Hace unas semanas empecé a retomar el
correr, actividad que había abandonado durante los tres meses previos, lo cual
me llevó a actualizar el siguiente registro que celosamente atesoro conmigo:
1186 vueltas al circuito de siete kilómetros que rodea a la presa de El Palote, desde que llegué a León hace
veintidós años hasta el pasado 2 de abril, sin contar las ocasiones que troté
en Plaza Mayor o en la pequeña pista
enfrente de mi casa. Es decir, nada más por ese trotar en mi querido Parque Metropolitano he acumulado 8302
kilómetros, lo que equivale a 2.61 veces la frontera entre México y Estados
Unidos o más de una quinta parte la circunferencia de la Tierra.
Pero la parte principal de mi manía la constituyen los veinticuatro años anteriores, desde que en 1979, a la edad de treinta, comencé literalmente mi carrera en México, la que me alcanzó para finalizar exitosamente los maratones de Nueva York (1985), Berlín (1987) y Boston (1988), aparte de los dos primeros de la historia en la Ciudad de México (1983, 1984). Durante todo este tiempo corrí yo un promedio de 1500 kilómetros al año o aproximadamente treinta por semana, lo que multiplicado por todos esos años da un gran total de 36000, aunque no está uno de humor como para correr todo el año a esa intensidad, pero, por otro lado, los maratones son súper demandantes, lo cual compensa de sobra los bajones que se dan a lo largo de tanto tiempo.
A lo que voy es que haciendo sumas, restas y multiplicaciones puedo presumir con todo orgullo que ya troté el equivalente a los 40 mil kilómetros de la circunferencia de la Tierra por lo menos una ocasión, aunque ello me haya tomado ¡46 años!
Intentaré en la próxima tardarme menos.
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