última voluntad ser cremado y que sus cenizas fueran dejadas afuera junto con la basura, lo cual cumplieron sus allegados al pie de la letra.
En mecánica cuántica existe una interpretación clásica del mundo subatómico conocida con el nombre de interpretación de Copenhague, de Niels Bohr y sus discípulos, que ha resistido el paso de los años hasta nuestros días, no porque no sea rebatible y polémica, sino porque Bohr, que era un señorón de la ciencia y la cultura, con una personalidad arrolladora, aleccionó bien a sus súbditos, que no se atrevieron a cuestionar la teoría del gran maestro.
Hubo alguno, fuera de su grupo, que no comulgaba del todo con dicha interpretación y que se atrevió a desafiarlo públicamente lanzando su propia interpretación del mundo cuántico. Quizá no fue el primero, pero sí el más conspicuo. Sí, Hugh Everett, que estaba más interesado en la buena vida –vinos, mujeres, comidas, cigarros, viajes-, aunque no por ello menos interesado en el pensamiento científico. Desde temprana edad dio muestras de su incomparable talento, permitiéndose hasta meter en predicamento a algún maestro de las escuelas católicas donde estudió con una prueba irrebatible sobre la inexitencia de Dios, no con el diabólico afán de que su fe se viera resquebrajada, sino por el puro deleite del juego.
Su tesis doctoral versó precisamente sobre su interpretación cuántica, pero esta fue tan cuestionada por Bohr y su grupo y tan torpemente defendida por su mentor que hubo necesidad de reducirla al mínimo y sin una óptica que pudiera ofender al Gran Maestro, ya que Wheeler, el susodicho mentor, era admirador incondicional de Niels y jamás se hubiera atrevido a “ofenderlo”.
En pocas palabras, lo que Everett defendía era la existencia de múltiples mundos y hasta universos, todos ellos entrelazados por una función de onda universal (universal wave function). ¿Que qué carajos es eso? OK, todos conocen la paradoja del gato de Schrödinger, ¿no? Si no, se las platico: metemos en una caja a un gato vivo, junto con un emisor de radiación y un medidor de esta radiación conectado a un mecanismo que al detectar un cierto nivel de dicha emisión accionará un martillo que romperá un recipiente con veneno que necesariamente matará al gato, es decir, el gato tiene una probabilidad 50-50 de salir vivo o morir. Pues bien, Schrödinger decía que no podríamos afirmar ni una cosa ni la otra hasta que hiciéramos una medición, es decir, hasta que abriéramos la caja, no importando que el animal estuviera ya bien muerto o vivito y coleando.
¡Pues no! El genial Everett dice que ambas posibilidades son igualmente reales, esto es, que existe un mundo en el que el gato está vivo y otro en el que ya feneció, sin que un mundo sepa del otro, y a este fenómeno lo llama branching (derivación), y así con todo: un mundo en el que ustedes están leyendo este artículo y otros muchos en los que están haciendo cualquier otra cosa, y esto, bajo la gobernanza de la mentada función de onda universal, que “comienza” con el entrelazamiento del gato, el emisor de radiación, el medidor, el martillo, el recipiente con veneno et al.
Lo anterior no les gustó nadita a Bohr y su grupo, que tildaban todo ello de metafísico, razón por la cual la teoría de Hugh cayó en el olvido por casi una década, hasta que alguien la resucitó y hoy en día goza de tan cabal salud como la mismísima interpretación de Copenhague. A Everett todo esto le tenía sin cuidado, lo suyo eran las mujeres, la bebida y los cigarros, y se negó a escuchar los ruegos de Wheeler para que volviera a la academia, ya que su pupilo había optado por la teoría de juegos y la investigación de operaciones, trabajaba para el Pentágono y se enriqueció diseñando estrategias de guerra y de defensa contra ataques nucleares del enemigo para el ejército norteamericano.
Comprenderán ahora por qué Hugh Everett es ya uno de mis ídolos, su envidiable talento y forma de vida lo elevan a ese pedestal. De lo bueno, poco, por eso murió a tan corta edad, ¿para qué más? No fue un vicioso, sino un genio sin par. Pero quizá exista un lejano universo en el que aún sigues gozando de lo lindo, querido Hugh (QEPD, que en paz te diviertas).
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