sábado, 31 de julio de 2021

Leer, un placer casi orgásmico

En mi artículo antepasado les relaté cómo llegué casi por casualidad a la lectura de una edición chafa de la obra cumbre de William Faulkner, ¡Absalón, Absalón!, y, consecuentemente, grande también de la literatura universal de todos los tiempos. Quien reavivó el gusanillo de leerla fue Juan Carlos Onetti en la magistral semblanza que del autor hace Michi Strausfeld en su Mariposas amarillas y los señores dictadores, cuando a la pregunta de qué es para él la literatura y cuáles son sus libros y autores favoritos, Onetti responde: “No sé lo que es la literatura. Es una cosa tan distinta para tanta gente. Para mí siempre ha sido una fuente de felicidad. Y hay muchos, muchos escritores que me buscan siempre: Faulkner, Cervantes, Céline, Dostoievski o Marcel Proust. Una vez releí ¡Absalón, Absalón!, y tuve tal sensación de admiración y de envidia que no seguí para adelante.”

Yo también lo releí, inmediatamente después de que lo hice con mi copia pirata, pero ahora en la soberbia edición de Bernardo Santano Moreno, que les platiqué que adquirí en Amazon al inusual precio de 379 pesos, digo, porque en formato electrónico suele ser mucho más bajo, pero créanmelo, yo estaría dispuesto a pagar mucho más por un trabajo tan esplendoroso, y más si éste se hizo con semejante obra.

El nombre le viene a la novela de Absalón, hijo del rey David, quien llega al extremo de mandar matar a su medio hermano Amnón por haber violado a su hermana Tamar, también media hermana de Amnón, y de quien éste estaba prendado. En esta historia la cosa no paró ahí, sino que, muerto Amnón, cuando Absalón quiere pelear sus derechos de primogenitura, conspira contra su propio padre y se proclama rey en su ausencia, pero mercenarios que apoyaban a David entran en liza contra Absalón, quien, en su huída, se enreda con su hermosa cabellera en las ramas de un árbol, momento que aprovechan los de la jauría para atravesarle el corazón por la espalda con jabalinas, hecho que el rey David lamentó con profunda pena y regresó a sus dominios como si hubiera perdido la batalla. La sucesión, por otro lado, estaba reservada para Salomón.

La analogía con la obra de Faulkner termina en el asesinato de Charles a manos de su medio hermano diez años menor, Henry, para impedir que aquel se casara con su hermana, dos años más joven que él, Judith, y también media hermana de Charles. El final de Henry, aunque trágico, no fue directamente culpa del padre, Thomas Sutpen, cacique sureño sobre el que versa la historia en tiempos de la esclavitud y de la Guerra Civil norteamericana. La razón que aduce Henry para impedir el matrimonio es que por la venas de Charles corre sangre negra. El entramado de la historia y los avatares de los personajes son narrados de manera tan magistral -orgásmica, pues- por Faulkner, que uno termina por caer rendido ante prosa tan excelsa. De veras, como para agradecer al cielo que existan artistas como estos. Lo hace, además, con continuos flashbacks, que terminan por confundir un tanto al lector, pero que agregan una belleza inusual a tanto dramatismo.

Y de la edición, qué podemos decir. Se compagina a la perfección con esta obra de arte. Ya había justipreciado yo en mi artículo anterior el magnífico ensayo sobre William Faulkner que Santano incluye al principio de la obra, pero no sólo ello, sino una extensa cronología bibliográfica del autor, además de una sinopsis invaluable de la obra, una muy completa bibliografía de autores que escriben sobre Faulkner, una cronología de la novela y una genealogía de sus personajes por demás esencial, y, finalmente, hasta un mapa del condado de Yoknapatawpha, mítico lugar creado por el genio del autor y donde se centran algunas de sus otras novelas. La admiración de Onetti por Faulkner es tal, que él también ubica mucho de su obra en su propio lugar mítico, Santa María.

Además, la edición incluye multitud de notas a lo largo de la narración que ilustran al lector no sólo sobre aspectos de la obra, sino sobre datos cultos que él no tendría por qué saber y de una amenidad incomparable, sean estos sobre personajes históricos, míticos, de la Guerra Civil de los Estados Unidos, en fin…

Es por todo lo anterior por lo que yo quería poseer este libro físicamente, no sólo en formato electrónico, pues es un libro para atesorarse. Ojalá alguno de ustedes me lo pudiera hacer llegar, pues a mí me fue imposible conseguirlo. Mi amigo Enrique Gómez Orozco, por ejemplo, director general del periódico para el que yo escribía, y que ya con anterioridad me hizo llegar En defensa de la Ilustración / Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso, de Steven Pinker, y que en aquella ocasión evitó mi “suicidio”. Le juro que este otro, Enrique, me haría feliz y lo atesoraría yo como un auténtico incunable.

jueves, 29 de julio de 2021

Me confieso deísta

Vida: fugaz e imperceptible interrupción de la eternidad de la nada en el infinito escenario del universo.

Propio

Dígalo si no el cuento Big bang que publiqué hoy hace exactamente diecinueve años (lunes 29 de julio de 2002) en la sección cultural de El Financiero, que dirigió por más de dos décadas el ilustre intelectual mexicano Víctor Roura:

“Dios dijo: he vivido eternamente aburrido, y, ¡bang!, se suicidó. Y la luz se hizo…

Después, ya no dijo nada.”

Me cuesta trabajo no aceptar el origen sobrenatural de todo cuanto nos rodea, pero de ahí a reconocer la revelación, el culto, la religión, el dogma, los misterios y demás zarandajas y patrañas por el estilo, media un gran abismo. Ni siquiera ese “Dios” nos lo exige, pues en todo caso “Él” sólo originó el universo y lo que lo precedió desde toda la eternidad y desapareció para siempre, sin pedirnos nada a cambio, sino únicamente dotándonos con la suficiente inteligencia como para poder dilucidar todo cuanto experimentamos mediante el método científico, pues no hay nada que la ciencia no pueda explicar, por lo menos desde hace trece mil quinientos millones de años.

Y, por favor, no nos engañemos, esto va a seguir así por toda la eternidad, sin necesidad de que creamos en nada, más que en lo que palpamos (física o intelectualmente). El universo continuará expandiéndose ad infinitum, ya que no le corre prisa, nuestro planeta se extinguirá, con o sin nuestra ayuda, y nosotros regresaremos a la nada eterna. Qué objeto tiene sufrir tanto, ¿no será que sufrimos lo indecible por creer, aunque hayamos precisamente creado todos esos cuentos debido a nuestra angustia existencial? ¡Gocemos nuestra libertad, aun para disponer de nuestra propia vida! Y observemos el único mandamiento válido de la existencia: no joder (conste, no dije amar) al otro.

Y fin de la historia, y de la Historia, aunque más aplicaría “de la histeria”.

lunes, 19 de julio de 2021

Increíble aventura literaria

Hace poco más de tres años me hice “socio” de la Biblioteca Central Estatal Wigberto Jiménez Moreno, en León, Guanajuato, con el único propósito de obtener en préstamo su ejemplar de ¡Absalón, Absalón!, la obra cumbre de William Faulkner, que había batallado en conseguir, tanto impresa como electrónicamente. Nunca me han gustado los plazos fatales, y en la lectura, menos, pues eso de disponer de una semana, con dos adicionales de renovación vía Internet, para un libro tan complicado como éste, fue demasiado para mí. Fue tanta la presión y tan escasa mi comprensión de lo que llevaba leído de la obra que opté por devolverla no a medias, sino a sextas, cuando aún no se cumplían las tres semanas de rigor. Y me olvidé de ella y de la biblioteca toda, qué vergüenza.

No obstante, el gusanillo siempre había estado ahí con esta novela, y hace poco me decidí a buscarla en formato PDF para leerla con la aplicación Kindle de mi tableta. Está disponible gratuitamente en este formato en la red bajo el folclórico sello de Libros Tauro, que jamás había oído mentar en mi vida y que presume tener “12,218 textos digitalizados listos para bajar”. El archivo incluye una “nota de la traductora”, a la cual nunca se le identifica. Obviamente, estamos frente a un acto de flagrante piratería de los que tanto abundan en Internet, pero, bueno, ahí dios nos puso y procedí a “agarrarle la pata a la vaca” que Libros Tauro mataba.

En el pecado llevé la penitencia, pues la traducción me pareció pésima y la edición peor aún, con múltiples errores ortográficos, tipográficos y hasta sintácticos, además de que hay que hacer malabares para manejar un formato PDF con Kindle. Sin embargo, conseguí el objetivo que perseguía, que era entender la trama que tan difícil me había resultado con el ejemplar de la biblioteca. Estaba, pues, listo para acometer la odisea de leer la versión oficial, aunque no fuera la de dicha biblioteca, y me di a la tarea de buscar el libro electrónico en Amazon, ¡y lo encontré! La muestra gratuita incluye la larga introducción de 27 páginas y varias de las notas con las que termina, que le añade otras siete, y constituye un esplendoroso y soberbio ensayo sobre Faulkner, sus antepasados, su obra y un análisis crítico de las traducciones al español que en el pasado se han hecho de la novela de Faulkner ¡Absalón, Absalón! El editor y traductor del libro y autor del ensayo, Bernardo Santano Moreno, es muy crítico de estas traducciones, especialmente de la de Miguel Martínez-Lage, de la que dice que mejora significativamente lo que existía (las de Beatriz Florencia Nelson y María Eugenia Díaz), pero reconoce el mérito de los tres y la forma como le allanaron el camino para su interpretación propia del texto de Faulkner.

Por todo lo anterior, deseaba yo poseer el volumen físico de la traducción de Santano, y por ello, en vez de darle click a la versión electrónica, se lo di a la de pasta blanda. A los dos días escasos tenía yo el libro solicitado, pero este no correspondía con la versión electrónica, sino con ¡la versión pirata de Libros Tauro que ya había leído! Me di cuenta por la “nota de la traductora” que aquí sí quedaba identificada plenamente, Beatriz Florencia Nelson, y porque coincidía íntegramente con la de mi copia pirata. Con el mismo pecado volví a llevar más penitencia. (Probablemente esta versión sea también la de la Biblioteca Wigberto Moreno.)

Afortunadamente, podía imputarle yo la confusión a Amazon, pues su ícono de pasta blanda apuntaba a una versión distinta de la de su ícono Kindle, además de que la compañía no pone peros a las devoluciones si lo hace uno dentro de los tiempos y normas establecidos, así que les devolví el volumen impreso y adquirí el electrónico, y me dispongo a “degustar” la que promete ser una lectura maravillosa, de la que ya tuve el sublime aperitivo del ensayo.

¡Salud!

domingo, 11 de julio de 2021

Falta de cultura financiera

Mucho se ha hablado en México -y se seguirá hablando por largo tiempo- de la falta de cultura financiera, no sólo en los sectores más desprotegidos de la sociedad, sino en todos los niveles, y en quienes se supone que están ahí para superarla, como instituciones financieras, autoridades gubernamentales, reguladores y organismos de protección y defensa de usuarios de servicios financieros. En días pasados se hizo patente esta situación. Me explico.

Existe una nobilísima plataforma digital de inversión (cetesdirecto) anunciada al público por la Secretaría de Hacienda hace más de diez años (2010), durante el sexenio de Felipe Calderón, administrada por Nacional Financiera (Nafin) y enfocada principalmente a pequeños inversionistas que quieren obtener el mayor provecho de sus escasos ahorros a tasas que los bancos sólo ofrecen a sus clientes patrimoniales, es decir, ahorradores de grandes capitales. Su nombre es auto explicativo, pues lo que ofrece son tasas de cetes a todos los plazos, así como una amplia gama de bonos manejados por el Gobierno federal. Yo llevo utilizándola casi desde que se anuncio, y es también una excelente opción para inversionistas intermedios, ya que hasta hace poco su límite máximo de ahorro eran los diez millones de pesos, pero para todos alcanza, pues yo empecé probándola con 100 pesos (mínimo permitido) y he ido incrementando mi participación de acuerdo a mis modestas posibilidades, pero siempre a tasa de cetes. Tiene una opción a la vista (liquidez diaria) a tasas muy competitivas, a veces incluso mayores que las de cetes.

Pues bien, en días pasados, para ser precisos el martes 6 de julio alrededor de las dos de la tarde, la plataforma se “cayó” y el servicio no fue restablecido sino hasta el ¡domingo 11!, esto es, cinco días de zozobra para los ahorradores, sin previo aviso y con un deficientísimo mecanismo de comunicación con los inversionistas, por no decir inexistente. Quienes tuvimos necesidad de liquidez durante esos días, nos jodimos, y hazle como quieras.

Para que se vea el perfil promedio de los usuarios de esta plataforma, baste decir que el sistema cuenta en la actualidad con 680,860 ahorradores, que aportan un gran total de 25 mil 951 millones de pesos, es decir, 38 mil 115 pesos por inversionista. Si esto no prueba la bondad y “democracia” del sistema, no sé qué pueda hacerlo.

Sin embargo, no vi que en los medios se hiciera tanta alharaca de nuestras cuitas, como sí se hubiera hecho si alguno de los grandes bancos o proveedores de servicios digitales esenciales hubiera incurrido en tal falta. A mí me auxiliaron dos amigos periodistas en Reforma y El Universal (Jorge Meléndez y Raúl Rodríguez Cortés, respectivamente), en respuesta a un correo que envié a una veintena de ellos, además de que hice del conocimiento de las más altas autoridades de Hacienda, la CNBV y la Condusef, mediante otro correo, esta anomalía y nula consideración por parte de las instituciones gubernamentales.

Por eso pregunto: ¿es esta la cultura financiera que están tratando de transmitir a quien más la necesita? Nooo, pues por eso no avanzamos en esta dirección, como ocurre con muchísimas otras cosas en este país.

Sin embargo, después de más de diez años de usarla, continuaré confiando ciegamente en esta nobilísima herramienta, pues este tipo de fallas únicamente se han presentado de un corto tiempo a la fecha, aunque la semana que termina haya sido terrible. Ojalá que con la actualización de la plataforma que dicen llevaron a cabo, nunca más vuelva a presentarse una situación así.

lunes, 5 de julio de 2021

¡EL TEPJF sentencia a AMLO!

Como sé que todo mundo está ansioso de saber lo que pasó con la denuncia que -junto con PAN, PRD, Samuel García y Jesús Zambrano- interpuse ante el INE contra Andrés Manuel López Obrador, les informo que en los primeros minutos de la tarde de hoy, lunes 5 de julio de 2021, recibí las ¡120 hojas! de la sentencia del TEPJF en contra de éste (ver imagen adjunta).

Es fulminante y no tiene desperdicio, pues concluye con la siguiente flamígera condena (hoja 104): “Ante ello, nuestra Constitución contempla un régimen especial para sancionar al Presidente de la República, el cual únicamente es aplicable en los casos relacionados con ilícitos penales. No obstante, ante la ausencia de una sanción tratándose de infracciones electorales del servidor público indicado, no significa que una conducta o proceder contrario a la Constitución se encuentren permitidos. Lo anterior tiene especial relevancia si se considera la presencia protagónica en el gobierno del Presidente de la República, por lo que tiene un deber especial de cuidar las conductas que realice en el ejercicio de sus funciones.

“En consecuencia, el citado servidor público debe actuar con mesura, conciencia y autocontrol, previamente a emprender cualquier acto, o bien, cuando esté en curso un proceso electoral, en virtud de que está obligado a garantizar los principios constitucionales de imparcialidad, equidad y neutralidad, los cuales protestó hacer cumplir.

“Es por todo lo anterior que se determinó, entre otros aspectos, realizar un llamamiento al presidente y dictar medidas de no repetición con el propósito de que estas conductas no vuelvan a ocurrir.”

Bla, bla, bla… como quien dice: “Síguele, Andresito, y te voy a dar tus nalgadas”.

Por eso este imbécil se siente impune no sólo para violar la Constitución, sino para denostar, insultar y escarnecer as sus “adversarios”, de los que también es presidente, y para poner en riesgo la integridad de los periodistas críticos a él con sus patéticas últimas gracejadas.