jueves, 16 de julio de 2020

La Compañía Más Admirada

A principios de 1975 atravesaba yo por una severa crisis existencial. El año anterior había abortado unilateralmente un importante proyecto personal en el extranjero y regresaba a casa derrotado. A poco de volver, el último cuarto de ese año, entré a trabajar en Telmex, donde sólo duré tres meses y medio. De inmediato me uní a un consultor independiente que poco antes había renunciado a la misma empresa. Con él estuve únicamente mes y medio, tras una nada cordial relación. Mi desesperación era tal que caí en la Secretaría de Hacienda del Gobierno federal, con una estancia ahí de solamente ¡cuatro semanas! Ya para entonces formaba yo parte de una terapia grupal de ocho personas bajo la supervisión de una siquiatra por los rumbos de Polanco. A tal grado se había derrumbado la fe en mí mismo.

Lo que me llevó a dejar Hacienda, además de la crisis personal y el deprimente ambiente burocrático, fue el anuncio en el periódico con el que IBM trataba de allegarse recién graduados o pasantes en distintas áreas académicas para becarlos y encaminarlos en la carrera de proceso de datos. El examen de selección de estos becados se había llevado ya a cabo en las instalaciones del cine Roble y a él acudieron alrededor de quinientos aspirantes. Los resultados con los que se seleccionaría a una veintena de jóvenes serían dados a conocer pocos días después. Mientras me aburría en Hacienda, recordaba que entre los múltiples bandazos que di por aquella época estaba el de haber acudido a las oficinas del Gigante Azul en Mariano Escobedo a presentar exámenes en el departamento de personal. Tímidamente acudí a solicitar que se me tomara en consideración para la elección final de becarios y que entendería que si no se hiciera así, era por haberme presentado a destiempo. Me pidieron esperar en recepción mientras ellos revisaban mi expediente. Poco después bajó una amable empleada y me preguntó que si tenía tiempo en esos momentos de ya únicamente presentar los exámenes de inglés, a lo que con regocijo respondí afirmativamente. Un par de días más tarde me llamaron a la casa para comunicarme que había sido uno de los 19 afortunados, entre los centenares que presentaron el examen, en ser elegido como becario de IBM de México. El regocijo personal y familiar fue grande. Frisaba yo los 26 años de edad.


La beca inició el lunes 4 de agosto de 1975, hace casi 45 años, y desde el principio sentimos yo y mi deplorable estado de ánimo el intolerable ambiente de competencia que se respiraba entre los compañeros. Cuatro de ellos fueron “invitados” a abandonar el programa por bajo rendimiento durante los primeros días y, antes de que a mí me lo propusieran, pedí hablar con el coordinador de la beca para comunicarle mi decisión de marcharme por voluntad propia. Esta persona, a la que le vivo eternamente agradecido, cambió mi destino. “¿Ya olvidaste –me dijo- el video de Vince Lombardi que les proyectamos hace poco? ¿El del segundo esfuerzo? Tú te estás derrotando a la primera oportunidad. Toma tus manuales, vuelve al salón y ¡vamos por ese segundo esfuerzo!” Trabajé para IBM por más de veinte años, la época más lúcida y lucida de mi existencia.

Tiempo después supe que, previo a la beca, hicieron un estudio cuidadoso de todos nuestros antecedentes para determinar a quiénes de nosotros no se podrían dar el lujo de perder, y fue así como al final seleccionaron, dentro de esos 19, a los siete a los que nos ofrecieron empleo formal. ¡No sé cómo me les colé! Fue una delicia laborar para IBM: orgullo por el trabajo, aprendizaje, reconocimientos, viajes a todo lo largo de América (al norte -EU y Canadá- a aprender, y al sur -Argentina y Brasil- a fiestas, comúnmente conocidas como convenciones). No es casualidad que varias veces en la década de los 80 IBM haya sido reconocida como la Compañía Más Admirada del Mundo por la revista Fortune. Y de veras se siente uno inmensamente feliz de ser parte de ello, como los granos de arena que conforman la playa.

Yo además tuve la enorme fortuna de ser asignado temporalmente a EU como soporte mundial en el área de comunicaciones, y como tal, viajar por todo el orbe, en especial Europa, el Lejano Oriente y Sudamérica, durante los dos años más felices de mi vida que recuerde.

En 1995 solicité y obtuve mi retiro anticipado de IBM de México, y en 1998, con el boom de las .com, volví a trabajar para IBM de EU, mediante un contratista en Denver, por más de un año.

Vivo perennemente agradecido a IBM por lo que considero lo mejor que me ha ocurrido en la existencia, después de la familia, claro.

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