El lunes pasado, 6 de abril, tuvimos que
cerrar “temporalmente” nuestro negocio, después de ¡doce años ininterrumpidos
de operación!, que acabábamos de cumplir apenas una semana antes. Pero no sólo
eso, sino que ante la gravísima situación que viven el país y el mundo entero,
tuvimos que vaciar la tienda por completo, previendo que se pudieran dar
disturbios y saqueos que entonces sí pondrían en jaque nuestro haber con la
velocidad de una enfermedad catastrófica.
Si ya de por sí marzo fue el peor mes de
los 144 que hemos sobrevivido -¡valiente manera de celebrar nuestro
aniversario!-, los que se vienen ahora muy probablemente sean de cero ventas o
algo muy parecido a ello. Y mientras tanto, los ahorros mermándose. Pero cómo
le hacen, ¡por dios (así, con minúscula)! quienes viven al día. ¡Qué
desesperación y qué angustia, me cae!
Y no hubiera querido yo caer, de nuevo,
en el manidísimo tema de la 4T, pero no queda de otra, pues no es únicamente
que el señor López y su fiera mastina en el SAT, la señora “Buen”-rostro, no
quieran otorgar un periodo de gracia a las empresas para el pago de impuestos,
amenazándolas incluso con proceder judicialmente contra ellas si no lo hicieran
en tiempo y forma, sino que lo que prometieron devolver en tres días a quienes
tuvieran saldo a favor en sus declaraciones de impuestos, lo están haciendo
perdidizo a los contribuyentes cumplidos, amenazándolos incluso mediante su
buzón tributario para pagar un dinero que no deben, ya que salieron a favor en sus
obligaciones fiscales. ¿Y quién se atreve a proceder judicialmente contra tales
raterías y quedar permanentemente marcado ante esta moderna inquisición?
En particular, yo presenté puntualmente
mi declaración el miércoles 1 de abril de 2020 a las 14:14, con saldo a favor,
y es hora, hoy domingo, en que no se me devuelve nada aún. Afortunadamente,
tampoco he recibido amenaza alguna a través de mi buzón tributario. ¡Menos mal!
Nosotros, por lo pronto, decidimos
seguirle pagando íntegro su sueldo a Scarlet, nuestra empleada, pese a que se
encuentre recluida en su casa.
Gracias a dios (¡otra vez importunando
éste!) cuento con el apoyo incondicional de la Dulce Elena (aquí sí con
mayúsculas), quien, brava como ella sola, se ha dado la maña suficiente para
vender incluso con la tienda cerrada. Hoy en la tarde hizo su primera entrega y
nos llenó de gozo a todos en la familia.
Como le dije anoche, es la mejor cosa
que me ha pasado en la vida, and I mean
it!
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