No dudaría que el sainete entre la ASF y la Presidencia de la República sea un nuevo distractor artificialmente creado para salvarle cara al Gobierno federal, sobre todo después del garrafal error detectado en las cuentas del auditor en lo que se refiere al NAIM en Texcoco. Como dice Arturo Herrera, secretario de Hacienda: “Se contrajo deuda y nunca se ejerció. Con ese mismo dinero se pagó la deuda”, es decir, se contabilizaron como deuda 253 mil millones de pesos que se estaban devolviendo. Inconcebible. Si a esto agregamos lo que comenta hoy Carlos Loret de Mola en su columna de El Universal (Con dinero se arregla tu auditoría, 25/02/2021), donde se delata la corrupción en que caen los auditados para borrar las irregularidades en que incurren, mediante un despacho a modo que la misma ASF les recomienda, qué no le habrán ofrecido a David Colmenares Páramo para que se prestara a este jueguito para probar que nuestro Presidente es puro y bueno -como el negrito Tomás, personaje inolvidable del comediante Héctor Suárez-, y que se dejó corromper por los “opositores” del inefable AMLO, y que la bola crezca y crezca por días, semanas o meses, al fin que casi no tenemos urgencias que atender. Pero en fin, todo esto es pura especulación de mi parte.
Lo que verdaderamente quiero tratar es la falta de contrapesos fiables para buscar la separación del cargo de un enfermo mental grave, falta de contrapesos que queda más que probada por lo que digo en el párrafo anterior para un caso nimio. ¿Se imaginan lo difícil que sería tener un Congreso digno que viera por ese caso mucho más grave de tener que someter a alguien a juicio por su insania mental y la destrucción que ésta está ocasionando? Porque lo del NAIM no es nada comparado con lo que se propone en la iniciativa preferente enviada a la Cámara de Diputados por López Obrador para modificar la Ley de la Industria Eléctrica. En demandas nacionales e internacionales, contaminación ambiental y encarecimiento de la energía eléctrica estaríamos pagando muchísimo más. No incluyamos ya más nada, con solo la cancelación del NAIM y esta reforma tendríamos elementos más que suficientes para probar el desequilibrio mental de quien, por decisión personalísima, mueve los hilos de tan demenciales propuestas.
Muy probablemente, de ser aprobada por las cámaras, la referida nueva ley de la industria eléctrica se fuera a controversia constitucional en la SCJN, cooptada ya en buena parte por nuestro personaje debido a las tres designaciones de ministros que ha hecho y por contar con la servil venia de su ministro Presidente, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea. De tal suerte que el fallo emitido en el pasado reciente por la Comisión Federal de Competencia Económica en contra de las pretensiones de López Obrador y que fue refrendado en esa misma ocasión por la Corte, es muy probable que el Pleno de la misma lo ratificara ahora, aunque se requeriría por lo menos de ocho de los once votos de los ministros para declararla inconstitucional. Si la votación tuviera lugar antes de que el ministro Franco se vaya, se podría tener un marcador 8-3 a favor de la razón, pero si ésta tiene lugar después de que el sátrapa imponga a otro más de sus incondicionales a la salida de Franco, la ciudadanía perdería con guarismos que, aunque favorables 7-4, serían insuficientes para declarar el engendro inconstitucional.
¿Cómo es que lo permitimos (conjugación en tiempo presente, no pretérito)? ¿De verdad no hay nada que podamos hacer? Desconozco si algún organismo de la sociedad civil pudiera proponer que se defenestrara del Poder a alguien tan enfermo y vil. Si la única que pudiera hacerlo es la Cámara de Diputados, estamos fritos. Sin embargo, aunque desgraciadamente creo que para las elecciones del 6 de junio de este año es ya demasiado tarde para lograr un cambio en el Congreso, sobre todo considerando los apoyos “sociales” y el manejo abyecto que se está haciendo con la vacunación, el año que viene deberíamos abocarnos sin desmayo a la revocación de mandato del tirano, esa es nuestra gran oportunidad y estamos ya sólo a unos meses. ¡Organicémonos, por piedad, México no merece tanta ignominia!
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