La actual jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, se tituló de física por la Universidad Nacional Autónoma de México con la tesis Estudio termodinámico de una estufa doméstica de leña para uso rural, en 1988, que quizá carezca de todo el glamur de un trabajo científico que se precie de serlo, pero que le alcanzó para continuar por esa senda y recibir el grado de maestra en ingeniería energética con la tesis Economía del uso eficiente de la energía eléctrica en la iluminación, por la misma universidad en 1990, y de doctora en ingeniería ambiental en 1994 con el trabajo Tendencias y perspectivas de la energía residencial en México / Análisis comparativo con las experiencias de conservación y eficiencia de los países de la OCDE, también por la UNAM.
Lo que primero llama la atención es cómo una persona aparentemente tan calificada no pueda estar asesorando en cuestiones de energía a su “jefe”, con tales estudios comparativos contra la OCDE.
Pero lo que a mí más me impresiona es el agradecimiento a su entonces esposo Carlos Ímaz Gispert en la tesis doctoral del 94: “Gracias muy especiales a Carlos por el tiempo, la paciencia, el respaldo, el apoyo, la confianza, el entusiasmo, el aliento, el ánimo, la decisión, por estos años tan padres que hemos pasado juntos y también, por contagiarme cada día de ese deseo y esperanza por el cambio.” (sic). Sí, sí, el mismo Carlos que años después recibiría miles de dólares de manos de su tocayo Ahumada como soborno por futuros favores.
Sobre todo después del desafortunado reconocimiento de Ímaz en su tesis de maestro en sociología por la UNAM cuatro años antes, en 1990, La educación en México a fines del siglo XX: “A Claudia Sheinbaum Pardo debo agradecerle tanto, que no se podría mencionar aquí. Sin embargo debo decir que ella hizo su tesis, crió a la hija, hizo la comida, lavó los platos, paseo a los hijos, participó en el CEU, me aguantó la neurastenia, me dió ánimos y todavía revisó con ojo crítico y enriqueció todos los borradores de la tesis y a ella se debe que no aparezcan algunas de las barbaridades que uno se anima a decir. Como no pudo corregirlas todas, de 1as burradas aquí dichas sólo yo me declaro culpable.” (sic).
Tanto amor duró sólo hasta el 2016, pero, ambos, renunciaron a las ciencias duras y al humanismo en aras de la grilla, con muy diversa suerte para el uno y para la otra. Él, en el ostracismo y el descrédito más absolutos, y ella, en la antesala de la Presidencia de la República.
¡Láaastima, Carlitos! De posible Primer Caballero de la nación a despreciable paria sin rumbo.
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