miércoles, 8 de febrero de 2017

Golpe de Estado en los EU

Washington, D.C., 21 de marzo de 2018. Nada, ni la guerra de independencia en 1776, ni la de Secesión en 1861, ni el asesinato de Lincoln en 1865, ni la Primera Guerra Mundial en 1914, ni el crack bursátil en 1929, ni la Segunda Guerra Mundial en 1939, ni la de Corea en 1950, ni la de Vietnam en 1955, ni los misiles rusos en Cuba en 1962, ni el asesinato de Kennedy en 1963, ni el de Martin Luther King en 1968, ni el de Bob Kennedy ese mismo año, ni Watergate en 1972, ni la humillante crisis de rehenes en Irán en 1979, ni la primera guerra en Irak en 1991, ni las Torres Gemelas el 9-11 de 2001, ni la segunda guerra en Irak en 2003, ni la crisis financiera mundial en 2008, ni la muerte de Osama bin Laden en 2011, nada, repito, impactó más al pueblo de los Estados Unidos que el golpe de Estado orquestado contra su presidente constitucional, Donald J. Trump, hace dos días, el lunes 19 de marzo de 2018, por el general disidente Timothy S. McCloskey, hasta ese día cabeza del Ejército y hoy jefe de la junta militar que comanda, dice, un gobierno interino, y promete en tres meses restablecer el orden constitucional.

El general McCloskey pasó sobre sus iguales en la Marina y la Fuerza Aérea y aun sobre el supremo comandante de todos ellos, el secretario de defensa, general Florence K. Donovan, en un golpe que ha dejado atónita a la comunidad internacional por ocurrir en una de las democracias más consolidadas -si no es que la más- de todo el orbe. Se ignora en poder de quién vayan a parar los códigos nucleares, o si el depuesto presidente Trump los hará llegar a alguno de sus tres leales, Donovan, la Marina o la Fuerza Aérea, como arma de presión contra el sublevado general del Ejército.

 La Unión Europea, encabezada por Alemania y Francia, se anticipa a reconocer al nuevo gobierno provisional, a condición de que convoque a nuevas elecciones pasado el periodo de gracia solicitado por la junta militar y de que se modifique el sistema electoral estadounidense, abandonando el obsoleto del colegio electoral y sustituyéndolo por el del voto popular, libre y directo, de tal manera que una mayoría democrática determine al nuevo gobernante.

Gran Bretaña se mantiene al margen alegando no querer inmiscuirse en asuntos ajenos a su soberanía nacional y después de haber escuchado la voz del reino manifestarse en octubre pasado mediante el referendo popularmente conocido como Trumpin, a propósito de la relación más conveniente para la Gran Bretaña con respecto a la Unión Americana.

El ex presidente Obama ha dicho que la arraigada cultura democrática de los Estados Unidos no aguantó un minuto más la terrible sensación de opresión representada por el déspota Trump y se ha expresado a través de la digna actitud del general McCloskey para liberar al país de quien lo tuvo secuestrado los últimos 14 interminables meses.

Los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela, encabezados por Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, respectivamente, desconocen a la junta golpista, pues temen, dicen, una oleada militarista en toda América con el propósito de derrocar a sus gobiernos democráticamente constituidos.

México, fiel a su política de no intervención y autodeterminación de los pueblos, prefiere esperar a la decisión de la ONU para ver qué posición tomar. No obstante, fiel también a su indeclinable defensa de los derechos humanos, ha ofrecido asilo político al presidente depuesto Donald J. Trump, y el primer mandatario, Enrique Peña Nieto, ha instruido a su canciller, Luis Videgaray Caso, para que ponga a disposición de aquél el imponente avión presidencial José María Morelos y Pavón y se desplace personalmente al aeropuerto Dulles de la capital norteamericana para salvaguardar la integridad de Mr. Trump, pues teme que si intentaran rescatarlo por la vía terrestre se topasen con un muro que les impidiese el paso y tuviesen que derruir una obra que tanto dinero y esfuerzo le ha costado al abnegado pueblo de México.