Después de leer a Faulkner, mi yo interno reclamó diciéndome que siguiera con algo más sencillo, lo que provocó que acudiera a mi extensa lista de recomendaciones y seleccionara Crucero de verano, de Truman Capote, que a su vez me llevó a consultar en Amazon la disponibilidad del libro. Sin siquiera leer el título, seleccioné el ícono desplegado en primer término y compré, de un solo click, Música para camaleones, del mismo autor. Como vi que la obra estaba bien calificada por un puñado de lectores, no procedí a la devolución, me conformé con lo erróneamente comprado y emprendí su lectura.
Ya había leído de Capote su monumental A sangre fría, incluso en dos ocasiones, y huelga decir que me fascinó, lo cual no obstó para que este “nuevo” volumen resultara una agradabilísima sorpresa. El libro consta de un prefacio, donde el escritor nos platica sus cuitas como autor consagrado, y de catorce relatos cortos de no más de 4-15 páginas cada uno, mediados por una novelita, Ataúdes tallados a mano, al estilo de A sangre fría, basada también en hechos reales, de exactamente 60 páginas de extensión. Una creación maravillosa el libro todo, que puede ser agotado en una sola sentada y de un suspiro.
Siempre he pensado que el mayor invento del ser humano, y del que derivan absolutamente todos los demás, es el lenguaje, porque permite entendernos y nos ha hecho progresar como ninguna otra especie en la historia del universo. Entonces, digo yo, por qué no utilizarlo de manera franca y sencilla como Truman, no como poetas y novelistas inescrutables, y quizá, de esta manera, viéramos multiplicados nuestros progresos a la enésima potencia.
Música para camaleones me hizo recordar a Dublineses, de James Joyce, otra encomiable colección de relatos, y La vida breve, de Juan Carlos Onetti, otro conjunto de relatos, pero éste sí abominable, según yo, sobre todo en su segunda parte, plagada de necedades sin sentido. Insisto, de acuerdo a mi humilde parecer. Como en el caso de Onetti y muchas otras creaciones literarias, un solo relato, Música para camaleones, da título a toda la obra de Truman.
Así pues, al diablo con novelistas enrevesados y complejos como Joyce, Faulkner, Proust, Musil u Onetti, y poetas que no lo son menos como Yeats, Paz, Keats y Gorostiza, y bienvenida la suculenta, fluida y sublime prosa de Capote.
Perdón por el sacrilegio, y ¡salud!
No hay comentarios:
Publicar un comentario