miércoles, 20 de julio de 2022

Liga BBVA: la gallina de los güevos azules

Así solíamos decir cuando niños y alguien incurría en una acción osada y arbitraria: ¡Ah, qué güevos tan azules! No se puede calificar de otra forma la indecente proliferación de plataformas digitales de paga para transmitir los partidos de la infumable Liga Mx: TUDN, Claro Sports, Izzi, Vix y, el colmo, televisión de paga dentro de televisión de paga: Fox Sports Premium. Más bien con ello van a terminar matando a la gallina de los huevos de oro.

Ya en otras ocasiones me he referido a la infame liga mexicana de futbol, por ejemplo: http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2020/12/fuera-de-lugar.html, por lo que no viene al caso reiterarlo aquí. Baste decir que ahora estas voraces arpías quieren cobrarnos todavía más por atosigarnos con su hartante publicidad a pantalla completa, trátese de mariguana o terminales punto de venta cada que el árbitro saca una tarjeta, y demás bazofia por el estilo.

¿Estaremos de verdad tan desesperados como para pagar por un excitante Querétaro-Tijuana o un Necaxa-San Luis u, horror de horrores, un ¡Juárez-Mazatlán!? Yo creo que ni los mismos familiares de los jugadores estarían dispuestos a soplarse un somnífero de tal calibre, a riesgo de quedarse inconscientes, como Biden frente a López Obrador.

No es de extrañarse que nuestro futbol esté peor que nunca y que a Qatar no vayamos más que a hacer el ridículo, justo como lo hicimos en Argentina en 1978 frente a Túnez (1-3), Alemania (0-6) y Polonia (1-3), después de un pre Mundial que ganamos de calle, invictos, bajo la dirección de José Antonio Roca. Bueno, pues ahora ni siquiera eso, por lo que polacos y argentinos pasarán sobre nosotros como polacos y alemanes aquella vez, y Saudi Arabia como lo hicieron los tunecinos. Ya verán. Mientras, el Tata hinchado de dólares y escuchando el canto que las sirenas le hacen llegar de otros lares.

Me pregunto si la marca BBVA no demerita su valor de mercado al convertirse en el patrocinador oficial (cómplice) de espectáculo tan grotesco, cohonestado por los mercenarios que lo manipulan. O peor aún, si nada pueden para cambiar radicalmente lo que aquí denuncio.

Lo único que están logrando es la muerte de la afición, esa que casi casi no tiene ni para ver el futbol en televisión abierta, y los que sí tenemos somos cada vez más reacios a entrar en ese juego perverso. A ver a quién terminan vendiéndole sus productos las plataformas digitales y sus anunciantes.

¡Púdranse!

lunes, 4 de julio de 2022

Mis andanzas con Paulina Rubio

Ahora que murió Susana Dosamantes, recordé que en 1977, cuando se grababa la telenovela Corazón Salvaje en playas mexicanas, coincidimos en Ixtapa, Zihuatanejo, con el elenco de dicha producción, pues la familia toda -mis padres, hermanos, sobrinos, yerno, nuera y perico- nos hospedábamos en el mismo hotel (Presidente) que ellos. Susana, en particular, aprovechó para hacerse acompañar de su pequeña de cinco años, Paulina, custodiada por una nana.

Una tarde aproveché la oportunidad, junto con otros miembros de la familia, para ir a refrescarme a la alberca del hotel. Mi sorpresa fue mayúscula al coincidir en el mismo lugar con las susodichas: la hermosísima señora Dosamantes, de tiernos 29 años de edad, y la encantadora Paulina, que se divertía de lo lindo en el agua auxiliada por su celosa nana y bajo la mirada atenta de la madre desde una orilla fuera de la piscina, en una silla de playa. Yo rasguñaba apenas los 28 años de edad.

La criatura me pareció tan graciosa -Paulina, claro, aunque la progenitora mucho más- que me atreví a acercármeles, pidiéndole a la asistente que me permitiera tener a la bebé unos instantes entre mis brazos. La nana se aterrorizó y solicitó con los ojos el auxilio de Susana desde tierra firme. Ésta ni se inmutó, y con una rápida “mirada de inteligencia”, como se dice en las novelas traducidas a lengua vernácula, le indicó a la mucama que me cediera a la pequeña, lo que presto hizo con un movimiento firme de brazos.

Embelesado, tomé al angelito entre mis temblorosas manos, le di dos o tres chapuzones de la cintura para abajo, ante su algazara y contagiosas risotadas, y con la complicidad de la madre, que nos miraba sonriente desde su poltrona. Finalmente, la levanté una vez más por los aires y al volverla de nuevo al agua, le planté un sonoro beso en el cachete y la devolví a los ansiosos brazos de su guardiana.

Desde entonces, no hay día que no me vanaglorie de haber tenido entre mis brazos a Paulina Rubio con la complacencia de la madre, por eso creo yo que me dolió tanto la partida, recién hace un par de días, de esta dama de belleza sempiterna.

¡Descanse en paz Susana Dosamantes, siempre ajena a los escándalos en que casi todos, en ese medio, incurren!

domingo, 3 de julio de 2022

¡Ya valió madres!

Un individuo muy atildado abordó la combi de pasajeros que circulaba por la periferia de la Ciudad de México, llevaba un maletín al hombro y el bolsillo derecho de su pantalón se veía muy abultado. Una vez en la cabina, esbozó una extraña y cordial sonrisa y lanzó de su ronco pecho un festivo “¡Ya valió madres!”, pero cuando se disponía a llevar la diestra al bolsillo del mismo lado, un “valiente” se abalanzó sobre él y lo inmovilizó, al tiempo que los demás pasajeros, mujeres incluidas, se iban encima del bulto y lo golpeaban inmisericordemente, al punto de hacerle perder el conocimiento. Así y todo, no cesaban de tundirlo con toda saña, al extremo de azotar su cráneo contra el tubo del respaldo de uno de los asientos. Acto seguido, alguien abrió la puerta de la combi y, entre todos, arrojaron al hombre a la calle con el vehículo aún en movimiento.

Los viajantes pidieron al conductor detener el transporte para poder apearse y seguir linchando al sujeto. Para ese momento, ya incluso algunos transeúntes, imaginándose lo ocurrido, se habían unido a la lapidación y no cesaban en su empeño de destrozar literalmente a su víctima, hasta reventarle las vísceras y vaciarle los ojos.

Fue necesaria la presencia de la policía municipal y un grueso contingente de la Guardia Nacional para contener a la turba, que se solazaba con los despojos del individuo como un perro al que le arrojan los desperdicios de un festín. La instantaneidad de las redes no llega a tanto, pero seguramente ya se estarían congratulando por haberse librado la sociedad de una “rata” más y clamando al cielo por un final similar para todas ellas.

Para cuando llegó el ministerio público a practicar las diligencias de rutina, la muchedumbre se convirtió en masa contemplativa, pero cuando se enteró que el individuo no portaba mayores armas que un maletín repleto de celulares, cada uno con una tarjeta que rezaba: “Es tuyo, para resarcirte de las vejaciones de que has sido objeto en esta ciudad”, y una abultada cartera llena de billetes de quinientos pesos que muy seguramente se disponía a repartir entre sus “víctimas”, el estupor de la multitud y de los oficiales todos fue indescriptible, como lo fue el ensordecedor silencio que acompañó los despojos de esta suerte de justiciero contemporáneo.

Era ya demasiado tarde, el odio, la rabia y el rencor acumulados en las almas de tantos paisanos había finalmente “rendido fruto”, fruto envenenado por la incompetencia de nuestras “autoridades”.