miércoles, 19 de abril de 2023

Mejor que en Dinamarca

Apenas me enteré esta mañana que urge que me extirpen la vesícula por su mal funcionamiento y su potencial de producir cálculos biliares que pudieran acarrear males mucho más graves. Como ya no soy sujeto de un seguro de gastos médicos mayores y por lo oneroso que resulta la medicina privada, me decidí a explotar mis “influencias” en el IMSS y escribirle directamente a su director general, Zoé Robledo. Menos de cuatro horas después se comunicaron de su oficina conmigo por el mismo medio, solicitando un número telefónico para ponerse en contacto y que les explicara en tiempo real mi caso.

La amable licenciada que me atendió me fue acorralando hasta hacerme parecer como deseable el proceso que se debe seguir en estos casos. Haga una cita con su médico familiar en la clínica que le corresponda, me dijo, ahí le van a proporcionar una referencia/contra referencia para el Hospital General Regional (HGR) de su demarcación, y si le dan una fecha, por decir algo, para octubre (no pude evitar una exclamación irónica y desaprobatoria, pues estamos hablando de seis meses), se pone en contacto conmigo y vemos qué podemos hacer.

Hasta ahí, todo normal, pero cuando intenté por dos medios distintos (Internet y celular) programar la mentada cita, no hay disponibilidad de aquí al 20 de mayo (última fecha habilitada; todo un largo mes), y hazle como quieras, si tienes lodos biliares, no es nuestro problema. Terminé con el dedo índice maltrecho, pues probé todas las fechas “disponibles” en uno y otro artefacto, y nada.

Si no hay ni siquiera citas con el médico familiar, ¿se imaginan una fecha para una intervención quirúrgica de “urgencia”? Con todo y que tengo vigentes mis derechos. No sé por qué de inmediato pensé en Dinamarca.

Ni modo, a hacer cálculos con los magros haberes familiares para extirpar los biliares, con todo y vesícula.

Como vocifera la fanaticada mexica: ¡sí-se-puede!

lunes, 10 de abril de 2023

Dos lecturas "execrables", una lectura amena

Hace unas semanas leí en la columna Piedra de Toque, que Mario Vargas Llosa publica en el diario español El País, el texto intitulado El oso, en referencia al cuento, relato o novela corta homónima del inmortal William Faulkner (92 páginas). Vargas Llosa asegura que a lo largo de los años ha tomado no menos de diez veces el libro de Faulkner para disfrutar su lectura, y a continuación hace el panegírico del mentado libro, elogio que a mí me parece excesivo, ya que el escrito del Nobel norteamericano es por demás críptico y enigmático, como mucho de lo que Faulkner escribió a lo largo de su vida, pero nada como esto, y miren que he leído y disfrutado obras como Luz de agosto, El ruido y la furia, Santuario y ¡Absalón, Absalón! del mismo autor, de difícil comprensión, pero, insisto, nada como esto. Lo menos que hice fue disfrutarlo, y la duda me entra: ¿de veras el novelista habrá disfrutado escribiéndolo? ¿Quizá a Vargas Llosa le ocurre lo mismo que a mí y por eso ha emprendido la lectura de El oso tantas veces sin terminar de digerirlo?

El libro aborda la historia de la caza de Old Ben, un oso, por un grupo de lugareños, la cual se consuma durante el primer tercio del relato, después viene la descripción genealógica de algunos de los personajes, absolutamente incomprensible, y el cuento termina hilando este final con la historia con que comenzó el libro, pero en términos igualmente confusos. ¿No será que don Mario, a sus bien cumplidos 87, ya chochea al hacer la apología desmedida de este engendro? Recordemos que el Nobel peruano afirmó, en una Piedra de Toque diversa, que Javier Marías había hecho bien en morirse a los 70, pues después de esa edad uno comienza a hacer puras tonterías. Y vaya que el autor honra su dicho con las que ha cometido en su vida reciente. Otra podría ser la lectura que en esta ocasión hizo el laureado novelista de la obra de Faulkner, con la cual no coincido en absoluto.

Por otro lado, una de esas casualidades que ocurren en la vida me llevó por verdadero azar a leer Las afinidades electivas, de Goethe. Por supuesto, no es esta la otra lectura “execrable” a la que quiero referirme, para nada, sino al insufrible estudio de la obra que hacen en la introducción del libro (¡32 páginas!) los pedantes críticos Waltraud Wiethölter y Christoph Brecht, escrito más de 180 años después de la publicación de la obra. Además de que comenzaba a arruinar (spoil) la lectura, la mentada introducción estaba resultando tan incomprensible como lo que más, por lo que decidí abandonarla a la mitad y volver a ella una vez que hubiera finalizado la novela de Goethe, la cual resultó de lo más ameno que pudiera imaginarse. En ella se relata, literalmente, la historia un tanto inverosímil de un cuadrángulo amoroso que termina trágicamente, pero admirablemente narrada por el gran bardo alemán. Muy recomendable.

En los apéndices del libro Goethe se deja decir: “La novela posee un tono agradable y en su mayoría comprensible, ameno también para el escritor. Cada vez me apetece más presentar en este formato aquello que tengo que decir.” ¡Bravo, Goethe, ameno también para ti! Paradójicamente, también afirma: “El texto se convirtió de ese modo en algo comprensible  para el entendimiento, pero no diré que por eso fuera mejor. Más bien opino que cuanto más inconmensurable y más incomprensible para el entendimiento sea una creación poética, mejor.”

Lo cual me llevó a leer en su totalidad, ahora sí, la indigerible introducción. ¡Bazofia! Me pregunto si Goethe hubiera aprobado tal disección de una de sus obras maestras. Lo dudo, por más eruditos que sean los mentados críticos.

Así que eviten El oso y lean Las afinidades electivas, pero saltándose el estudio introductorio.

sábado, 8 de abril de 2023

Vulgar jineteo

Hace casi veinte años, mi esposa y yo abrimos una pequeña tienda de regalos y, desde siempre, las ventas a crédito en fin de semana no nos son abonadas hasta el lunes siguiente, es decir, transcurren tres largos días (viernes a lunes) para que veamos reflejadas en nuestro estado de cuenta dichas ventas. Lo mismo ocurre con los días feriados: los saldos no se reflejan sino hasta pasado el día festivo. El colmo es cuando en la Semana Santa no se abona nada desde el miércoles hasta el lunes de Pascua. Entiendo perfectamente que es un dinero que los bancos aún no reciben, pero que de cualquier forma tendrían que enterar a los negocios afiliados tan pronto como les fuera posible, incluso en el momento mismo de la venta, vía una modalidad del tan socorrido SPEI. Venta por la que además cargan una comisión al establecimiento, amén de los intereses y recargos moratorios a los usuarios del crédito.

Pero ¡ah, no!, las ventas a crédito no son abonadas sino hasta el día siguiente, tres días después los fines de semana y ¡hasta cinco días más tarde (miércoles a lunes) los días santos! ¡Santa usura!, diría Batman. Nadie imagina los cientos, si no es que miles, de millones de pesos que los bancos retienen indebidamente a los negocios de todo tipo y tamaño durante los días “muertos”, obteniendo pingües ganancias por tan obsceno jineteo. Para no ir más lejos, alguien con cien pesos en la bolsa puede obtener actualmente por su dinero tasas arriba del once por ciento anual por tan ridícula suma si compra cetes a un día en el portal cetesdirecto.com. Imagínense las decenas de millones de pesos que no obtienen los bancos, sabedores de su negocio, en esos pocos días poniendo a sudar un dinero que no les pertenece en absoluto. Cómo sorprenderse, sabiendo esto, de los majestuosos corporativos de grandes bancos “mexicanos” a lo largo de Paseo de la Reforma en la capital del país.

Si yo fuera diputado, lo primero que haría sería enviar una iniciativa de ley que eliminara estas prácticas abusivas por parte de la banca, y tal vez la enriquecería (mi iniciativa, no la banca) eliminando las confiscatorias comisiones de toda índole con que estos fenicios empobrecen clientes y ahorradores.