Quiero destacar algunos aspectos autócratas, megalómanos, egocéntricos
y autoritarios de Andrés Manuel López Obrador en su primer aniversario en la
Presidencia de la República. Cómo olvidar su flamígera y “autorizada” condena
de Hernán Cortés por acontecimientos ocurridos hace 500 años al llamarlo el
primer delincuente electoral por autoproclamarse alcalde, según él, apenas hubo
desembarcado en nuestras tierras, y también pionero en corrupción por haber
despojado de sus tesoros al emperador Moctezuma. No nos vienen mal sus
lecciones de “historia”. México lleva doscientos años de ser independiente y
este sujeto sigue viviendo con traumas de hace medio milenio.
¿Y cómo calificar la presentación a la
prensa durante una mañanera de su panfleto Hacia
una economía moral, contraviniendo toda norma ética para sacar un beneficio
personal de la explotación sin recato de su alta investidura? ¿Quién más en
este país puede gozar de semejantes ventajas para promoverse desvergonzadamente
ante todo mundo?
La celebración, durante otra mañanera,
de su propio cumpleaños diciendo que ya andaban a esa hora los mariachis por
los pasillos de Palacio entonando Las Mañanitas
para festejarlo, no tuvo desperdicio. Pero cuando añadió que otros dos
personajes muy admirados por él eran también del 53: Miguel Hidalgo, de 1753, y
José Martí, de 1853, su egolatría no conoció límites, para enseguida añadir:
“Me rayé, ¿vedad?”, dando paso a esa risotada ahogada y autocontenida tan suya,
y concluir: “Magínense” (sic), pues literalmente así solicita nuestro héroe a
su audiencia que haga junto con él un ejercicio de imaginación. Incurre
continuamente en semejante barbaridad, y en otras muchas, que de tanto
exponerse son ya proverbiales. Muchos no toleran ni verlo ni escucharlo, yo paradójicamente lo disfruto para detestarlo cada día más.
¿Y qué me dicen de la güeva que le daría
recibir al poeta Sicilia? No lo dijo con ese término, pero estoy seguro que lo
pensó y lo trocó por el más políticamente correcto “flojera”. ¿Ese es el
respeto que le merece un reconocido defensor de los derechos humanos al
Presidente de todo México? ¡Qué pena!
Pero su máximo desliz autoritario, la
cancelación del aeropuerto de Texcoco y su sustitución por el de Santa Lucía,
apenas ahora va cobrando su verdadera relevancia al surgir la pregunta: ¿y cómo
nos vamos a desplazar a dicho aeropuerto?, independientemente de los
reconocidos otros inconvenientes y que han sido desmenuzados hasta la saciedad
por máximos expertos en ingeniería e inversiones. Desplazamiento no solo entre
aeropuertos, sino el independiente de cualquier transbordo. ¿Será necesaria la
construcción de un tren interurbano que facilite tal movimiento, haciendo que
el caldo resulte más caro que las albóndigas y sin derechos de vía a través de
una zona densamente poblada?
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