miércoles, 29 de diciembre de 2021

Pido un aplaaauso para el SAAAT...

… que a mí ha llegadooo. Me explico. 

El lunes 20 de diciembre de 2021, revisando en mi celular el estado de cuenta de nuestra tarjeta empresarial, me percaté que aparecía un depósito por 20 mil pesos que no tenía explicación alguna, pues no era producto de venta en tienda ni de ninguna transferencia electrónica por venta en línea. La app bancaria no incluía mayor explicación que la de ABONO EMERGENTE.

En un principio pensé que poco antes había caído en el garlito de los bancos en sus cajeros automático para abonarnos usureros préstamos que no deseamos, hasta llamé al número de atención a clientes de BBVA para averiguar si tal era el caso, y no, la leyenda antedicha no estaba dentro de su catálogo para esos “beneficios”. Decidí consultar la aplicación en línea desde mi computadora de escritorio, pues luego ahí se incluye información más puntual, y sí, ahí estaba la explicación a mi inquietud: ABONO EMERGENTE / PREMIOHACIENDABFIN 00.

Es decir, habíamos resultado agraciados en el concurso que el SAT organiza cada BuenFin:) entre miles de negocios participantes y cientos de miles, si no millones, de tarjetahabientes.

Ya imaginarán la bocanada de aire puro que representa para un pequeño comercio un beneficio de este tipo, sobre todo cuando ya cada vez menos los proveedores están dispuestos a participar con uno en eventos de esta índole, sean estos el referido BuenFin:) o el Día de la Madre o del Padre o del Amor y la Amistad.

Por eso es de agradecerse que  una institución pública participe en este tipo de eventos de beneficio social, aunque con ello -no le hace- quedemos expuestos a una mayor y mejor fiscalización por parte de Hacienda.

Como diría el clásico, el que nada debe nada teme.

Viñeta decembrina

Por estas fechas, pero hace treinta años, cuando trabajaba para IBM en Estados Unidos, tuve un percance de tránsito producto de mi imprudencia. Mi seguro se encargó de pagarle al otro y yo me quedé con el golpe, pues el deducible era tan alto que de cualquier forma iba a terminar pagando.

Sin embargo, hete aquí que un buen día tocaron a la puerta de la casa y, al abrirla, me topé con un chavo afroamericano que se ofrecía a “sacarme” el golpe por cincuenta dólares. En México, en varias ocasiones eché mano de estos magos ambulantes de la hojalatería, siempre con resultados, si no óptimos, sí bastante aceptables. Con esta experiencia en mente, vi la oportunidad de ahorrarme algunos cientos de dólares y acepté sin chistar. Mi amigo se puso manos a la obra y yo esperé dentro de la casa a que me avisara en cuanto terminara.

Cuando así ocurrió, cuál no va siendo mi sorpresa al ver que el auto estaba mucho peor que antes de que el mozalbete se pusiera a trabajar, y además exigiendo éste su paga. Por supuesto que me negué en redondo a transigir y lo mandé con cajas destempladas a otra parte. No más de media hora después, el muchacho se volvió a presentar, pero esta vez acompañado por un negro tan fornido como Lotario el de Mandrake, y exigiendo los ¡cien bucks! que yo me había comprometido a pagarle al chavo. Lleno de temor, sólo acerté a decirle que habían sido únicamente cincuenta los del trato.

- Qué bueno que reconoce usted la deuda -me espetó el negrote-, así que desembolse.

La artimaña le había resultado fructífera a la mole, pero yo le repliqué que ni los cincuenta ameritaba el “arreglo” que su compañero me había hecho. Y así transcurrió la discusión durante los siguientes varios minutos, hasta que opté por ponerme tan listo como fortachón y conminarlo en los siguientes términos:

- Mire -le dije-, lo invito a que vayamos a ver mi coche, y si usted juzga que el trabajo lo amerita, le pago no los cincuenta, sino los cien que demandaba.

Encantado de la vida y celebrando anticipadamente su triunfo, haciéndose ya con la descomunal estafa, el hombrón aceptó de mil amores y los tres nos encaminamos a inspeccionar el vehículo. El individuo veía y reveía el trabajo, se alejaba del auto lo suficiente para tener una mejor perspectiva, se volvía a aproximar y hasta en cuclillas se ponía para examinarlo de cerca, pasando la palma de su mano y acariciando una y otra vez el golpe entresacado. Y en un desplante inesperado e intempestivo, Lotario se puso de pie, le dio un par de palmadas en la espalda a su amigo, el “hojalatero”, lo abrazó fraternalmente, y lo instruyó cariñosa pero lacónica y perentoriamente:

- Let’s go, brody -y ambos dieron media vuelta y se marcharon, sin reclamar más nada y sin siquiera voltear a verme.

Yo me quedé celebrando mi triunfo sobre este gigante de ébano y añorando a los “entresacadores” mexicanos.

jueves, 16 de diciembre de 2021

¿Oposición?

El PAN se reunió en Gobernación con el titular del Ramo, Adán Augusto López, para “dialogar”. Iban liderados no por el inocuo Marko Cortés, sino por Santiago Creel Miranda, que así demuestra que está muy preocupado por los escándalos que lo rodean a él y a sus hijos en el despacho fiscalista que encabezan. Así que mejor estar en buenos términos con el Poder que confrontarlo abiertamente.

Por otro lado, el “líder” del PRI, Alejandro Moreno, decretó la muerte del neoliberalismo y se destapó como precandidato del partido a la Presidencia de la República en 2024. Uno más que no tiene idea de la realidad, pero que también entra en el jugo del Mesías al dar por muerto lo que éste tanto alucina y proponerse, sin ninguna posibilidad, para La Grande, y es que este personaje también tiene larga cola que le pisen, desde que desgobernó Campeche. Es decir, otro más que se alinea en la labor de resquebrajamiento de la oposición, que se dice “lista” para dentro de tres años.

Del PRD, ya mejor ni hablamos, con su carismático paladín Jesús Zambrano tratando de reunir los escombros en que han convertido a su instituto. Pero, además, ni PAN ni PRI ni PRD logran conjuntar una entidad que los represente a todos, mucho menos a un personaje que los unifique desde ¡ya! para competir contra Morena en los comicios del 24. Que si Va por México, que no, que mejor el Frente Cívico Nacional (FCN), por no decir nada del impresentable FRENAA.

Y de individuos que pudiesen competir contra los espantajos de López Obrador, Claudia Sheinbaum, en primerísimo lugar, y Marcelo Ebrard,  pisándole los talones, ambos potenciales reclusos del Altiplano por su criminal gestión de la Ciudad de México (Línea Dorada, uno construyéndola, la otra “manteniéndola”), o ese otro iluso, Ricardo Monreal, quién, a ver díganme quién, podría enfrentar con solvencia una elección de Estado, porque a esa realidad es a la que se enfrentará nuestra “democracia” en el futuro cercano. ¿El hígado Ricardo Anaya, desprestigiadísimo y con nula aprobación? ¿José Antonio Meade Kuribreña, Enrique de la Madrid, Luis Donaldo Colosio, Samuel García, otro hígado? ¿O le damos chance por cuarta vez a Cuauhtémoc Cárdenas?

Por si fuera poco, un partido que pudiera aglutinar y dar más consistencia a esa oposición, Movimiento Ciudadano, ni se muestra muy ansioso de coaligarse ni los otros de convocarlo, dejándolo incluso fuera de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, sin nadie que lo defendiera.

Así que tendremos 4T (me repugna el término hasta el vómito) para largo, comenzando con el imbécil que actualmente nos “gobierna”, y continuando con otros, seguramente no tan imbéciles, pues ello es imposible, pero sí dispuestos a continuar la obra destructiva del primero.

Hasta yo podría hacerlo mejor que ese idiota.

domingo, 12 de diciembre de 2021

¡Terrible frustración!

(La carta celebratoria adjunta la escribí hoy domingo en la mañana. Me mantengo en lo dicho al final.)

Me pondré dramático y sentimental: ahora cobra sentido todo lo que me ha ocurrido en la vida, desde cuando aquel remoto 1959 conocí al papá del cinco veces mundialista guardameta mexicano del León Antonio “Tota” Carbajal (http://blograulgutierrezym.blogspot.com/2019/10/los-papas-de-la-tota.html), siendo apenas un crío (yo, no el papá), hasta la conquista de la novena corona en el futbol profesional mexicano por el León el día de hoy, domingo 12 de diciembre de 2021, pasando por cuando tuve la oportunidad de platicar largamente con el mismo “Tota” en el aeropuerto de Dallas en 1994 (link anterior) durante el Mundial de ese año en Estados Unidos.

O, ya mudado de la Ciudad de México a León, muchos años después, visitarlo en su vidriería para continuar la plática iniciada tres lustros atrás o convivir con el legendario jugador de la fiera Jorge “Tarzán” Davino en su restorán del Campestre o entrechocar mi pandémico puño con el del incomparable mediocampista felino “Chapo” Montes en la pista del Parque Metropolitano cuando nos topábamos de frente, corriendo él en un sentido con su preparador físico personal y yo en el otro, o el mismo “Chapo” departir con mi hijo en la tienda de videojuegos de Liverpool, y jugar con él un partido virtual remoto vía estos artilugios de la era moderna.

O saludar a los leoneses Fonseca, padre e hijo, grandes fanáticos de la Fiera, en la misma pista del Metropolitano, en donde llegué a conversar amenamente con el señor -ya fallecido- y con el brillante goleador ex Puma “Kikín”, cuando visitaba a su familia en la ciudad.

O, en fin, con el sincero autógrafo que el defensa panza verde Jonny Magallón le dedicó en el “Davino” a mi esposa y que hoy en día adorna su buró junto al que la “Tota” le obsequió en el avión de regreso a México aquel memorable y lejano día en Dallas, más sincero aún.

¡Bendito León, que le has dado sentido de pertenencia a mi vida!

(Conste, les advertí que me iba a poner dramático.)

miércoles, 8 de diciembre de 2021

La sazón y razón del desayuno

En oportunidades previas hablé sobre los placeres de leer y escribir, ahora lo quiero hacer con otro íntimamente relacionado con ellos aunque incomparablemente superior: el extático deleite de leer el periódico por las mañanas a la hora del desayuno.

En Los Buddenbrook, de Thomas Mann (Edhasa, 2008), puede leerse al final del capítulo VI, página 158, el siguiente diálogo entre la heroína de la novela, Tony, y uno de sus pretendientes, muy jóvenes aún los dos:

Más tarde, cuando Tony hubo terminado y se estaba limpiando los labios con la servilleta, señaló el periódico y preguntó:

- ¿Y bien? ¿Alguna noticia?

El joven Schwarzkopf se echó a reír y meneó la cabeza con un gesto de compasión un tanto burlona.

- Ay, no... ¿Qué va a poner ahí? ¿Sabe usted? El Stiidtische Anzeigen es un periódico que podría ir directamente a la basura.

- Oh... Pues papá y mamá llevan toda la vida comprándolo.

- ¿Y qué? -dijo él y se sonrojó-. Yo también lo leo, como puede ver, aunque sólo cuando no tengo otra cosa a mano…”.

Pues yo tampoco tengo otra cosa a mano a esas horas de la “madrugada” que el periódico local, que merecería igual suerte que el Stiidtische Anzeigen, pero, aun así, nada puede superar el inmenso placer de hacer esto todos los días mientras devoro mis suculentos bizcochos con un exquisito expreso, previa deglución de un saludable y refrescante jugo de naranja.

¿Paradójico, no? Aunque no tanto, ya que bien que mal uno se pone al día de los aconteceres de la ciudad, el estado, el país y el mundo, en lo relacionado con la política, la sociedad, los negocios, la economía y hasta los deportes, y todo, aderezado con sesudos artículos de opinión; ya posteriormente se pondrá uno más al tanto en Internet con diarios nacionales y extranjeros de mejor “manufactura”.

Además, no deja de tener su encanto el descubrir tantos gazapos, duendes y erratas en lo que constituye un humorismo involuntario puesto en marcha todos los días por mi propio Stiidtische Anzeigen.

Se hace más leve la jornada. 

lunes, 6 de diciembre de 2021

León

Pronto se cumplirán 19 años de que me mudé, junto con la familia, de la Ciudad de México a León, Guanajuato. Siempre me he sentido un desarraigado que continuamente contrasta las buenas cosas de la megalópolis con la sencillez de la vida provinciana, sin considerar las innumerables desventajas de aquella, pues, a final de cuentas, salimos (o salí) huyendo de ahí. No sé qué imaginé, ya que eran frecuentes los enfáticos encomios que escuchaba de boca de otros sobre la ciudad cuerera.

Mis proverbiales desequilibrios hacían que sintiera un encono tal por todo lo leonés que llegaba al extremo de sentir una euforia enfermiza cada vez que el equipo León fallaba en sus repetidos intentos por volver al máximo circuito del futbol mexicano, que no fueron pocos en diez años, buena parte de los cuales había ya vivido aquí.

Quizá abrevie mucho todo el asunto, pero no dejó de llamar poderosamente mi atención que el sábado 4 de diciembre en la noche, poco antes del partido entre el León y los Tigres de la UANL, estuviera yo en el puritito nervio esperando el inicio del encuentro, lo que me hizo recordar mi infancia cuando mi madre me reprendía por verme absolutamente descompuesto esperando el inicio del partido entre mi equipo favorito en aquel entonces y su acérrimo rival, ambos tan caídos en desgracia actualmente que ni siquiera merecen el ser nombrados. “¡Mira nada más cómo te pones, Raúl, estás loco!”. Me amonestaba la señora.

Ustedes pensarán que hasta qué grado de demencia llegan mis traumas para que me pusiera en tal trance esperando la derrota de alguien, ¡pero no!, estaba así porque deseaba en el alma que ganara “mi” equipo, el León, y no por desprecio al otro, los Tigres, sino por un auténtico afecto que  ha ido creciendo en el transcurso de los años por los panzas verdes. Hasta me asusté, me cae. Ya se imaginarán cómo grité el agónico gol con el que éstos vencieron a los universitarios para así conseguir el pase a la final del balompié mexicano.

Ni qué decir cuando el domingo leí en el periódico los encomiásticos elogios de David Faitelson, Roberto Gómez Junco y Luis García, que, resumiéndolos en uno, rezarían: “León no solo muestra efectividad, también mantiene un respeto y una esencia por el buen juego; se mostró poderoso y lo pone favorito para campeón ante quien sea; es un club ganador, pero también es un ejemplo de organización deportiva, al que se le debe aprender”.

¡No, hombre!, me sentí yo tan orgulloso como si el equipo me perteneciera. En mi descargo he de decir que este entusiasmo fue creciendo desde la época del bicampeonato con Gustavo Matosas, hasta convertirse actualmente en este fanatismo desbordado, aunque no irracional. Lástima que hayan robado a los Pumas, pero en la final los vengaremos con creces.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Jesús Silva-Herzog Márquez

Comencé a leer a Jesús Silva-Herzog Márquez desde hace más de cinco lustros en el Reforma. Al mero principio pensé que escribía ahí por influencia familiar de su padre, Jesús Silva- Herzog Flores, ex secretario de Hacienda y precandidato a la presidencia de la República en el sexenio de Miguel de la Madrid, y hasta de su desaparecido abuelo, el ilustre historiador potosino Jesús Silva Herzog, y de quien ambos tomaron sus apellidos para formar uno compuesto.

Desde su primera columna quedé disuadido de que no era así, de que el joven de escasos treinta años de edad tenía méritos propios y una preclara inteligencia, de que era un ácido crítico, pero equilibrado y sin estridencias. Desde entonces quedé fascinado y lo he seguido leyendo lunes tras lunes a través de los años. Afortunadamente, el periódico local que leo en la ciudad de León reproduce puntualmente dicha columna al mismo tiempo que el periódico de la Ciudad de México. Ningún otro columnista del país se le aproxima siquiera. El único que lo igualaba en otros tiempos era Miguel Ángel Granados Chapa con su columna diaria Plaza Pública, a quien leía todos los días con igual fruición. La muerte de Miguel Ángel dejó en solitario a Jesús.

Recuerdo que una vez cuqué a Germán Dehesa con un correo electrónico en que lo conminaba a que si en realidad quería tener a alguien talentoso en su programa nocturno El ángel de la noche de Canal 40, invitara a Jesús Silva-Herzog Márquez. Poco tiempo después cumplió mi deseo y, junto con él, se presentó una invitada consuetudinaria de Dehesa, Marta Lamas. Después de la primera intervención de Jesús en el programa, Marta quedó embelesada con la elocuencia y erudición de aquel y no acertó a decir más que: “Oye, Germán, que chico tan brillante, deberíamos invitar al programa únicamente a gente como él -y dirigiéndose a Silva-Herzog-, ¿cómo dijiste que te llamas?”, ajena totalmente a que yo lo había “descubierto” mucho antes que ellos dos.

Todo lo anterior sólo para decir que acabo de leer su lúcido ensayo La casa de la contradicción (Taurus, 2021), después de haber hecho lo mismo en otras épocas con dos obras previas: La idiotez de lo perfecto y Por la tangente, y aun con una tercera antes de éstas referente al tedio, pero que no encontré en mi caótica biblioteca ni mencionada en Internet (¿me la habré imaginada o la memoria me traiciona achacándosela a él?). De que la leí, la leí, y resultó tan encantadora que se la adjudiqué en automático a Silva-Herzog.

Pero volvamos a La casa de la contradicción, que el autor divide en cuatro partes: un estudio erudito sobre la democracia propiamente dicha, con multitud de doctas referencias, y que por lo mismo resulta un tanto denso y aburrido, para enseguida, en el capítulo dos, “entrar en materia” con los desfiguraos de la democracia mexicana, en las personas de quienes dirigieron sendos gobiernos de la alternancia: Fox, el “alto vacío”, como dice Jesús que le llamaba Carlos Castillo Peraza, y una detallada recapitulación y análisis de los desfiguros y sandeces de este engendro de la Coca Cola (eso lo digo yo); otro tanto hace con el “inseguro” (así le llama) Calderón; y termina este segundo capítulo con el inefable Peña Nieto, el “maniquí” o “muñeco de yeso”, hueco de ideas y de sustancia, que creyó que con hacer reformas y escribir leyes bastaba, sin siquiera intentar el inicio de su aplicación, y a quien dos hechos comentados hasta la saciedad, incluso hasta nuestros días: Casa Blanca y Ayotzinapa, obligaron a dar por terminada su presidencia a la mitad del camino.

Y qué decir del tercer capítulo, Demolición, que padecemos en vivo actualmente y analizada cáusticamente por este pensador sin igual. Se hace eco de la gente y otros autores que califican al estúpido del pueblo como el poeta, no de la felicidad, como a Carlos Pellicer, sino del insulto. Pero en eso consiste su transformación, en derruir todo y empezar a construir sobre esos escombros su quimera.

El libro termina con un epílogo que no es más que una bella convicción del académico, como para terminar con ella este escrito, pero como no quiero que me acusen de plagiario, mejor leo otras tres obras sobre el particular, incluyo la convicción en otro escrito, pero habré quedado ya como investigador (así le repetía a Amós Oz, una y otra vez, su padre, un frustrado investigador universitario).

(P.S. Por si se quedaron con el pendiente, les informo que Elena y yo ya obtuvimos una cita para tramitar nuestras visas en la embajada de Estados Unidos, después, claro, de haber pagado los derechos del trámite (1,580 pesos) y los consulares (6,720): ¡martes 17 de enero de 2023 a las 10:10 de la mañana! Con catorce meses de anticipación, o, más bien, de retraso. Insisto: ¡pinches gringos!).

sábado, 20 de noviembre de 2021

El placer de viajar a...

Elena y yo teníamos varios años de no salir del país, tantos que nuestros documentos para hacerlo (pasaporte y visa) estaban más vencidos que la Selección Nacional, por lo que decidimos tomar el control de nuestras vidas y renovarlos. Empezamos por los pasaportes y comenzaron nuestros problemas. Antaño no había más que acudir a la oficina de enlace de la SRE en Plaza Mayor y mediante una módica cuota, adicional al costo del documento, pasar a recogerlo a los pocos días al mismo lugar. Ahora no, pues la elaboración del pasaporte ya no se hace en León, donde incluso uno podía ir personalmente a Plaza Galerías Las Torres, lugar en que los producían, y recogerlo por la tarde del mismo día.

En la actualidad disponen de un teléfono 800 para programar citas. Su sitio en Internet para el mismo fin es un desastre, y aunque hay que armarse de valor con el número 800, ya que generalmente suena ocupado, resulta una opción menos aventurada que iniciar el trámite en línea. Cuando finalmente contestan, le ofrecen a uno la lista de oficinas de enlace para que el interesado seleccione la que más le acomode. Obviamente, León no aparece, por lo que tuvimos que seleccionar San Miguel de Allende, a dos horas 50 minutos de aquí en autobús, previo pago de los derechos para la emisión de los pasaportes. El procedimiento allá no es tan engorroso, sin aglomeraciones y moderadamente rápido, pero hay que acudir personalmente una semana después a recogerlos, ya que los elaboran en Querétaro.

Y luego viene -¡horror de horrores!- el trámite de la visa para entrar a Estados Unidos. El inicio del proceso es absolutamente en línea, incluidos registro, “pago de visa”, notificación de este pago, llenado del formato DS-160 (Department of State – 160 USD) y cita. Ya imaginarán (y sabrán) lo engorroso que resulta el llenado de la famosa forma DS-160, donde los gringos lo confiesan literalmente a uno, previo “pago de visa” (790 pesos) y notificación de éste. Lo entrecomillo porque no es cierto. Una vez que ellos reciben el DS-160, envían un número de confirmación, y el solicitante siente que ya ha finalizado y que tan sólo queda que le notifiquen la fecha de la cita para entrevista, foto y huellas, o ni siquiera eso, y que será uno de los afortunados que no requiera de entrevista, aunque sí de foto y huellas.

¡Qué va! La bronca apenas empieza, pues ahora, con ese número de confirmación, deberá imprimir la forma de pago de la visa (ahora sí) y pasar a una sucursal de Banamex o HSBC (exclusivamente), ya que únicamente se aceptan pagos en efectivo, y desembolsar otros ¡3,360 pesos (160 dólares)!, para lo que dan un plazo de cinco días. Sólo entonces podrá uno proceder a programar una cita, las más cercanas de las cuales son a ¡finales de 2022 o principios de 2023! Vamos, tienen una el 7 de junio de 2023 en Ciudad Juárez. Y mientras tanto, ellos felices jineteando los millones de pesos de tantos inocentes cautivos. 

Hasta ahí llegué, ya que ahorita no está abierto ningún Banamex, así que probablemente la próxima semana ya sólo alcance fechas para 2024 o 2025.

Debería ser uno tan intrépido como una de las señoras de la limpieza en la plaza donde tenemos nuestro negocio y que hace un par de meses se fue -junto con su hermana- de mojada, sin pasaporte siquiera, mucho menos con visa, y se la están pasando de lo lindo. Hasta fotos le envía a Elena por WhatsApp para provocar su envidia. Por supuesto, ya tienen empleo. ¡Me cae!

Pero qué necesidad, digo yo (y Juan Gabriel), de todo lo anterior, pudiéndose ir uno a mil otros lugares menos hostiles que los Estados Unidos -hoy más que nunca- y que por amistosa reciprocidad no requieren visado alguno. En cambio, los pinches gringos, a quienes no les exigimos nada, nos pagan con este infierno.

Y Elena y yo, que sólo queremos mantener actualizados nuestros documentos, vamos a tener que desembolsar cerca de veinte mil pesos entre pasaportes, visas, taxis, transporte a San Miguel de Allende y unas suculentas comilonas en este lugar.

Por ello lo del placer de viajar a… San Miguel de Allende.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Buen Fin de holganza

Previo a su viaje a Turquía, Carolina tuvo a bien obsequiarme el libro El novelista ingenuo y el sentimental, del Nobel turco de literatura Orhan Pamuk, me imagino que para irme poniendo a tono con su periplo. Lo leí en estos días que uno prefiere quedarse en casa que andar tirando tinacos en las azoteas. A los lectores de novelas los divide igualmente Pamuk en ingenuos o infantiles y sentimentales o reflexivos: los primeros son los que leen una novela sin complicarse mayormente la vida, a diferencia de los segundos, más interesados intelectualmente en la obra y en los intríngulis de su forma, pero ambos, ingenuos y sentimentales, preocupados por encontrar el “centro” (tema, le prefiere llamar Borges) de la novela, que no hay que buscar, por cierto, en las novelas de género (ciencia ficción, fantásticas, policiacas y románticas), pues en ellas el centro siempre está donde lo encontramos en ocasiones anteriores.

Pamuk pone el ejemplo del argentino Jorge Luis Borges y Moby Dick, de Herman Melville. En el prólogo de Bartleby, del mismo Melville, Borges duda si Moby Dick es una novela de crítica social sobre la miserable vida de los arponeros, o si es un estudio sicológico del capitán Ahab cuando éste enloquece en su obsesión por cazar a la Ballena Blanca, para finalmente concluir que el centro es algo totalmente diferente: “Página por página, el relato se agranda hasta usurpar el tamaño del cosmos”.

En fin, el libro de Orhan, aunque muy interesante, primordialmente trata sobre técnicas en la escritura de novelas, y a mí sinceramente lo que me interesa es comer melones, no técnicas sobre el cultivo de los mismos, como alguna vez me dijera mi amigo Germán Dehesa a propósito de un asunto muy parecido.

En otro orden de ideas, ayer, como suelo hacer otros domingos, sintonicé el programa que TV UNAM transmite ese día a las 19:30 horas, Diálogos por la democracia, conducido por el nefasto John Ackerman, que, dicho sea en su descargo, es absolutamente plural en cuando a los personajes que invita a dialogar con él, y así, he visto desfilar en sus tertulias a personajes tan disímbolos como Sara Sefchovich, Sergio Sarmiento, Evo Morales, Margarita Ríos, Manuel Bartlett Díaz, Enrique Gaue Wiechers, Hugo López-Gatell, Damián Alcázar, Juan Ramón de la Fuente, Alfonso Romo, Carlos Marín. La gama ideológica no podría ser más amplia.

Sin embargo, este domingo se llevó las palmas con un personaje extraordinario que supo capotear los obstáculos que representa el tono balbuceante e inseguro de Ackerman, que de “entrevistador” tiene lo que yo de carismático, y aquello resultó literalmente en una conferencia magistral del gran escritor Juan Villoro. Qué bárbaro, qué manera tan pulcra de expresarse y sin titubeos, todo lo contrario de su interlocutor, y con una sustancia envidiable, como si estuviera leyendo, diría mi amigo Juan Heberto Gaviño, que lo escuchó hace algunos años en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y quedó tan maravillado como yo. Villoro comparte conmigo el sentimiento de embeleso que una obra tan cruda como la Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, provocó en mí, hablando él de ese tipo de relatos en general, por supuesto, lo que pone punto final a la objeción que me hiciera mi amiga Gina a propósito de lo que escribí entones.

Pero para qué les cuento más, mejor véanlo y escúchenlo ustedes mismos y ojalá se sientan tan enaltecidos espiritualmente, como yo anoche después de ver el programa: https://www.youtube.com/watch?v=cHb1DCXVDio .

Cultura, erudición e inteligencia, no en balde Villoro es un miembro insigne del Colegio Nacional, igual que su padre, el ya fallecido y eminente filósofo Luis Villoro.

Es una desgracia que la televisión estatal (Canal 11, Canal 22 y TV UNAM) esté cooptada por ese espantajo autodenominado 4T, pero mientras siga habiendo perlas como la que describo, no todo estará podrido en Dinamarca. Nunca mejor aplicado el dicho, pues es el país que nuestro Mesías se ha planteado como modelo a seguir.

domingo, 7 de noviembre de 2021

El orgullo de mi fanatismo

Caro, mi hija, completó hoy, domingo 7 de noviembre de 2021, sin detenerse, el maratón de Estambul, Turquía, y no es que yo la haya impulsado a hacerlo, cuando mucho me tomó como referente después de más de cuarenta años en estas correrías. Se decidió este mismo año a intentarlo a sus treinta de edad y, como otras veces en distintos aspectos de su vida, se inclinó por lo más exótico que pudiera ocurrírsele: este país euroasiático. Es más, el maratón comenzó en la parte asiática de la ciudad, continuó a la europea y vuelta hacia Asia, valga el seudo redundante chistorete.

Lo más que hice yo fue acompañarla los últimos siete kilómetros de su entrenamiento de 35 con el que dio por concluida su preparación de fondo en el Parque Metropolitano de León, Guanajuato, antes de marcharse con Juan Martín a la enigmática Turquía. Huelga decir que en tal ocasión me dejó atrás a pesar de llevar ya ella cuatro giros de siete kilómetros cada uno cuando yo me le uní. Algo con lo que también la “ayudé” fue proporcionándole mis registros diarios de entrenamiento de cinco años, 1984-1988, que conservo religiosamente y que dan fe de los maratones que corrí en Nueva York, Berlín y Boston durante esos años. No sé que habrá hecho Caro con ellos, si les sacó un promedio a las distancias recorridas por mí para tratar de seguirlas ella o tan solo las tomó como referencia para su propio plan de entrenamiento. Como dicen en el bajío, sabe.

El caso es que terminó, lo que da muestra cabal de la pugnacidad que Carolina ha manifestado durante toda su vida y que la ha llevado a destacar al más alto nivel en los ámbitos académico, profesional y deportivo. Y no porque sea yo un fanático que le haya imbuido la pasión por el jogging, para nada, pero fue el término más ad hoc que se me ocurrió para expresar fehacientemente el orgullo de un padre por su hija, parafraseando al clásico.

¡Salud, Caro!

martes, 2 de noviembre de 2021

El Chivo

 En junio de 1961, siendo yo un chiquillo de once años de edad, recuerdo haber visto con espanto -quizá en la revista Life- fotos sobre el magnicidio del déspota caribeño Rafael Leónidas Trujillo Molina, alias el Chivo, que tiranizó a la Republica Dominicana por más de treinta años.

Poco tiempo después, en 1967, cuando cursaba la prepa, el maestro de ética, Samuel Vargas Montoya, alias el Piolín, dramatizaba y engolaba su voz para hablarnos grandilocuentemente y con horror del autócrata dominicano: “¡Rafael Leónidas Trujillo!  -decía, con el dedo índice de su mano derecha apuntando admonitoriamente al cielo- el demonio dominicano que siempre temió ser masacrado por sus conciudadanos, como lo fue, y que permanentemente, desde hacía años, mantenía un avión con los motores en marcha las 24 horas del día en el aeropuerto de Ciudad Trujillo para huir antes de que ello ocurriera, sin conseguirlo”. Aunque esto fuera mentira, a mí se me quedó perennemente grabado en la memoria. Lo que enervaba a don Samuel más que nada, creo yo, en una escuela confesional, era el anticlericalismo de dicho demonio.

Acabo de leer la esplendorosa novela histórica de Mario Vargas Llosa La Fiesta del Chivo (Penguin Random House, 2016) sobre la época en que a los dominicanos y al mundo les tocó padecer a este sátrapa. No sé cuántas veces habré repetido lo mismo, pero, en todo caso, no más de unas cinco: el mejor libro que yo recuerde. Qué manera de atraparlo a uno en la trama con un manejo tan pulcro del lenguaje y con una maestría en el armado de la historia que  mantiene al lector sin querer levantarse del asiento, así le tome una semana terminar el libro.

La urdimbre del drama entre lo que le ocurre a Urania Cabral, personaje central de la novela, y lo que deben padecer los caribeños -ella incluida de manera principalísima, degradante y ominosa- con las tropelías del criminal Trujillo es simplemente sensacional.

Es inconcebible imaginar tanta bajeza en un régimen que por más de tres décadas tiranizó a su pueblo, aunque no para Vargas Llosa, que seguramente dedicó ingentes esfuerzos de investigación para documentar su obra. Centenas de personajes con nombre y dos apellidos (afortunadamente los principales, aunque muchos, no son tantos) y un conocimiento de la geografía de Santo Domingo de Guzmán -como vuelve a llamarse la capital de la República Dominicana una vez muerta la bestia- admirable.

El caos en el que se convierte la capital y el país todo tras el magnicidio, con la inevitable secuela de traiciones entre los conjurados y las inauditas torturas y ajusticiamientos emprendidos por la familia y leales de Trujillo contra ellos, son una advertencia para quienes pretendieran algo similar en otras latitudes donde líderes carismáticos pero autoritarios llevan a la quiebra a sus naciones. Y es que el culto a la personalidad que se le profesaba al caudillo me hizo pensar necesariamente en alguien más.

A la República Dominicana la salvó en aquellos lejanos años un presidente pelele, Joaquín Balaguer, al que Trujillo puso en su lugar para lavar cara internacionalmente y tratar así de evitar las sanciones de la OEA y el embargo de los Estados Unidos. Don Joaquín, a pesar de haber acompañado servilmente al Generalísimo durante más de tres décadas, supo revertir el caos, controlando hábilmente a la familia del tirano, sugiriéndoles que abandonaran el país con su dinero mal habido, amnistiando a los supervivientes de la conjura y denostando al Benefactor ante la mismísima Asamblea General de la ONU. Al doctor Balaguer lo movía, por sobre todas las cosas, su humanismo. Muy probablemente esto haya salvado al Estado caribeño.

En fin, pocas veces la lectura de un libro me ha provocado tanta felicidad, y miren que ya es decir para un melancólico contumaz.

jueves, 28 de octubre de 2021

I(t) will survive

Siendo adolescente, me iba al estadio olímpico de CU con mi primo Lorenzo, apenas unos años mayor que yo, a ver los partidos de futbol americano colegial cuando jugaban los Pumas. Él había estudiado en la Prepa 4 de la UNAM y se volvió un fanático del equipo, transfiriéndome  a mí ese fanatismo. Llegó incluso a recibir el ovoide de manos del legendario mariscal de campo de los felinos Joaquín Castillo cuando ambos estudiaban en dicha preparatoria y practicaban en el equipo de la escuela. Por cierto, conoció también a Enrique Borja, coetáneo suyo.

Poco tiempo después, a principios de 1969, me apersoné nuevamente en el estadio, pero esta vez a presentar el examen de admisión a la Facultad de Ciencias de la universidad para cursar la carrera de actuaría. Imagínense la cantidad de aspirantes que solicitaban entrar ahí como para llenar las gradas de semejante inmueble, y no sé cuántas sesiones más del mismo estilo habrá habido para terminar con la primera fase del proceso de selección.

A las pocas semanas llegó un telegrama a mi casa donde se me informaba que había sido aceptado para cursar en la UNAM mis estudios superiores. Entonces no había muchas opciones, o era ahí o era en alguna otra universidad que no ofrecía la amplia gama de carreras de nuestra máxima casa de estudios, y, por supuesto, no con la experiencia centenaria de ésta. Los “fifís” pululaban en el campus universitario por doquier, nunca mejor aplicado el calificativo de “neoliberal” a la universidad que entonces. Yo, para no ir más lejos, provenía de la prepa de la Universidad La Salle, donde estuve becado durante mi educación media superior.

En la UNAM, finalmente, supe lo que era la libertad, el espíritu crítico y el rigor científico. Me sacudí todos los traumas que se acumularon durante mi formación básica y media superior en escuelas confesionales de primera, debo decirlo. Fui testigo de los continuos embates que la universidad recibía de sus enemigos, entonces más que nunca. Los ataques en Lecumberri (enero de 1970) de los presos comunes contra los estudiantes ahí recluidos por los sucesos del 68, el exilio de éstos al Perú, su regreso al país justo para ser víctimas, otra vez, de una masacre, la del Jueves de Corpus de 1971, la toma por varios meses de la Torre de Rectoría por Mario Falcón y Castro Bustos, que provocó la caída del rector Pablo González Casanova en 1972, y la llegada de Guillermo Soberón Acevedo en su lugar a una sede alterna: el CIMASS, donde yo estaba becado por mi querida universidad para realizar mi trabajo de tesis, que me valía, además, como servicio social, y que me alcanzó, todo ello, para ser designado como el mejor estudiante de México en actuaría, con lo que correspondía, mínimamente, a haber tenido los mejores maestros de México, de uno de los cuales, Guillermo Torres Díaz, hablé ya muy elogiosamente en este mismo espacio, pues era un sabio.

Magínense ustedes, parafraseando al asno, si a todo lo anterior y cosas peores ha sobrevivido la universidad, qué no será de esta nueva embestida del fósil que quisiera convertir a la UNAM en otra Universidad Autónoma de la Ciudad de México u, horror de horrores, su reciente engendro Universidad para el Bienestar Benito Juárez García.

Y de la sabandija servil y rastrera que “gobierna” la Ciudad de México, ¿qué podemos decir? Traidora que muerde la mano que le dio de comer al llamar hipócritas y conservadores a quienes osamos defender a nuestra alma máter, a la que defienden incluso quienes no estudiaron ahí. Una sucia grilla que se enorgullece de haber hecho politiquería de la más baja estofa cuando “estudiaba” en la universidad. Su única obsesión es el poder, de aquí su obsequiosidad con el burro que no rebuzna porque sería bilingüe.

Vamos, si mi amadísima UNAM sobrevivirá hasta a éstos, no me queda más que decir por ella, junto con Gloria Gaynor: https://www.youtube.com/watch?v=ARt9HV9T0w8 . 

miércoles, 20 de octubre de 2021

Causal de divorcio

Poco antes de casarme con mi primera esposa, todavía novios, fui a recogerla a su casa. Ella era muy impuntual, por lo que ya sabía que tendría que esperar a que estuviera lista. Me hicieron pasar a la sala y me dejaron a solas. Consciente de que estaría ahí un buen rato, me atreví, como en otras ocasiones, a levantarme del mullido sillón donde me encontraba cómodamente instalado y colocarme frente al piano Steinbach que tenían en el lugar, sentarme en su banqueta, y comenzar a ejecutar una pieza popular.

En el ínter, a un minuto de concluir mi interpretación y sin que  me percatara, hizo su aparición mi novia silenciosamente y, para no interrumpir, esperó recargada en el marco de la puerta del comedor, que comunicaba con la sala donde yo me encontraba.

De repente, en plena ejecución, empecé a sentir una inquietud espiritual profunda, una carga en el alma insoportable, por lo que, ni tardo ni perezoso, me incliné ligeramente hacia la izquierda, levanté la nalga derecha con discreción y emití un sonoro zambombazo de Padre y Muy Señor Nuestro: ¡Prrrrrrt!, y, aliviado, reanudé la ejecución donde la había dejado y puse punto final a la misma.

Lucinda, mi novia, hizo entonces su incursión en la sala desde el comedor, no dejando de aplaudir sonoramente y de gritar a todo pulmón: ¡Bravo, bravo! Yo, profundamente avergonzado, intrigado y nervioso, me puse en pie como con un resorte y la inquirí con voz trémula:

- Ho-ho-ho-la, mi vida, aquí estabas… ¿es-es-cuchaste toda la melodía?

A lo que ella, impertérrita, respondió:

-No, sólo un pedazo. 

A la larga, ésta fue una de las principales causales del divorcio que terminó con nuestro fragoroso matrimonio de casi cuatro años de intensidad: pedorrea crónica (lat. pedorrhoea chronica).

sábado, 16 de octubre de 2021

Koala

Cuando uno se obsesiona por algo o por alguien no para hasta conseguirlo u obtener el rechazo definitivo. Tal fue mi caso con el libro Koala, de Lukas Bärfuss, que no encontré por ninguna parte. Novela corta de 170 páginas, en rústica, que se anuncia como la historia en que el narrador va a dar una plática sobre un autor X en su pueblo natal, donde aprovecha para verse con su hermano (medio hermano) al que no ve desde hace tiempo y al que no volverá a ver nunca más, pues éste se suicida poco después. Fanático del tema como soy y por venir recomendado el libro por un escritor que respeto, lo conseguí finalmente en Mercado Libre al módico precio de ¡890 pesos con 74 centavos!, rusticidad incluida. Afortunadamente un error del proveedor hizo que la venta se frustrara y me devolvieran mi dinero. Pero, terco, ahí voy otra vez, y en esta ocasión el atraco sí se consumó, aunque para compensar el mal servicio previo y el desfalco, me lo hicieron llegar en tan solo un par de días.

El relato prácticamente comienza describiendo el fatal acontecimiento y con interrogantes del autor sobre las razones que su hermano tendría para cometer tal “despropósito”, y lo pongo entre comillas porque el autor entra en el tipo de disquisiciones que a mí tanto me gustan y que parecen justificar plenamente la decisión de su pariente. Luego acude a elucubraciones sobre el tiempo en que a su hermano empezarían a identificarlo con un koala y tal vez hasta asignarle el sobrenombre. Quizá haya sido mientras perteneció a los scouts.

Pero, súbitamente, el narrador pasa de esta historia a otra totalmente disímbola, sin conexión alguna aparente, y que abarca la mayor parte de la novela: la colonización por parte de diferentes cuadrillas europeas, ayudadas por nativos, de la Antártida, hasta llegar a descubrimiento de ese animal que parece ser todo un enigma: ¡el koala! Al principio, la carencia de ilación entre las historias me desconcertó y enojó. Era como pasar, terminados los comerciales televisivos, de un encuentro reñido de básquet en los cardiacos segundos finales del partido a otro de la temporada regular de beis. Frustrante, pues hasta el interés por la lectura se pierde.

Todo se arregla con el descubrimiento en el relato del koala, animal perezoso, con mil limitaciones, de vista corta, retraído, habitual de las altitudes arbóreas y de escasa utilidad, de no ser por su piel, que es lo que llevó al humano depredador a terminar con la especie. Y ese mismo exterminador, el hombre, lo hizo resucitar de entre sus cenizas para convertirlo en símbolo de toda una colonia. Esto es, lo rescataron de su pereza y lo pusieron a trabajar, aun después de desaparecerlo. Desgraciadamente, no pueden hacer otro tanto con el hermano del narrador, pues él posiblemente estaba harto de todo eso, pero nunca lo sabremos, ya que no dejó nota póstuma alguna, y todos conocían su baja autoestima.

“Y de pronto comprendí -dice el narrador- por qué se trataba de evitar hablar del suicidio. No era contagioso como una enfermedad, era convincente como un argumento incuestionable. Era una mentira que no se entendía a los suicidas, al contrario. Todos los entendían demasiado bien. Pues la pregunta no era: ¿por qué se suicidó? La pregunta era: ¿por qué siguen ustedes con vida? ¿Por qué no abrevian las fatigas? ¿Por qué no agarran ahora mismo la soga, el veneno o el revólver, por qué no abren la ventana, ahora mismo?”

Novela altamente gratificante.

miércoles, 13 de octubre de 2021

"Yo ya no me pertenezco"

Cuánta megalomanía se esconde en la frasecita ésta. Como quien concede paternalmente: “Yo soy de todos ustedes, Yo soy todos ustedes, ¡Yo soy Dios Todopoderoso!”, y enseguida -para infinita vergüenza ajena de “todos ustedes”- sacar su pañuelito blanco y, agitándolo estúpidamente, repetir como tarabilla: “Ya no hay corrupción en México, se acabó la corrupción”, mientras Lozoya, corrupto entre los corruptos, cena en el Hunan y los sabuesos del “incorruptible” persiguen a científicos aterrados, más que culpables.

No dudo ni tantito que las voraces compañías energéticas se hayan enriquecido obscenamente -entre ellas, su “consentida”, Iberdrola- a costa de todos los mexicanos, y que los científicos hayan resultado, por decir lo menos, torpes y descuidados en el manejo de sus presupuestos, pero de aquí a reformar el mercado de la energía de manera tan lesiva que acarreará a todo el país ingentes daños que tardaremos una generación en corregir, si no es que de plano se vuelven irreversibles, y perseguir a nuestros científicos con una saña que ya quisiéramos que aplicara sobre sus impresentables hermanos, Lozoya y adláteres, media una maldad enfermiza.

Por qué mejor no regular el mercado de la energía; sí, sí, con tus aborrecibles CRE, CNH y Cenace, para lo cual tendrías que respetar su autonomía, y dejas de perseguir a nuestras mujeres y hombres de ciencia, que lo único que le pueden acarrear a México son bendiciones, para decirlo en el único lenguaje que parece que entiendes. Y conste que en este escrito me he referido tan sólo a un par de problemas, pero son incontables los que ha ocasionado tu supina ignorancia.

“Yo ya no me pertenezco, yo soy de ustedes”. Si ya no sabes qué hacer con tanta basura, no quieras endilgárnosla a nosotros, pues corres el riesgo de que, por asepsia, la incineremos.

viernes, 8 de octubre de 2021

Los socialistas son humanos

Recién se acaba de editar en formato digital el viejo libro (1940) de Edmund Wilson Hacia la estación de Finlandia (Penguin Random House, mayo de 2021), que trata sobre los avatares del socialismo desde la Revolución Francesa, y aún antes, hasta la entrada de Lenin a la estación ferroviaria de Finlandia en San Petersburgo, e incluso hasta “nuestros días”, entendiendo por estos los de la edición original del texto, pues cuando Wilson lo publicó aún estaba en el poder el sátrapa Josep Stalin y León Trotsky todavía no había sido asesinado en Coyoacán, México, en tan fatídico año. De aquí su epílogo, Resumen: la situación en 1940. El libro fue prologado magistralmente por el Nobel peruano Mario Vargas Llosa (septiembre de 2020).

Wilson relata la historia más desde el punto de vista humano que desde el ideológico o doctrinario, aunque un ensayo tan largo necesariamente incluye bastante de lo segundo. Es así como nos enteramos de la literal indigencia en que vivió Karl Marx prácticamente durante toda su existencia, siempre al amparo de su “discípulo” Friedrich Engels, cuyo padre era un industrial que en Mánchester tenía una sucursal de la que el hijo se ocupaba a regañadientes. En fin, Engels estuvo siempre a la sombra de Marx, a quien no sólo ayudaba económicamente, sino que intelectualmente su pensamiento estaba supeditado al de Karl. Aún después de la muerte de éste, tuvo que lidiar con la publicación póstuma de su legado, pues Marx no pudo más que publicar el primer volumen de su obra cumbre, El Capital, dejando a Engels el segundo y hasta un tercero que nunca se materializó. En fin, únicamente entonces fue que Engels pudo ser él mismo.

El libro versa principalmente sobre los “cuatro grandes”: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, pero no por ello deja de hurgar en los intríngulis de las vidas de Michelet, Renan, Taine, Anatole France, Babeuf, Saint-Simon, Lassalle, Bakunin y tantos otros, incluido Vico, aun antes que todos ellos.

Me impresionó el pasaje en el que una de las hijas de Marx, Laura, decide junto con el marido Paul Lafargue que ambos se suicidaran una vez que estén cerca de agotar sus recursos económicos, lo cual ocurre cuando ambos rondan los setenta años de edad, y proceden a envenenarse sin mayores aspavientos.

Todo lo anterior, que se lee más como una novela, aunque no por ello dejen de proliferar los aspectos ideológicos de una doctrina totalmente obsoleta -que se justifican por la época en que la obra se escribió-, contribuye a hacer de ésta una lectura imprescindible.

Para concluir con mi pergeño diré tan sólo que señala el autor del libro -bien avanzada la jornada de su periplo escritural- que una noche de su último invierno en Samara, leyó Lenin La sala número 6, de Antón Chéjov, y procede, Wilson, a un inclemente spoiling de la trama, y concluye que “Cuando Vladimir terminó la lectura del relato fue presa de un horror tal que no pudo permanecer en la habitación. Salió en busca de alguien con quien hablar, pero era tarde: todo el mundo se había acostado. ‘¡Experimenté la completa sensación -dijo a su hermana al día siguiente- de estar encerrado yo mismo en la sala número 6!’”

Comprenderán ustedes que, con spoiling y todo, era imposible permanecer impasible (sí, sí, ya sé que suena cacofónico) ante tal “recomendación”, y procedí de inmediato a comprar el libro y leerlo en poco más de dos horas, aun antes de terminar el que en ese mismo momento leía. ¡Qué maravilla! Me identifiqué hasta la médula con los dos personajes principales de este librito encantador.

No querrán que se los “espoilee” yo también, ¿verdad?

domingo, 3 de octubre de 2021

Aclaración

A petición de Manuel Martínez Fernández, esposo de Julia Tagüeña Parga, adjunto el correo que me acaba de enviar, en el que desmiente información que yo tomé de notas periodísticas en Reforma y El Universal.


En Dom, 3 Octubre, 2021 en 20:56, Manuel Martinez Fernandez <mmf@ier.unam.mx> escribió:
 
Para: Raúl Gutiérrez y Montero
Cc: jtag@unam.mx
Raúl, en tu mensaje hay un serio error. Nunca recibí dinero del Foro. Afortunadamente, sí he recibido dinero del CONACYT para muchos proyectos y Julia nunca ha estado involucrada en la aprobación de los mismos. 
Nunca ha existido conflicto de interés en su actuación. 
Te solicito aclares esta información falsa. 

Julia Tagüeña

Conocí a Julia Tagüeña Parga en 1969 cuando ambos éramos unos mocosos de 19 años de edad. Yo cursaba el primer año de actuaría y ella el segundo de física, los dos, en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Como tal, ella era ayudante del doctor Arturo Fregoso Urbina, quien impartía la clase de cálculo diferencial e integral. La tuve como “mentora” todo un año, mientras cursaba Cálculo I y II en la universidad bajo la cátedra del doctor Fregoso.

Julia era una chica muy aprovechada, pues provenía de una escuela de élite en la Ciudad de México, llamada, precisamente, Ciudad de México, donde cursó su educación básica y media superior y conoció a su pareja de toda la vida, Manuel Martínez Fernández, con quien completó la misma carrera en la UNAM, casó y emprendió el viaje a la Universidad de Oxford, Inglaterra, donde ambos se doctoraron. Julia y Manolo se desempeñan actualmente como investigadores y académicos de renombre en el Instituto de Energías Renovables (IER) de la universidad en Morelos.

Tagüeña se desempeñó, además, como titular del Foro Consultivo en Ciencia y Tecnología del Conacyt. Dícese que en el transcurso de dicho rol, autorizó un millón de pesos para un proyecto que el marido encabezaba, lo cual podría constituir un flagrante conflicto de interés, del cual Julia debió haberse deslindado. No dudo en absoluto de ninguno de estos hechos, pero lo más que procedería sería una sanción administrativa por tan torpe proceder, no una flamígera acusación, por parte de nuestras impolutas autoridades judiciales y de procuración de justicia, de delincuencia organizada, lavado de dinero y manejo de recursos de procedencia ilícita.

¡Por favor!, si nada se ha hecho contra los dos pillos hermanos de presidente López Obrador, Pío y Martín, esos sí sorprendidos en flagrancia recibiendo recursos de procedencia no sólo ilícita, sino lavados y re-lavados y producto de no sé cuántos delincuentes organizados, no quieran chingarse a Julia por su estupidez de haber hecho cosas buenas que parecían malas.

¿Y qué me dicen del fiscal Alejandro Gertz Manero, que la persigue? Involucrado en los Panamá Papers por inversiones de dudosísima procedencia en paraísos fiscales, además de las denuncias por claro plagio intelectual en su contra que el valiente escritor y académico Guillermo Sheridan está llevando ante las más altas instancias del Conacyt, amén de la inequitativa, encarnizada, inmisericorde e inmoral lucha fratricida que “don” Alejandro está llevando contra su propia familia política, donde él es juez y parte.

Por lo menos, en descargo de mi querida Julia Tagüeña Parga, puedo decir que ella hasta galardonada ha sido por su brillante trayectoria académica y científica, y no en balde ha dirigido tres tesis de licenciatura, cinco de maestría y tres de doctorado en la UNAM en su área de especialidad, durante el largo periodo de treinta años que va de 1987 a 2017.

No meto las manos al fuego por nadie más que por mí, pero creo que los hechos hablan por sí solos.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Al maestro con cariño

Al doctor Guillermo Torres Díaz, in memoriam.

Existe un viejo problema en matemáticas que los cerebros más brillantes del mundo han tratado de dilucidar con acuciosidad desde hace más de 162 años: la hipótesis de Riemann, quien la lanzó a la palestra en agosto de 1859. El enigma está relacionado con análisis complejo, lo que me llevó hace unos días a desempolvar mis notas universitarias sobre el particular, no con el afán de probar lo que parece imposible de tal empeño, sino porque desde hace varios años me ha apasionado el tema.

Tuve la inmensa fortuna de contar en la materia con el mejor profesor de mi vida, desde párvulos hasta mi diplomado en el Tec, y lo recuerdo con el mayor de mis respetos y mucho cariño. Doctorado por Princeton, tenía una forma de exponer sus clases que despertaban un entusiasmo y una fascinación inmediatos y que hacían desear que su cátedra no terminara nunca.

Resultado de lo anterior fueron esos apuntes que menciono, producto de tomar todos los detalles posibles del expositor y, regresando a casa, pasarlos en limpio, como el amanuense que transcribe el texto sagrado que el sabio plasmó en la pizarra. Fue así como se acumularon cerca de doscientos folios por las dos caras, es decir, ¡400 páginas! a lo largo de varios meses (1 de marzo a 2 de julio de 1970) y 35 lecciones (ver imagen adjunta). Con ello no quiero más que remarcar lo importante que es un buen maestro para despertar el máximo entusiasmo por una materia. Por supuesto que no ocurría lo mismo con las demás asignaturas, sólo ésta logró remover en mí pasión tal. Mi tesis profesional versó sobre el mismo tópico, aunque desgraciadamente no dirigida por dicha eminencia ni sobre la hipótesis de Riemann.

Cada una de las lecciones de este genio era un verdadero deleite. Lo que no expresaba gráficamente en el pizarrón lo hacía por medio de un movimiento suave de sus manos en el vacío, que lo llevaba a uno a imaginar la geometría que sus palabras y gestos sugerían, para enseguida preguntar a alguien en la audiencia: ¿no le emociona a usted todo esto? A lo que hubiera querido responder: “¡Síii!”, con toda mi alma, de haber sido yo el inquirido.

Una vez que demostró un teorema fundamental que sólo ocurre en variable compleja y no en cálculo diferencial: si una función es diferenciable una vez lo es infinitas veces (algo verdaderamente sorprendente), añadió: “A estas funciones suele llamárseles derivables, diferenciables, analíticas, regulares, enteras u holomorfas, ¿cómo prefieren ustedes que las nombremos?”. Ante la avalancha de opiniones que, obviamente, elegían uno cualquiera de los cinco primeros nombres inteligibles, él respondió democráticamente: “Muy bien, las llamaremos entonces holomorfas”, el sexto, y fin de la discusión, pues así se les conoce comúnmente en análisis complejo.

Si a alguno le interesa, la hipótesis de Riemann establece que todas los ceros de la función zeta se encuentran sobre la línea ½ real del plano complejo, y ¡ay de aquel que la demostrare!, pues se habrá hecho acreedor al millón de dólares que el Instituto Clay de Matemáticas (CMI, por sus siglas en inglés) establece para quien lo hiciere.

¡Mucha suerte!

miércoles, 22 de septiembre de 2021

32 años

 Perdón por ser reiterativo sobre Elena (foto adjunta) en el aniversario número 32, hoy, de nuestro matrimonio, pero nunca será suficiente tanto énfasis habida cuenta de que, sin ella, largo tiempo ha que ya no estuviera yo entre ustedes, ya fuera por propia mano o de profunda tristeza por no haberla conocido. Para esto, quiero recordar lo que dije de ella hace poco más de un año, en pleno apogeo de la pandemia, en el “poema” intitulado Clarín, que la pinta de cuerpo entero. 

Clarín

¿Un pajarito cantando a estas horas?, me preguntó Elena el otro día en la cocina pasadas las 10 y media de la noche. Me inspiró mucha ternura su pregunta y tomé consciencia de un sonido ya familiar para mí desde varios meses atrás, pero del que había sido poco atento. Desde entonces lo oigo con especial delectación de que amanece hasta el anochecer, pues literalmente el pajarillo todavía tiene ánimos para cantar hasta bien pasadas las 11. Se trata de un clarín (myadestes unicolor). Es de los vecinos y, por tanto, nos encontramos en el mejor de los mundos posibles: ellos se encargan de alimentarlo, cuidarlo y limpiar su jaula, y nosotros de disfrutar su canto. Pareciera que se encuentra uno en pleno bosque. 

Pero ¿por qué me habrá movido a tanta ternura cuando Elena lo trajo a mi realidad? Pues, además del cariñoso diminutivo, yo creo que  porque me hice consciente de que ella es así: desde que amanece hasta la medianoche trae la sonrisa en su cara, no matter what, dirían los gringos. Es más, yo creo que cuando duerme no la abandona y que así se va a morir. Lo que es tener tranquilidad de conciencia y no deberle nada a nadie, ¿’á que sí?, preguntaría un leonés autóctono. Todo lo contrario de mí, que siempre ando con la angustia, el nervio y la tensión a flor de piel. Qué feo. Incluso a veces, para molestarla, le digo: Elenita, pero ¡¿de qué te ríes, carajo?! Puritita envidia.

Es más, creo que eso es lo que me ha permitido sobrevivir, a pesar de mí, las tres últimas décadas y pico. Mi hija recuerda con especial emoción cómo, hace muchos años, un día su hermano le preguntó, no estando nosotros presentes: Caro, cuando ves a mamá, ¿no sientes que te llenas de felicidad y que su cara provoca en ti mucha alegría? Carolina lo agarró a besos y le dijo: ¡Sí, Ruly, claro! 

Obviamente, la tragedia que nos trae a todos a raya no ha sido suficiente para achicopalarla a ella. Más aún, es como un acicate que le permite mostrar toda su entereza y todo su entusiasmo, tanto en las labores de casa, como en las que tiene que hacer fuera vendiendo sus productos ahora que la tienda está cerrada, o como, al regresar, todavía darse el tiempo de hacer algún trabajo a distancia y promoviendo sus negocios en redes sociales. Incansable, pues. 

También la molesto con aquello de que yo no he de ser tan malo cuando el cielo me premió con su persona, y, sin embargo, ella no ha de ser tan buena cuando los infiernos la castigaron conmigo. 

En fin, mi querida Elena, especialmente en estos tiempos tan dramáticos, ¡qué bueno es tenerte entre nosotros! Todo mundo se siente igual contigo, no sólo los que tenemos la dicha de disfrutarte todos los días. 

Clarín me lo recuerda a todas horas.