Siempre he creído que los demás -lo
demás- son producto de mi imaginación, y esto es estrictamente cierto, pues si
yo desaparezco, lo demás -los demás- desaparece junto conmigo. Sin embargo,
esta particularidad “mía” es muy consecuente y crea las condiciones ideales
para que todo esto se dé dentro de la más rigurosa lógica. De buen tiempo atrás
considero mi vida absolutamente sin sentido y es por ello que he deseado mi
muerte casi tanto como lo que más en la vida (qué paradójico), y quizá el día
no esté lejos. Es por ello que el coronavirus, como al idiota de nuestro cuento,
le vino a caer como anillo al dedo a mi imaginación, junto con la inanición de
mi negocio. Lo primero, el SARS-CoV-2, por los millones de seres humanos a los
que se llevará entre sus múltiples patitas en los próximos varios años, y
dentro de los cuales, por supuesto, yo soy un candidato ideal y de alto riesgo
(por mi edad), y lo segundo, el desfallecimiento de mi querida tienda, como
justificación plena para ya no querer seguir más aquí. Como dicen los
pusilánimes, mejor morir por Covid-19 que de hambre.
No, si les digo, mi imaginación es
cabrona y ya lo dispuso todo.
Además, se va adentrando uno en el ambiente,
con autores apocalípticos como Alejandro Hope, Héctor de Mauleón o Ricardo
Raphael, y con tantos otros sesudos artículos en la prensa diaria. Literal, ya
no se puede uno imaginar una futura normalidad ni a corto ni a mediano ni a
largo plazo. A ello contribuye, también, el cínico manejo de las cifras que están
haciendo nuestras autoritarias (sic): López Obrador, pero, sobre todo, ese
hígado insoportable que responde al nombre de Ego López-Gatell, servil
personaje de caricatura que no le debe cuentas más que al impresentable peje. Y
ahí los tienen, como payasos de circo, pero lanzándose, en vez de pasteles,
cebollazos mutuos: “la fuerza moral del presidente”, “no estás solo, Hugo”, y
por el estilo. El doctor supeditó toda su capacidad técnica a los afanes
políticos de AMLO, pero, primordialmente, de él mismo. Y mientras tanto, ni
imaginamos las verdaderas tragedias humanas que se están viviendo en hospitales,
morgues, frigoríficos ambulantes y panteones, con cadáveres abandonados aquí,
allá y acullá. Nos quedaríamos helados si pudiéramos echar un ojo a lo que
nuestros vilipendiados y agredidos médicos se asoman todos los días a costa de
su propia vida. Agredidos por turbas infectas y vilipendiados por un imbécil.
Hasta aquí, la tragedia de salud. De la
tragedia económica, ya mejor ni hablamos, pues además ya lo hice de alguna
manera en el artículo anterior. Pero cómo estarán las cosas para que ésta, la
economía, ya supere en las encuestas a la seguridad como la principal causa de
la preocupación de la gente. Sin embargo, como en Guanajuato somos bien
democráticos, ambas, la seguridad y la economía, las traemos a ras del suelo,
incluso por debajo, aunque ciertamente la economía nos ha impedido ver en toda
su crudeza la barbarie que invade al estado.
Los cinco talk shows diarios de AMLO y compañía le permitieron a éste
incrementar en 8 puntos porcentuales su nivel de aceptación el último mes, cosa
que no creo que haya ocurrido con Diego Sinhue, quien arrastra así la cobija
con una trifecta: seguridad, economía y popularidad.
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