martes, 12 de mayo de 2020

Solipsismo

Siempre he creído que los demás -lo demás- son producto de mi imaginación, y esto es estrictamente cierto, pues si yo desaparezco, lo demás -los demás- desaparece junto conmigo. Sin embargo, esta particularidad “mía” es muy consecuente y crea las condiciones ideales para que todo esto se dé dentro de la más rigurosa lógica. De buen tiempo atrás considero mi vida absolutamente sin sentido y es por ello que he deseado mi muerte casi tanto como lo que más en la vida (qué paradójico), y quizá el día no esté lejos. Es por ello que el coronavirus, como al idiota de nuestro cuento, le vino a caer como anillo al dedo a mi imaginación, junto con la inanición de mi negocio. Lo primero, el SARS-CoV-2, por los millones de seres humanos a los que se llevará entre sus múltiples patitas en los próximos varios años, y dentro de los cuales, por supuesto, yo soy un candidato ideal y de alto riesgo (por mi edad), y lo segundo, el desfallecimiento de mi querida tienda, como justificación plena para ya no querer seguir más aquí. Como dicen los pusilánimes, mejor morir por Covid-19 que de hambre.

No, si les digo, mi imaginación es cabrona y ya lo dispuso todo.


Además, se va adentrando uno en el ambiente, con autores apocalípticos como Alejandro Hope, Héctor de Mauleón o Ricardo Raphael, y con tantos otros sesudos artículos en la prensa diaria. Literal, ya no se puede uno imaginar una futura normalidad ni a corto ni a mediano ni a largo plazo. A ello contribuye, también, el cínico manejo de las cifras que están haciendo nuestras autoritarias (sic): López Obrador, pero, sobre todo, ese hígado insoportable que responde al nombre de Ego López-Gatell, servil personaje de caricatura que no le debe cuentas más que al impresentable peje. Y ahí los tienen, como payasos de circo, pero lanzándose, en vez de pasteles, cebollazos mutuos: “la fuerza moral del presidente”, “no estás solo, Hugo”, y por el estilo. El doctor supeditó toda su capacidad técnica a los afanes políticos de AMLO, pero, primordialmente, de él mismo. Y mientras tanto, ni imaginamos las verdaderas tragedias humanas que se están viviendo en hospitales, morgues, frigoríficos ambulantes y panteones, con cadáveres abandonados aquí, allá y acullá. Nos quedaríamos helados si pudiéramos echar un ojo a lo que nuestros vilipendiados y agredidos médicos se asoman todos los días a costa de su propia vida. Agredidos por turbas infectas y vilipendiados por un imbécil.

Hasta aquí, la tragedia de salud. De la tragedia económica, ya mejor ni hablamos, pues además ya lo hice de alguna manera en el artículo anterior. Pero cómo estarán las cosas para que ésta, la economía, ya supere en las encuestas a la seguridad como la principal causa de la preocupación de la gente. Sin embargo, como en Guanajuato somos bien democráticos, ambas, la seguridad y la economía, las traemos a ras del suelo, incluso por debajo, aunque ciertamente la economía nos ha impedido ver en toda su crudeza la barbarie que invade al estado.

Los cinco talk shows diarios de AMLO y compañía le permitieron a éste incrementar en 8 puntos porcentuales su nivel de aceptación el último mes, cosa que no creo que haya ocurrido con Diego Sinhue, quien arrastra así la cobija con una trifecta: seguridad, economía y popularidad.

Ojalá no sea tan desaseado en el manejo de la salud como sus contrapartes en México, aunque a mí, para ser consistentes con lo dicho al principio de este artículo, me valga ya madres.

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