No se me ocurrió un mejor término para
referirme a animales políticos tan parecidos como Trump y AMLO, y de suerte tan
similar. Ambos son arrogantes, soberbios, megalómanos, egocéntricos,
narcisistas, autoritarios y, sobre todo, mentirosos, muy mentirosos.
Los dos desprecian e injurian a los
medios y oponentes que no les son afines, y gozan de un avasallador respaldo
popular que los conduciría, a uno, a la reelección, y al otro, a la
confirmación de mandato. Especialmente si AMLO, como acostumbra, decidiera no atenerse
en 2021 a los términos que ya para entonces serían muy probablemente
constitucionales, sino a una rápida consulta a mano alzada en la plaza pública
para que no se le revocara el Poder.
Lo más triste de todo es comprobar cómo
sociedades tan aparentemente libres y democráticas como la estadunidense y la
mexicana son sometidas a los caprichos de estos dos autócratas. No comprendo
cómo no existen medios e instituciones que los limiten y, llegado el momento,
los defenestren con la ley en la mano, o si existen, no los sepamos utilizar.
Porque eso fue lo que se intentó en Estados Unidos con la investigación
conducida por el fiscal especial Robert Mueller, pero el fracaso fue
monumental, la Casa de Representantes bastante pasiva y ¡Trump ya lanzó su
campaña de reelección! Qué se podría esperar de nosotros, los mexicanitos. No
más que eso, seguramente.
Yo fui uno de los estúpidos que, como
Susana Zabaleta, votó por López, aunque, a diferencia de ella, sabía que todo
lo que estamos viviendo podría llegar a ocurrir, lo cual no implica que sea
doblemente estúpido o pe…rverso, sino que, cuando lo confesé, abrigaba la
esperanza de que, una vez derruido todo y extinguido el fuego provocador de tal
destrucción y de la consecuente purificación de un ambiente prohijado por un
régimen corrupto de casi un siglo de existencia, resurgiéramos como el ave
fénix.
Bueno, pues hagámoslo. Basta ya de
repetir como merolico y hasta el hartazgo la lista de desvaríos en que ha
incurrido el Peje, que lo único que produce son náusea y vómito: cancelaciones,
proyectos faraónicos, desabastos, destrucción de instituciones, pobreza y,
últimamente, hasta incumplimiento de compromisos legales internacionales con
países amigos como Canadá, por no decir nada del aislamiento en que se mantiene
a México no acudiendo a reuniones globales como la del G-20.
¡Basta ya! Organicémonos como sociedad
civil, esa que tanto desprecia López, y tomémosle la palabra de la revocación
de mandato. Ya conseguimos que ésta se dé en fechas no electorales para que no
la tome como plataforma de campaña para eternizarse, él o su movimiento, en el Gobierno.
Hagamos ahora que se convierta en herramienta efectiva de un referéndum y
despidamos al tonto útil que nos hizo el trabajo sucio de acabar con los
malosos y la sacralización del Poder, y no permitamos que con el tiempo ellos
se vuelvan su auténtico y más que genuino sustituto, si no es que ya lo
hicieron con tanta añeja escoria que reclutaron en sus filas.
Sí, es cierto, AMLO conserva aún una
alta popularidad, pero ya no como antes. Por lo pronto, si restamos a los
cuatro que votamos en casa y a Zabaleta, ya nomás le quedarían 29,999,995
seguidores, pero, créanme, hoy en día son bastantes millones menos, ¡me cae!
Ojalá que los gringos puedan hacer otro
tanto con el orate que los gobierna a ellos, ya sea en este o el siguiente
cuatrienio. En una de esas, hasta el ejemplo les ponemos.
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