“La fuerza del Presidente es moral, no
es una fuerza de contagio”. Así se expresó literalmente Hugo López-Gatell,
subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, durante la mañanera del
lunes 16 de marzo de 2020. ¿Así o más rastrero todavía? El señor se convirtió,
de la mañana a la noche, que es cuando él actúa como contraparte del otro López
doce horas antes, en una estrella del firmamento. Y malo, pésimo, cuando el
mensajero se convierte en noticia y no el mensaje que emite. Exactamente como
cuando en el futbol el árbitro termina siendo el protagonista en vez de que su
trabajo pase desapercibido, por eficiente.
Y es que parece que sus aduladores le
han metido en la cabeza que podría aspirar a la grande en 2024, por lo que no
deja pasar la oportunidad que le brinda su nocturnal para desplegar todas sus
capacidades, que no son pocas, pues parece inteligente, tiene estudios de
posgrado en la Universidad Johns Hopkins –de las mejores del mundo,
especialmente en medicina-, es articulado en el habla, aunque un tanto
melifluo. Con todo esto, supera ya ampliamente a su jefe. No, no me refiero al
decrépito Jorge Alcocer, secretario de Salud, y quien teóricamente debería
estar manejando todo el asunto de la pandemia, pero que desapareció totalmente
de escena o aparece sólo como florero, sino a López Obrador, antítesis patética
del doctor Hugo López-Gatell.
Vamos, hasta varios clubes de
admiradoras le han surgido ya al tal Hugo. Elena, mi esposa, siempre tan aguda
en sus observaciones, dice que esto se explica por el síndrome de Estocolmo, por
aquello de la empatía que va desarrollándose con quien las mantiene
secuestradas (¡quédate en casa, quédate en casa, quédate en casa!), porque así
como que se caiga de maduro el doctorcito, tampoco, ¿verdad? Plausible teoría
la de mi mujer. En fin, allá ellas.
Sin embargo, como AMLO no es idiota…
bueno, bueno, como es muy astuto, ya se dio cuenta de que López-Gatell le está quitando
reflectores, de que le está haciendo sombra, pues. ¡Y eso sí que no! De aquí la
maniobra orquestada con Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, Elektra,
Banco Azteca, y creo que hasta de Agro Nitrogenados y Fertinal. Pero además, el
hombre es miembro conspicuo del Consejo Asesor Empresarial de López Obrador.
Así que pensar que Javier Alatorre, conductor “estrella” del noticiero de la
televisora mencionada anteriormente, se manda solito, es ingenuo. Así como
también es ingenuo creer que Salinas actuaría motu proprio, sin la venia del
Peje, para ordenar a Alatorre atacar despiadadamente a Lopitos-Gatell. No, no,
no, utilizaron a Javier como fusible quemado, por eso las redes se le fueron
encima.
Quien dude de lo que digo, que lea la
columna de Macario Schettino del jueves 9 de abril en El Financiero, publicada mucho antes del incidente
Alatorre-López-Gatell (viernes 17). Don Macario dice que AMLO prepara ya la
traición al epidemiólogo, como lo ha hecho toda su vida con otros, y da como
ejemplos a Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas y Rosario Robles.
La portada de la revista del corazón Quién del miércoles 22 de abril no es
más que el certero torpedo del AMLirante a la base de flotación de su soberbio
y engreído vocero. Es increíble y reprobable que en medio de la triste y desgarradora
tragedia que vive el planeta, México incluido principalísimamente, López-Gatell,
vocero oficial ante el mundo del Gobierno de nuestro país, se dé tiempo para la
más deleznable y repugnante vanagloria. Que con su pan se la coma. Mordió el
anzuelo solito, nadie lo obligó. Ni que decir de la perversa maniobra que lo llevó a caer en tal tentación.
(Lo mismo pasó, por cierto, con el
otrora vocero del tabasqueño, César Yáñez, y una diversa revista del corazón, ¡Hola!, y así le fue: jamás volvimos a
saber de él públicamente y hoy ocupa la intrascendente Coordinación General de
Política y Gobierno, cualquier cosa que esto signifique.)
Toda esta especulación mía “cae como
anillo al dedo” a lo que de seguro ya decidió el Pejestorio: la salida de Hugo
López-Gatell Ramírez, y no por motivos de coronavirus precisamente.
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