Sr. Carlos Slim Helú:
La razón de que le escriba desde hotmail y no desde prodigy es que llevo más de 24 horas con el servicio de envío de correos deshabilitado para ragutie@prodigy.net.mx, a nombre del suscrito, en la línea 477-758-6302, a nombre de mi esposa, Aurora Elena Zepeda Ángeles.
El problema empezó ayer -lunes 7 de diciembre de 2020- a las 16:29 horas, después de enviar un correo masivo a cerca de un centenar de destinatarios con el artículo periodístico que como parte de mis responsabilidades escribo todas las semanas desde hace años. El siguiente correo simple que quise enviar me fue rechazado con la leyenda de que se había deshabilitado el envío de mensajes desde mi cuenta debido a que se había detectado una actividad de spam desde la misma, que llamara al 800-123-2222.
Es lamentable la ineptitud e incompetencia de su personal técnico en particular y de Telmex en general. Enseguida me comuniqué con una operadora que continuamente me estuvo solicitando permanecer en la línea por espacio de 20 minutos mientras consultaba con su “supervisor”. Opté por dejar a un lado mi celular en altavoz hasta que se cortó la llamada después de casi una hora de espera.
Hoy en la mañana, martes 8, inicié nuevamente el proceso desde cero. Me trajeron del tingo al tango entre cinco operadores, exactamente del mismo tipo que la dama de anoche. Me obligaron a cambiar, sin razón alguna, de clave de acceso, me quisieron vender un antivirus y, en fin, mostraron toda su incompetencia e incapacidad técnica para atenderme.
Pedí, por último, hablar con alguna autoridad para plantear mi queja, de quien por desgracia no retuve el nombre. Me repitió todos mis datos (los mismos del primer párrafo de esta misiva), me dijo que abordarían mi problema y que ¡de 24 a 48 horas! se estarían comunicando conmigo.
Me imagino que ha de ser fácil acumular una fortuna basada en la paga miserable de sus operadores, en la nula formación técnica de los mismos y en el pésimo servicio a sus clientes, y escalar así las listas de los más ricos del orbe. ¡Qué pena!
Pienso abundar sobre el particular en mi próximo artículo periodístico.
Raúl Gutiérrez y Montero
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