Hace poco más de un cuarto de siglo me
matriculé en un curso de literatura contemporánea que impartía en la
Universidad Iberoamericana campus Santa Fe en la Ciudad de México el insigne crítico
literario mexicano Christopher Domínguez Michel, miembro del Colegio Nacional
desde 2017, la más prestigiosa institución académica del país. El grupo lo
conformábamos dos varones y varias damas, completando casi la veintena
entrambos.
Una de las tareas que el profesor
Domínguez encomendó a sus alumnos fue la lectura de la magna obra del ilustre
escritor y filósofo austriaco Hermann Broch -injustamente privado del Nobel de
literatura- La muerte de Virgilio,
sin haberse cerciorado previamente, ni tenía por qué, de que las librerías lo
tuvieran en existencia. Resultó penoso el deambular de veinte diletantes por
todas las librerías de México en busca de tan preciada joya. Obviamente, los
seminaristas visitamos, todos, las mismas librerías, de prestigio y modestas,
por lo que cundió la alarma en la industria editorial mexicana de que el
indisponible libro estaba teniendo una demanda inusual y urgía sacarlo de
bodegas, si es que ahí se encontraba, y si no, pedirlo a las editoriales.
Al final, todas las librerías de la
capital se atiborraron de copias de la famosa novela de Broch, y ninguno de los
alumnos del maestro Christopher se quedó sin su respectivo ejemplar, pero yo
creo que las librerías se quedaron con varios más y han de haber batallado para
moverlos, pues su lectura es muy difícil, ya que trata de la agonía del gran
poeta Virgilio: sus últimas dieciocho horas de vida, con todo lo onírico,
alegórico y filosófico que un relato así pueda tener. Yo lo leí y recuerdo que
lo disfruté mucho, pero a más de un cuarto de siglo de distancia, queda poco en
mi memoria. Habrá que releerlo. Domínguez Michel, por su lado, disfrutaba mucho
al recordar la manera en que sus estudiantes habían podido desquiciar de tal
forma el mercado del libro en México.
Todo esto viene a cuento porque acabo de
leer Los inocentes, también del
antedicho Broch, una novela de entreguerras conformada por varios relatos y
textos poéticos, y un sesudo prólogo de Lluís Izquierdo, académico catalán. En el libro se entremezclan, en los diversos relatos, los mismos personajes, lo que
le imprime un carácter de unidad. La acción transcurre en una pequeña ciudad
alemana en tiempos en que la amenaza del nazismo se cernía sobre la humanidad,
por ello, quizá, el tono un tanto lúgubre de la escritura, pero ciertamente
disfrutable.
Pero volviendo al tema del seminario, no
se imaginan el escándalo que se armó cuando me atreví a sugerir que Televisa había tenido mucho que ver en
el otorgamiento del Nobel de literatura a Octavio Paz, habida cuenta de que
Christopher fue siempre un miembro distinguido del grupo del exquisito poeta,
junto con Enrique Krauze, Guillermo Sheridan, Gabriel Zaid y otras luminarias
por el estilo. Mi atrevimiento bastó para que el susodicho Domínguez tildara mi
osadía, sin referirse a mí directamente, de infamia inaceptable. A lo que yo
riposté para mis adentros: la verdad no peca, pero incomoda.
No mucho tiempo después, en junio de
1999, publiqué una carta en Letras Libres,
bastión de este grupo, donde objetivamente señalaba los vicios de esta “mafia”,
sin dejar de reconocer sus indudables méritos, y reconozco que ellos tuvieron
el valor de publicarla, y hasta me incluyeron en el apartado de Nuestros Autores de dicha revista. A
continuación, el texto íntegro de la carta:
De mafias buenas y mafias malas
Sr.
director:
Bien dice el dicho: no hagas cosas buenas que parezcan malas.
Primero fue Sheridan, el domingo 18 de abril, en el suplemento cultural El Ángel del periódico Reforma, con una despiadada crítica contra los
"puros", para utilizar sus mismos términos. Por supuesto, este
calificativo lo dirige a todos aquellos que osan atacar a los
"impuros", es decir, Paz, Krauze, sus proyectos culturales Vuelta y Letras Libres, y todos aquellos que estrechamente colaboraron o
colaboran con ellos en estas aventuras literarias.
Ahora son Christopher Domínguez Michael y Sergio
González Rodríguez en el número cinco de Letras Libres en la "sección del lector", como
reza el pie de página de Cartas sobre la Mesa. No deja de llamar la atención
que dos de estos tres personajes sean miembros del consejo editorial de Letras Libres, y el otro, junto con Domínguez nuevamente, lo
sea del de El Ángel. Por cierto, el único otro colaborador
"espontáneo" de Cartas sobre la Mesa este mes es Aurelio Asiain,
conspicuo miembro, también, del consejo editorial de Letras Libres. Todos ellos, pues, del equipo de
"impuros" en cuya defensa irrumpe Sheridan.
La crítica de González Rodríguez contra Carlos
Fuentes me parece particularmente desagradable por hacerla con la lisonja de
por medio y mordiendo el rebozo. Pudo evitarse toda esa verborrea e ir
directamente a las dos o tres líneas críticas rescatables de su extenso
escrito. Esto me motivó a releer el artículo de Krauze sobre Fuentes en el
ejemplar de Vuelta que conservo de junio de 1988. Concluyo que lo que me
molesta es ese bloque tan sólido que ustedes forman contra todo intento de
crítica que no provenga del grupo mismo, y la forma tan despiadada con la que
arremeten contra todo lo que se mueva afuera. Creo que ustedes son los
realmente refractarios a la crítica. Todavía recuerdo cómo fui indirectamente
tildado de infame por Christopher Domínguez Michael cuando me atreví a sugerir,
durante un curso de literatura contemporánea que impartía él en la Ibero, que
Televisa había influido para que le otorgaran el Nobel a Octavio Paz, con todas
las señoras que componían el resto del grupo apoyando frenéticamente a
Domínguez.
No obstante todo lo anterior, y a pesar de que González
Rodríguez no me gusta, disfruto enormemente los escritos de Sheridan en la
revista, devoro los ensayos y análisis de Krauze, aun cuando no comparta muchas
veces su opinión, y un par de clases que recibí de Domínguez Michael en la
Ibero me parecieron soberbias. Parafraseando al propio Krauze cuando trata de
explicar su relación con Televisa, creo que es posible intentar cambiar al
sistema desde el interior del sistema mismo. Eso es lo que intento con la
publicación de estos inocuos comentarios en "nuestro" espacio dentro
de su revista.