Primero, lo anecdótico. Hugh Everett y su esposa acordaron llevar un matrimonio abierto, que era lo que mejor se acomodaba a la conducta que aquel había observado siempre, y lo cumplieron.
Por otro lado, lo científico. Quizá la existencia de esos múltiples mundos que proponía Everett (branching) explique el impresionante avance tecnológico que se ha obtenido con la mecánica cuántica, de una sorprendente exactitud en la predicción de sus resultados, que se manifiesta principalmente en los monstruos computacionales de la actualidad. Si no en otros mundos, ¿dónde más podrían tener lugar esos portentosos e inverosímiles cálculos de las computadoras de hoy? Es difícil entender a cabalidad la esencia de la mecánica cuántica, no así de sus resultados, lo que derivó en la ya clásica expresión entre los físicos de Shut up and calculate! (¡Cállate y calcula!).
A las objeciones que algún colega de Everett opuso (“I don’t branch!”) a su interpretación de los múltiples mundos (MWI, por sus siglas en inglés), este respondió que eran del mismo tipo que las que Copérnico había recibido cuando se aventuró a afirmar que era la Tierra la que giraba alrededor del sol y no al revés. Se limitaban a espetarle desde su zona de confort que ellos no experimentaban ningún movimiento y que era por lo tanto el sol quien circunvalaba a la Tierra (¡y vaya que nos movemos!: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/02/el-planeta-azul.html). Everett terminaba reconviniendo a su amigo que por qué no mejor esperaba a que la experiencia científica le proporcionara evidencias antes de deducir él las propias sin ninguna base -como los pre copernicanos-, y concluía preguntándole sarcásticamente: “Don’t you branch?”. Con lo que su colega y amigo terminó convirtiéndose en su fiel discípulo, el único por aquella época.
Ahora, ¡ya tiene uno más!
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