sábado, 12 de agosto de 2023

Sui géneris botana de hernia

A mediados de 2011 empecé a sospechar que padecía de una hernia en estado avanzado que comenzaba a ser estrangulada por la estructura anatómica que debiera de fijarla, pues si permanecía mucho rato de pie sentía que me iba a desvanecer, al grado de tener que sentarme de inmediato para no correr el riesgo de desmayarme. Con el fin de no errar en el auto diagnóstico quise tener la opinión de algún gastroenterólogo de prestigio que lo confirmara con tan solo auscultar la protuberancia en la parte baja izquierda de mi vientre. Como sabía que el médico leonés José Ángel Córdova Villalobos, secretario de salud de Felipe Calderón en ese entonces, seguía ejerciendo su especialidad los fines de semana en su natal León, presto concerté una cita con él, sólo para confirmar una hernia inguinal ¡bilateral!, esto es, por partida doble: una en cada ingle.

De inmediato Córdova se ofreció a intervenirme, solicitando únicamente que le proporcionara los formularios del seguro de gastos médicos mayores para que él procediera a llenarlos. Como yo ya no contaba con dicho seguro, y ante lo oneroso de la intervención, le mencioné que me abocaría a lo que me solicitaba y le avisaría cuando todo estuviera listo, pero más bien fui en busca de otras alternativas.

Por ese entonces peleaba yo con el IMSS mi pensión de jubilación, ya que en un principio me la quitaron, quesque por haber laborado para mi esposa para restituir mis derechos, y, una vez que me la hubieron restituido, por el monto, pues la calcularon erróneamente, pero seguía manteniendo mis derechos médicos incólumes. Cuando le comenté al director de servicios jurídicos de la delegación en Guanajuato del IMSS -contra quien peleaba en ese momento mis derechos- mi encuentro con Córdova Villalobos, en un arranque de nobleza que lo honraba y que no me esperaba, se ofreció a ayudarme. Le comenté que los tiempos del Seguro eran los del Señor y que quién sabe cuándo me pudieran programar la cirugía doble que yo requería de urgencia. Con toda parsimonia me atajó y preguntó: “¿Cuándo estaría usted dispuesto para la operación? ¿La próxima semana, el lunes, martes…?”. El martes, lo interrumpí antes de que se arrepintiera.

Y así, el martes 12 de julio de 2011 a primera hora, un doctor Magdaleno del hospital Ángeles y su ayudante me sometieron a la “multicirugía” en la Unidad de Medicina Ambulatoria 55, cada cual en “su” ingle, y me colocaron mallas que hasta la fecha.

Después de toda la parafernalia que se acostumbra en estos casos, mi esposa y un servidor fuimos saliendo de ahí como a las dos de la tarde. Como me sentía de maravilla, le propuse a Elena, una vez en el auto, que cruzáramos la calle rumbo a la plaza donde se encuentra nuestro negocio y que comiéramos en el Toks que se halla ahí mismo. Ordenamos unos tacos de cochinita pibil y un par de cervezas, agradeciendo  al cielo que todo hubiera salido a la perfección.

Terminada la degustación, mi mujer se quedó en la tienda y yo tomé un taxi en la calle para que me devolviera a la casa. Todavía bajo los influjos de la anestesia iba yo platicando de lo más animado con el chofer, pero cuando los efectos del somnífero cesaron por completo, recostado en la cama, fui consciente de mi imprudencia e irresponsabilidad al no haberle solicitado a mi querida Elena que me devolviera de inmediato al hogar para que convaleciera.

Las molestias de las heridas eran grandes, pero afortunadamente bastó una noche de buenos analgésicos y mejor dormir para amanecer al día siguiente plenamente renovados.

Lástima que ya no disponga de estas buenas relaciones en el Seguro, que me hubieran ayudado a sortear las emergencias que padecí  hace unas semanas.

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