sábado, 23 de enero de 2021

Bitácora de mi pandemia

No, no es un diario, es más bien un almanaque donde el autor, Arnoldo Kraus (Debate, octubre, 2020), va desgranando sus reflexiones a lo largo de los días, empezando el 19 de febrero de 2020 y terminando el 11 de junio del “año de la pandemia”, 114 interminables jornadas en total. A veces, esporádicamente, se refiere a hechos particulares de esos días o de los que les antecedieron, pero, insisto, son pensamientos e ideas producto de los angustiosos meses que nos  ha tocado vivir y que no se ve que vayan a finalizar pronto.

Arnoldo pone mayor énfasis sobre los que se podría decir son los principales protagonistas de sus relatos: los políticos y los pobres, aunque no por ello deje de citar profusamente a pensadores, filósofos, poetas y científicos, pero mayormente, reitero, se lamenta de la imbecilidad de los políticos (él no lo dice tan crudamente, yo sí) y se conduele con las carencias y sufrimiento de los pobres.

¿A qué ponerle mayor empeño, a la economía o a la salud? Si a lo segundo, los pobres sufren por partida doble: por el achicamiento de dicha economía que acaba con sus fuentes de trabajo y porque carecen de medios para atenderse adecuadamente en caso de infección, además de vivir en condiciones muy desfavorables. Si a lo primero, ya estamos viendo ahora mismo las consecuencias por la apertura de facto que se ha dado: contagios como nunca y muertes como siempre. De nuevo, mayoritariamente entre los pobres, que mueren en condiciones de vergüenza para la sociedad. Tremendo dilema.

A veces la lectura de Arnoldo se vuelve un tanto tediosa por reiterativa. No es casualidad que lleve leyendo a Kraus tanto tiempo -años-, primero en La Jornada, de donde, como a mí del periódico en el que colaboraba, lo corrieron por no plegarse a las “sugerencias” de sus directivos, y ahora en El Universal, en su columna dominical. Quizá también haya influido que terminé su libro en tres o cuatro sesiones al hilo, lo que no obstó para que me hiciera reflexionar, por ejemplo, sobre la muerte de mi madre hace ya casi 28 años: me vi claramente malcomiendo en un restaurante de comida rápida después del sepelio, en compañía de mi padre, Elena y entonces sólo Caro, chiquita, y experimentar un vacío tremendo -amén de una infinita tristeza-, al borde de un precipicio, por el cual sentí caer. Aunque únicamente fuera por esto, valió ya la pena leer el libro: me hizo “revalorar” la muerte.

Casi al final de su obra (9 de junio), Arnoldo Kraus escribe una conmovedora carta a su querido amigo Manuel Felguérez, pintor abstracto de la Generación de la Ruptura, fallecido el día anterior a causa del coronavirus.

Termino este artículo, que también lee Kraus, saludándolo y señalándole dos insignificantes gazapos que seguramente corregirá en ediciones posteriores de su libro: el 11 de marzo escribes que en el siglo XVIII poblaban la Tierra 980 mil habitantes, cuando en realidad eran 980 millones, y el 27 de marzo, para enfatizar el desasosegante ritmo geométrico al que crece la pandemia, incluyes las potencias de 2, desde 0 hasta 24, pero la 8 y la 9 son erróneas, pues en vez de 356 y 712 son 256 y 512. Además de tres o cuatro insignificantes errores ortográficos que si quieres luego te comento en un correo electrónico por separado.

¡Saludos y, dentro de lo que quepa, feliz año para todos! 

jueves, 21 de enero de 2021

¿Seremos inmortales, felices y divinos?

Si Yuval Noah Harari hubiera publicado su libro Homo Deus en 2021 en vez de 2016 probablemente hubiera cambiado su enfoque radicalmente, pues Donald Trump aún no llegaba al poder y, más importante todavía, la pandemia estaba lejos de hacer su aparición “triunfal” entre nosotros. Y es que el autor repite incansablemente al inicio de su obra que una vez superadas razonablemente las tres lacras -guerra, hambre y peste- que han asolado a la humanidad durante toda la historia, ahora los sapiens buscan afanosamente la eternidad, la felicidad y la divinidad, así como lo leen.

¿Qué opinaría el escritor ahora que esta tragedia se ha abatido sobre nosotros? Tal vez continuaría siendo optimista y afirmaría que la rapidez con que se dio el desarrollo de una vacuna para contenerla es una prueba fehaciente de sus argumentos. Quizá.

Por otro lado, el estudioso pregunta cómo se las ha arreglado el hombre para sobrevivir en un mundo sin sentido en el que Dios ha muerto, ya que no somos más que briznas de polvo en un universo infinito condenadas a la nada eterna, con lo cual no podría estar yo más de acuerdo. Él concluye que el humanismo -en sus tres vertientes: liberal, socialista y evolutivo, de acuerdo a la ideología- es lo que le ha permitido a la humanidad seguir adelante e incluso buscar esa trifecta (eternidad, felicidad, divinidad) a la que se refiere a lo largo de su obra. El liberal no es otro sino al que el imbécil de nuestro cuento se refiere como neoliberal.

Una de las ideas que más me impactó del libro, en su último tercio, en el que el autor dice que se referirá a las partes más sombrías de sus tesis, es la presunta inexistencia del libre albedrío, de la que no se libra ni aun el más sanguinario asesino que comete conscientemente sus crímenes. Dice que esto se podría predecir incluso antes de que aquel los cometa. Para ejemplificarlo pone el caso de una prueba de laboratorio que se realizó a un sujeto al que se le colocó un casco con electrodos sobre la cabeza y sendas palancas en las manos para que las moviera a voluntad. Pues bien, quienes condujeron el experimento fueron capaces de predecir la palanca que el “conejillo de indias” iba a accionar con bastante antelación a que éste lo hubiera hecho. Impresionante.

Pero vaya que es sombría esa última parte del texto de Harari, pues no acierta a opinar en qué pudieran emplear su tiempo esos sapiens con la vida resuelta para no aburrirse, o peor aún, qué harían los que no la tuvieran resuelta para sobrevivir en un mundo en el que la automatización total los hubiera vuelto no solo desempleados, sino inempleables. ¿Para qué la eternidad y cómo la felicidad en circunstancias tales? Sin embargo, porfiamos en ello, y no sólo eso, sino hasta en nuestro empeño por alcanzar la divinidad. Menciona Yuval los ingentes esfuerzos que realizan gigantes como Google, Facebook, Apple y Microsoft para controlar literalmente nuestras vidas mediante algoritmos de todo tipo, aglutinados en una nueva religión que él bautiza como dataísmo, el imperio de los datos, o el Internet de Todas las Cosas, el imbricado mundo en el que esos algoritmos inorgánicos y la automatización nos reducirán, ahora sí, a esas briznas insignificantes que mencionábamos al principio, jugando un papel absolutamente secundario o, tal vez, hasta nulo. Habremos así dado un nuevo paso en la evolución, pasando de los neandertales a los sapiens y, así, al “Homo” Deus.

Harari no juzga, pero señala que esto sería la muerte del humanismo. Yo sí lo califico y digo que resulta terriblemente deleznable, pero, ah, cómo nos llenamos la bocota proclamando ésta como la era de la Inteligencia Artificial, con mayúsculas. Que con su pan se la coman. Y miren que provengo de una compañía tecnológica líder en su campo “no ha mucho tiempo”, Cervantes dixit.

Del mismo autor ya había comentado yo en dos entregas anteriores su sublime Sapiens / De animales a dioses: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/08/sapiens.html y http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/09/felicidad-y-futuro.html. 

viernes, 8 de enero de 2021

Golpe de Estado

Todo comenzó con las elecciones del domingo 6 de junio de 2021 en México, en las que el partido oficial, Morena, impulsado por la increíble aceptación popular de Andrés Manuel López Obrador -por arriba del 70 por ciento- volvió a acaparar la mayoría en la cámara de diputados, no sólo absoluta, sino calificada. Los pleitos de la coalición PAN-PRD-PRI no pudieron superar el ámbito partidista, y esta promiscua relación contra natura se vio ampliamente superada por el Movimiento del Peje. Pero además, éste consiguió casi todas las gubernaturas de los estados en juego y las mayorías en los congresos locales correspondientes, amén de cientos de alcaldías en liza.

Siguió con la revocación de mandato en 2022, que López Obrador se negaba a que organizara el INE, pero que finalmente aceptó, advirtiendo que si el resultado le era adverso, lo impugnaría. Como el impulso que mencionamos arriba todavía le alcanzó, la mayoría optó porque el personaje continuara en el cargo hasta el fin de su mandato, en 2024.

Cuando no mucho después de iniciada su Presidencia AMLO decidió borrar de un plumazo la máxima “Sufragio efectivo no reelección” en documentos oficiales, algunos se sintieron muy inquietos, pero cuando en 2023 nuestro personaje decidió reformar la Constitución para permitirla, todos lo sentimos como un punto de quiebre. Sin embargo, como Morena contaba obviamente con la mayoría parlamentaria en más de dieciséis congresos locales en las entidades federativas, la modificación se aprobó prácticamente en fast track.

Insisto, fue el punto de quiebre, pues las mayorías empezaron a darle las espaldas a Andrés Manuel, de tal suerte que en las recién celebradas elecciones presidenciales este 2024, AMLO perdió, por un estrecho margen, pero perdió, a pesar de las advertencias del déspota de que si perdía, el pueblo se levantaría, pues querría decir que los conservadores y neoliberales, vamos, sus adversarios, se habrían confabulado para robarlo, y todo, orquestado por el INE, al que no ha dejado de denostar desde el inicio de su mandato y al que una vez más quiso dejar fuera de este proceso a pesar de haber convalidado sus triunfos en 2021 y 2022. Pero como dicen los gringos, enough is enough!, ¡basta!, y el pueblo -ahora sí el verdadero- no ha dejado de manifestarse a lo largo del mes para exigir que el sátrapa acepte los resultados y se vaya a La Chingada, su querido rancho chiapaneco.

Por eso no es nada raro que ayer el aún Presidente haya convocado al General Secretario de la Defensa  Nacional, Luis Crescencio Sandoval, para que convoque a la tropa y a la Guaria Nacional, que nunca dejó de recibir sus órdenes, para que salgan a las calles en defensa de la “democracia” y sofoquen esta asonada en su contra. No en balde empoderó tanto el Peje al ejército durante su gobierno, y lo consintió y enriqueció como a ninguna otra entidad de su administración. No se da cuenta, el tirano, de que no queremos saber ya nada de él, que desde hace tres años el pueblo se debate en la miseria por todas sus decisiones estúpidas y por habernos retirado las calificadoras internacionales el grado de inversión, convirtiendo nuestros papeles de deuda en bonos chatarra, de no más valor que el papel que todos los días usa el señor para sus necesidades más elementales, y tan escaso en estos aciagos días de 2024 como en muchos otros de nuestra vida independiente en que nos han acuciado debacles económicas, nunca tan severas y crueles como la que padecemos actualmente.

Pero sobre la tragedia económica están antes la social, con 40 millones más de miserables, y la humana, con la insólita pandemia mundial que asoló al mundo a partir del segundo año de gobierno de este inepto ignorante, y que a México le representó casi tres millones de fallecimientos y la infección de una tercera parte de su población, claro, estas no son las cifras que ellos manejan, y el principal responsable de todo esto es el incompetente -diputado plurinominal ahora por Morena y entonces subsecretario de Salud- Hugo López-Gatell.

¡Cesa ya este coup d’etat, Peje, este golpe de Estado, no te queremos más, lárgate! A ti, como a nadie más, aplica la máxima izquierdista de Marx sobre la repetición de la historia: “primero como tragedia, después como farsa”.