Quintana, el privilegio de su amistad

Una de las víctimas, entre muchos otros, de estos escritos míos es el reputado periodista de negocios, finanzas, economía y política Enrique Quintana, al cual sigo desde su primera época en El Financiero, luego en Reforma y en su vuelta al primero bajo una nueva administración, donde es Vicepresidente y Director General Editorial. Son ya más de 30 años de leerlo, verlo y escucharlo, pues además de su columna diaria en el periódico, disfruto su programa dominical La Silla Roja (que no Rota, ya que ésta resultó una inaceptable vacilada) a las nueve de la noche en El Financiero Televisión, y su cotidiano Al Cierre de lunes a jueves a la misma hora y por el mismo medio.

Por ello, cuando me enteré que venía invitado por la inmobiliaria que maneja el fraccionamiento donde vivo a impartir la conferencia México hoy: en lo político, en lo económico y en lo social el martes 29 a las siete de la noche, me apresuré a inscribirme junto con Elena. A los cientos de personas que asistieron hubo que acomodarlos en un extenso espacio aledaño al campo de golf.

Puntual que soy, conminé a mi esposa a que nos presentáramos una media hora antes para así tener además la oportunidad de saludar al expositor previo a su plática. Y sí, ahí estaba a la entrada del complejo acompañado de cerca por sus anfitriones. Le comenté a Elena que lo sondearía para ver si sabía de mí. Nos acercamos, le extendí la mano y le dije: “Hola, Enrique, soy Raúl Gutiérrez, no sé si me ubiques, a cada rato te envío mis escritos o te ando importunando con comentarios sobre los tuyos”. Me sorprendió su reacción inmediata y su expresión de asombro: “¡Cómo no, Raúl, por supuesto que te ubico perfectamente, pues ya son años de ‘tratarnos’ regularmente!”, lo cual me dio un gusto enorme y procedí a presentarle a Elena.

Esto fue lo anecdótico. En cuanto a la plática, ¡qué barbaridad!, qué manera de dominar el nervio frente a esa muchedumbre, sin tropiezos y con un conocimiento de los temas tratados envidiable. Una presentación en verdad soberbia.

Por lo que apunto líneas arriba, se podría decir que yo fui nada más a un repaso sobre lo que maestro tan insigne me instruye todos los días.

¡Muchas gracias, querido amigo Enrique!

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