miércoles, 23 de enero de 2019

"Los (inseguros) pasos de López"

Durante su famosa comparecencia en el programa La Silla Roja, de El Financiero-Bloomberg, López Obrador defendió mañosa, pero inseguramente, su postura de no haber firmado la Declaración de Lima condenando al dictador venezolano Nicolás Maduro, y dijo que durante una de sus conferencias mañaneras alguien le preguntó que por qué se había abstenido, a lo que él respondió: “A ver, qué dice el artículo 89 de nuestra Constitución, que habla de las facultades y obligaciones del Presidente de México, y qué dice su fracción X, pues que el Jefe del Ejecutivo respetará la autodeterminación de los pueblos y la no intervención. ¡Ahí está! ¿Por qué habría yo de firmar nada?”.

Al escucharlo, de inmediato me pregunté que si una elección espuria como la que afianzaría a Maduro en el Poder podría considerarse como la autodeterminación del pueblo (“bueno”) que justificara la no intervención de López. De inmediato me respondí que por supuesto que no, que dicha abstención contravendría el espíritu mismo de nuestra Constitución.

Es vergonzoso que mejor Trump sostenga una actitud más congruente con la realidad venezolana y se apresure a reconocer que, al ser el único ente legítimamente constituido, la Asamblea Legislativa tiene la facultad de desconocer al gobierno de Nicolás Maduro y nombrar a su líder, Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela mientras convoca a nuevas elecciones. Pero no pequemos de ingenuos, seguramente éste contó con el aval del Imperio antes de lanzarse a su aventura. Más oprobioso para Obrador es que su otro socio comercial en el T-MEC, Canadá, haya ya anticipado también el reconocimiento de Guaidó. Y aun lo es más el que México, por boca de su canciller, se empeñe en seguir reconociendo al usurpador Maduro como presidente legítimo de Venezuela. Todo lo anterior por más que el dictador, como gato boca arriba, haya anunciado en este preciso momento la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, lo que no evitará que los días del sátrapa en el mando estén contados.

De improviso me vino a la mente el libro de “nuestro” paisano Jorge Ibargüengoitia, Los pasos de López, que así firma también el líder fársico indiscutible de la 1T (la Primera Transformación, la Independencia) en la obra de Jorge, siendo en realidad el señor cura Periñón, y que, al igual que nuestro absurdo personaje estrella de la 4T, enarbola el estandarte de la Morena para mejor enfrentar al enemigo en la lucha por la emancipación nacional. De la misma forma en que el López de la 1T de Ibargüengoitia es un hombre querido por todos, el nuestro de la 4T de hoy no lo podía ser menos. Ojalá que su empecinamiento con Maduro no le reste más adeptos que el affaire del huachicol y el desabasto correspondiente.

Himno Nacional Huachicolero

Himno Nacional Huachicolero

Coro

Mexicanos al grito de guerra
El billete aprestad y el bidón
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir de explosión

(Francisco González Bocafloja / Jaime Niní)

viernes, 11 de enero de 2019

He sido censurado

El 13 de diciembre de 2014, es decir, hace exactamente 49 meses, cuando los ataques contra Peña Nieto aún no se volvían un deporte nacional generalizado, envié un artículo al director del periódico local, donde generalmente me publican, en el que exigía la renuncia del mentado presidente. No vale la pena reproducir aquí mi escrito, quizá ustedes lo recuerden, además de que no era mucho más agrio de lo que durante los siguientes años se publicó profusamente en contra de tal corrupto. El director me contestó en los siguientes términos:

Estimado Don Raúl, 

Hay frustración en todos los ámbitos de la vida nacional. Cierto que la devaluación en la autoridad moral del Presidente es mayor que la de nuestra moneda. Es cierto lo que usted dice, sin embargo, salvo que surgiera alguna otra propiedad de Peña Nieto, no veo que quiera ni pueda ni sea conveniente que se fuera. 

Ahora pido su comprensión para no publicar este artículo. El dinosaurio aún no muere y mal herido puede darnos un zape que ni siquiera imaginamos. 

Como usted, también sueño con una primavera mexicana, con tiempos cálidos que pronosticaba Octavio Paz antes de morir. Tengo casi 60 años y aún soy optimista. Por eso mido la fuerza real de nuestra publicación y no quiero un sobregiro de antagonismo puro que nos marque. 

En lo local hay muchísimo por hacer y denunciar.  

Abrir muchos frentes resulta complicado para una organización que tiene 600 empleados. 

Como siempre, le saludo con respeto por su buena pluma e impecable lenguaje. 

Atentamente.

Pues bien, mi escrito del lunes 7 de enero de 2019, El gran imbécil de Palacio, ya no gozó de tal “acogida”, es más, ya no mereció comentario alguno ni razón por la cual no era conveniente publicarlo. No quiero ser injusto, tal vez fuera así porque sólo a mí se me ocurría que hubiésemos llegado a tal grado de libertad de expresión, de la que tanto se ufana el objeto de mis ataques esta ocasión, el inefable Andrés Manuel López Obrador, el tan popular AMLO.

Afortunadamente, dentro de la sesentena de corresponsales a la que suelo copiar mis pergeños, hubo varios que me solicitaron permiso para difundirlo. “¡Hombre, por supuesto, respondía, para eso lo escribí, para que llegue a la mayor cantidad posible de gente!”. Vamos, se lo envié hasta al mismísimo AMLO, bueno, a la página en Internet de la Presidencia de la República, aprovechando el recorte de personal que hubo en el SAT y de que muy seguramente no iban a poder perseguirme por esa vía. ¡Toco madera!

Tuve también la oportunidad de ver y escuchar la entrevista de casi hora y media de duración que le hicieron a AMLO en el programa La Silla Roja, de El Financiero-Bloomberg. Un programa que generalmente dura una hora se tuvo que ir un cincuenta por ciento más allá de su límite, me imagino, por la extraordinaria agilidad mental y desesperantes balbuceos del referido. Además, fue una entrevista a modo, fraudulenta, sin preguntas incómodas (¿cuáles?, si únicamente era AMLO el que hablaba, digo, perdón, balbuceaba). Se vio al mismo Andrés Manuel mentiroso, chapucero y tramposo de siempre. Una vergüenza para los aduladores, que no entrevistadores, Enrique Quintana, Leonardo Kourchenko, María Scherer y Antonio Navalón, festejando todas las gracejadas del adulado López.

Durante dicha entrevista, el martes pasado (8 de enero), AMLO se regodeaba hablando de la crisis gasolinera como si sólo fuera la Ciudad de México la única digna de merecer toda nuestra atención por dicha crisis, pues, decía AMLO, de las 800-1000 gasolineras que hay en la CDMX, los odiosos medios hablan de la “estratosférica” cifra de seis que tienen el problema, y se ufanaba: “muy seguramente sean más, veinte, pero ¿justifica esa cantidad que hablemos de una crisis?”. ¡Idiota!, ya para ese entonces, cientos de miles de leoneses y guanajuatenses en general llevábamos varios días de padecer una crisis generalizada en todas nuestras estaciones de servicio y las terribles consecuencias políticas, económicas y sociales que ello conlleva.

Yo, por mi parte, el mismo 7 de enero, escalé telefónicamente el problema con el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, sin mucha fortuna, pues terminé interactuando con Vicente López, asesor de la secretaria particular de Sinhue, Juana de la Cruz Martínez Andrade. El WhatsApp final que recibí de López (Vicente, no Andrés Manuel) es todo un poema (respeto sintaxis original): “Buenas tardes Sr. Raúl. Se continúa recibimiento las unidades de combustible, pero como lo señala, las filas presentan diferentes circunstancias tanto en horarios como en distribución. Esperemos que se vaya regularizando la crisis.” De risa loca, la esperanza de don Vicente (muy digna de otro insigne guanajuatense del mismo nombre) fue profética: la crisis se halla totalmente regularizada entre nosotros y gozando de cabal salud.

Del insignificante, oscuro y tibio presidente municipal de León, Héctor López Santillana, ya mejor ni hablar.

Lo bueno es que esta mañana me enteré del incipiente surgimiento de los “chalecos amarillos” mexicas que, a semejanza de los franceses que hicieron recular a Macron, pudieran hacer recular también a López (Andrés Manuel, no Vicente).

Finalmente, Andrés Manuel, me cae que si respetas tu ofrecimiento de someter a referendo tu mandato a mitad de sexenio, no te la vas a acabar, vas a salir defenestrado como el más nefasto tirano.

¡Así sea!

lunes, 7 de enero de 2019

El gran imbécil de Palacio

Parafraseando al escritor René Avilés Fabila, más que el gran solitario, quien parece que ocupa el Palacio hoy en día es el gran imbécil, pues son ya innumerables las sinrazones que nos llevan a pensar tal. Me ocuparé de sólo algunas de ellas, las más relevantes a la fecha, quizá.

La primera, que parece haber desatado todas las demás, es la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM, por sus siglas en español, por si AMLO llega a leer esto y no entiende). Apenas esta mañana me desayuné con la noticia de un fraude que se maquinó alrededor de dicha obra por ¡17 mil millones de pesos! No lo dudo ni tantito, pero si ese es el caso, investiga y encarcela, Andrés Manuel, y no te pases el tiempo repitiendo ad nauseam que vas a perdonar a todos. Repito, investiga y encarcela, y concesiona su construcción y operación a agentes privados que sí saben cómo hacerlo, pero no eches por la borda cientos de miles de millones de pesos ya invertidos. El pueblo sabio, pero más que todo pobre, no se merece eso.

Otra. Cómo es posible que seas el único jefe de Estado en oponerte a cuantos firmaron la condena en contra del dictador venezolano Nicolás Maduro, junto con la Declaración del Grupo de Lima, y permanezcas tan campante repitiendo la cantaleta del respeto a gobiernos de otros países. ¿A eso llamas gobierno, a la dictadura de tan repulsivo sátrapa?

Por otro lado, cómo se te ocurre atacar el problema del huachicoleo cerrando los ductos de la refinería de Salamanca que abastecen a León, ambas ciudades en Guanajuato, y que provoca el irritante problema que nos tiene sumidos en la desesperación a todos los ciudadanos. Es como tratar de curar un cáncer aniquilando al paciente o vaciar la tina de agua sucia con todo y niño adentro. Sólo a una mente enferma de Poder se le ocurre semejante aberración. Estás provocando un problema mucho más grave que el que pretendes combatir, pues hoy, por ejemplo, hice cola por más de tres horas en una gasolinera tan sólo para que se nos anunciara a los que todavía esperábamos que el combustible se había agotado cuando aún estábamos lejos de que se nos surtiera. Tuve que pagarle a un particular por un bidón de gasolina magna 30 pesos por litro, lo cual me permitió ir a recoger a mi hija al aeropuerto y percatarme de la existencia de filas de más de un kilómetro y medio de longitud de automovilistas “pacientemente” aguardando a que se les surtiera el combustible.

Peor todavía, el servilismo, por omisión, que has mostrado ante Trump no tiene igual, ya que ha seguido restregándonos que construirá su muro sin que tú te inmutes lo más mínimo,  y ya nos designó como “tercer país seguro” para expulsar a nuestro territorio todos los migrantes que ellos arrojen del suyo, no importando estatus o nacionalidad, como si fuéramos su patio trasero, pues. ¡Y tú, de facto, aceptaste dócilmente!

Finalmente, hasta con el ahorro nacional te estás metiendo, pues a partir del martes 1 de enero de 2019, la tasa impositiva de todas las inversiones financieras en la banca mexicana pasa de 0.45% a 1.04%, ¡un incremento del 131% en dicho tributo!, lo cual te permitirá recaudar varios miles de millones de pesos para satisfacer tus locos programas sociales, cuando de lo que se trataría es de fomentar el ahorro entre tus paisanos, de los que menos lo hacen a nivel mundial, y con tales “incentivos” y una inflación que ronda el 5% anual, los rendimientos bancarios prácticamente pasan a una tasa real negativa.

Compórtate como un auténtico Jefe de Estado, Andrés Manuel, presidente de todos los mexicanos, ya que tus conferencias matutinas con los denuestos e insultos que lanzas a los “conservadores”, tus opositores (así los llamas, dices, porque no son tus enemigos, ¡como si estuvieras todavía en campaña!), y tus pueriles dichos del Chavo, que nunca has abandonado durante toda tu vida política (“lo que diga mi dedito”, “me canso ganso”, et al), le restan dignidad a tu alta investidura, de la que eres el menos propenso a respetar, lo que también queda de manifiesto con tus baños de pueblo que tanto disfrutas cuando vuelas en clase turista.

Voté por ti, aun sabiendo que iba a pasar todo lo que está pasando, y así lo declaré públicamente, pues no era posible tener más de lo que habíamos tenido hasta antes de tu elección. Mi gran esperanza, aclaraba, era que después resurgiéramos como el ave fénix, pero al paso que llevas, no dejarás abierta ninguna posibilidad de que así suceda, por lo que me siento con pleno derecho de exigir que te atemperes.

Hasta para derruir se requiere talento.

miércoles, 2 de enero de 2019

La llamada de la tribu

En fechas recientes he intentado hincarle el diente a obras extraordinariamente complejas. Tal es el caso de La lógica de la investigación científica, de Karl R. Popper, y Tractatus logico-philosophicus, de Ludwig Wittgenstein. Y como una lectura conduce a otras, al enterarme de que el libro más reciente de Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu, es un ensayo que versa sobre la vida y obra de pensadores de la talla de Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, el propio Sir Karl Popper, Raymond Aron, Sir Isaiah Berlin y Jean-François Revel, y queriendo descansar un poco de la frustración de escritos tan difíciles, acometí la generalmente placentera tarea de leer al autor peruano.

El ensayo de don Mario es básicamente una apología de la libertad individual, encarnada mejor que nadie por los autores a que se refiere, y la opone al estúpido y trasnochado nacionalismo o populismo tan característico de nuestro tiempo, aunque sin rebajarse a mencionar por su nombre a personajes tan notables, odiosos y gregarios como Trump, López Obrador, Bolsonaro, Erdogan, Viktor Orban en Hungría, Grillo y su Movimiento Cinco Estrellas en Italia, Salvini y la Liga Norte ahí mismo, Kaczyński en Polonia, más los que se me escapen. De aquí el título de su obra, La llamada de la tribu, para referirse a los desorientados grupos que estos fanáticos lideran.

Pero, insisto, el libro de Vargas Llosa no es de amargura por estos nefandos seres, sino un sublime canto a las virtudes de aquellos filósofos y científicos tan egregios. Vamos, un auténtico poema heroico escrito en prosa.

Curiosamente, en el capítulo dedicado a Popper me enteré de una supuesta disputa tenida por éste precisamente con el otro autor de mis tormentos que menciono al principio: Wittgenstein. La asombrosa coincidencia, obviamente, no me pasó desapercibida y leí el apartado que Mario les dedica regodeándome de mi buena suerte. Esta disputa proporcionó materia hasta para un libro, El atizador de Wittgenstein / La historia de la disputa de diez minutos entre dos grandes filósofos, que fue lo que duró el único encuentro que tuvieron en su vida, el 25 de octubre de 1946, y que, dice Vargas Llosa, se lee como una novela policial. El meollo de las diferencias entre estos dos seres arrogantes en extremo radicaba en que Wittgenstein sostenía que no había problemas filosóficos propiamente hablando, sino sólo acertijos o adivinanzas (puzzles); en contraste, Popper defendía que los problemas del hombre “eran la materia prima de la filosofía y la razón de ser del filósofo  buscar respuestas y explicaciones a las más acuciantes angustias de los seres humanos.”

Pero el Nobel de literatura proporcionó también un inapreciable sedante  a mi conciencia al considerar que el libro de Popper es bastante difícil de leer. No sólo para alguien no versado con las ciencias –la física, las matemáticas, el cálculo de probabilidades, la teoría de la relatividad, los teoremas o la teoría cuántica-, sino que incluso “un científico de alto nivel que se mueva con desenvoltura en estas materias tiene que hacer grandes esfuerzos para no extraviarse” en un libro en que el autor llega al extremo de refutarse a sí mismo sobre lo que ha afirmado con anterioridad.

Popper se atreve incluso a manifestar sus desacuerdos con Albert Einstein, a propósito de la teoría cuántica, precisamente, y publica en su libro una carta y su facsímil donde el sabio le responde en los términos más cordiales: Querido Sr. Popper (Lieber Herr Popper).

A todo esto, Wittgenstein no se queda atrás y la versión inglesa de su Tractatus la prologa el mismísimo Bertrand Russell, con quien ambos, Karl y Ludwig, estaban en deuda por todo lo que les había ayudado, y lo hace en el mismo lenguaje críptico tratando de arrojar luz sobre el trabajo de éste. Corre la especie de que fue Russell quien incitó a Popper a que arremetiera sin circunloquios contra la teoría de los puzzles de Wittgenstein en la disputa que ambos sostuvieron aquel memorable día.

Sin embargo, no desisto en mi empeño por tratar de dilucidar teorías tan sublimes y escribir sobre ellas en futuras entregas, a pesar de que siempre queda el recurso de escribir sobre cuestiones más personales y, muy probablemente, con mejores ratings de audiencia, aunque yo sinceramente prefiera tópicos como el del presente escrito.

¡Feliz 2019!