Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2020

Pinche vieja tan majadera

Imagen
  Mi último deseo antes de morir: terminar el libro que en ese tiempo estuviera leyendo. Nunca antes había leído un libro escrito por alguien -hombre o mujer- que se solazara tanto con la utilización de epítetos y “malas” palabras, así como en procacidades y escenas escabrosas, como lo hace Fernanda Melchor en Temporada de huracanes (Penguin Random House, 2017): de cada tres palabras, cuatro son leperadas o escabrosidades. O como diría el clásico: no, menos, cinco. Pero lo que al principio me pareció un tanto chocante, se fue diluyendo con el paso de las páginas hasta encontrarme sumergido y sin darme cuenta en una fascinante lectura, a pesar de que el estilo no merma a todo lo largo de esta maravillosa novela que incluso me inspiró el epígrafe que antecede. ¡Qué   bueno que existan pinches viejas tan cabronas y majaderas, las muy hijas de su puta madre! (Sentencia esta última que parece extraída de la prosa de la sublime Melchor). La connotada académica Sara Sefchovich h...

Migrantes

Imagen
El fenómeno de los migrantes es magistralmente narrado en la novela Las uvas de la ira (1939), del laureado autor norteamericano John Steinbeck, Nobel de Literatura 1962. En el libro el escritor nos refiere las peripecias de una familia que tras el despojo de sus tierras por sus acreedores y la llegada de la “automatización” (básicamente el empleo de tractores) para el cultivo, se ve obligada a partir del terruño en Sallisaw, Oklahoma, rumbo al oeste, sin ningún plan determinado, pero arribando finalmente a la próspera California. En el ínter se detienen y emplean por escasos días y paga aun más escasa (en verdad, miserable) en diversos puntos, antes de llegar a su destino final. Es imposible no pensar en lo que ocurre más de ochenta años después y en los mismos lugares, aunque no ya con sus migrantes, sino con los que les llegan de fuera de su país. Describe el autor cómo veían los lugareños a sus paisanos recién llegados: “Hombres que nunca habían sentido hambre, conocieron las mi...

Explicación no pedida...

Imagen
Cuando tenía 27 años de edad (increíble, Elena, mi esposa, contaba entonces con tan sólo once) sufrí una amarga decepción amorosa que me llevó a consultar a tres siquiatras distintos en fila. El primero, un doctor Barragán, que resultó ser mi maestro de anatomía en segundo de prepa, de inmediato esquivó el bulto diciendo que por la naturaleza de mi “padecimiento” sería mejor que me atendiera una siquiatra, de quien he olvidado el nombre. De cualquier forma, no aguanté muchas sesiones con ella y pronto se deshizo de mí diciendo que lo que yo necesitaba eran medicamentos, que me iba a recomendar con otro especialista más, también siquiatra, que era un chingón para eso de los barbitúricos, del que tampoco recuerdo de su nombre. Y ahí me tienen, yendo a un lúgubre consultorio de Tlalpan, donde el viejo galeno atendía. De entrada, me recetó unas pinches pastillitas moradas (Motival) que resultaron peores que el demonio, pues me llevaron a una depresión más aguda que la que ya traía. En fi...

Apología del papel

Imagen
Me llevó a recordar mis apuntes de análisis complejo de hace cincuenta años en la Facultad de Ciencias de la UNAM, esos que con tanto empeño, dedicación y cariño pasaba en limpio en casa cada tercer tarde, y que constituyen ahora un auténtico incunable personal. En estos tiempos hubieran desaparecido entre el cúmulo de basura electrónica que desechamos todos los días. Entonces no: una pluma, un lápiz, un compás y decenas de hojas blancas de papel escritas por los dos lados los hicieron inmortales, junto con el recuerdo de aquel sabio que me enseñó a amar la materia, de tanta utilidad hoy día en que he decidido adentrarme en el tópico para desentrañar el misterio que se esconde detrás de la conjetura de aquel genio de hace más de siglo y medio, que versa sobre el tema y nadie, jamás, ha podido probar. Me sirvió, también, para hacer consciente el placer de leer el papel periódico todos los días junto con el desayuno, placer que para nada brindan una tableta o un celular: mancharse los ...

Remordimiento

Imagen
Mi amigo RS me visitó intempestivamente la otra noche y me preguntó que si me encontraba solo, pues tenía necesidad de platicarme algo. Resulta que el día anterior por la tarde fue a visitar a su amiga X, ya que ella, en su ansiedad, quería conversar con él. X actuaba de manera extraña y, en efecto, parecía muy ansiosa. Estuvieron hablando de cualquier cosa durante un buen rato hasta que los sorprendió la noche, sin dejar ella de manifestar ese extraño comportamiento. De repente, se acercó a mi amigo y con un actuar un tanto grotesco producto de su estado, lo besó y se le insinuó. RS, que nunca había tenido una proximidad tal con X, sutilmente la rechazó, no queriendo en su situación abusar de ella, pero que tampoco se ofendiera por su negativa. La mujer le insistió en que no lo tomara a mal, que conocía a Ch, su esposa, y que jamás se atrevería a traicionarla de esa manera, que lo único que quería era intimar con él esa única vez. RS se mantuvo firme en su suave negativa, la tranq...

Una apuesta de mucho peso

Imagen
Ya les he platicado con anterioridad del amigo que conocí en la prepa, muy bueno para las matemáticas, y que se dedica hoy en día a especular en los mercados financieros internacionales, donde le va muy bien. Desde aquellos tiempos manifestaba una habilidad para los números extraordinaria y que se manifestaba, entre otras áreas, en el de las apuestas. En ese entonces, no tenía ni un peso en la bolsa y se las ingeniaba para apostar sin perder. Así, en un partido de futbol, por ejemplo, en el que en el papel por lo menos aparecía un claro perdedor (P) y un obvio ganador (G), pronto encontraba a alguien que le fuera a G y le proponía una apuesta de dos a uno, yéndole él a P con dicha ventaja. El otro, por supuesto, con gusto aceptaba. Batallaba un poco más para encontrar a alguien que le apostara a P y él a G, pero a la par, es decir, sin ninguna ventaja para nadie. Si el resultado del partido era como todo mundo esperaba, mi amigo no perdía nada, pues los 100 pesos que ganaba por un lado...

Felicidad y futuro

Imagen
  La felicidad, dicen, se puede adquirir de tres formas: la primera, interna al individuo, mediante el manejo de los neurotransmisores (serotonina, dopamina, oxitocina) y un agente que los regule, como los antidepresivos, por ejemplo. La segunda, al contario, externa al individuo, y en la que el agente podría estar representado por un proyecto de vida, algo que le diera sentido a la existencia. Paradoja de paradojas: darle sentido a algo tan sinsentido como la existencia, pues si realmente creemos que somos producto de un diseño inteligente y que estamos llamados a cumplir una misión única en el universo, estamos jodidos. El planeta Tierra desaparecerá sin dejar huella, sin que ese universo lo resienta y el que se seguirá expandiendo ad infinitum por toda la eternidad. Qué Dios ni qué nada. El único dios verdaderamente bueno y misericordioso en el que yo creo, no es dios, es diosa: la muerte. Todo el que ha padecido esta vida, aunque sólo sea por el simple hecho de haber nacido, y...