Lo que es andar uno obsesionado con su mal: experimenta las pesadillas más espeluznantes que imaginarse pueda.
La otra noche soñé que en mi cita con el radiólogo del IMSS -sí, esa que tanto tiempo había estado esperando-, éste me solicitaba todos los estudios que me han realizado a la fecha: resonancia magnética multiparamétrica, biopsia, tomografía contrastada y gammagrama óseo, los analizaba y concluía que afortunadamente no había metástasis. Pasaba luego a enumerar los aspectos penosos del asunto: como la próstata se encuentra próxima a la vejiga y al recto, las radiaciones provocarían levantadas continuas en la noche a orinar y defecación probablemente con sangre.
Pasaba luego a decirme que tales radiaciones serían aplicadas en veintiocho sesiones a lo largo de otros tantos días durante seis semanas, de lunes a viernes, con una duración de quince a veinte minutos por sesión, y que como estas tendrían lugar durante la tarde, más me valía ir bien defecado, y si no, hacerlo en el baño público de que ahí se disponía. Aunque previo a ello, me tendría que someter a otra tomografía, como la que llevaba, dentro de ¡cuatro semanas!, antes de lo cual debería yo beber un litro de agua que tenía que llevar conmigo. Todo esto para elaborar un plan para la aplicación de las radiaciones.
La cita concluía con lo más inverosímil de todo: en la ventanilla del pasillo me programarían la fecha para la antedicha tomografía dentro de cuatro semanas y otra tentativa de revisión para dentro de ocho, pues los aparatos de radiación del Seguro ¡estaban actualmente descompuestos! y se tenía un rezago de doscientos a trescientos pacientes que, nunca mejor aplicado el calificativo, pacientemente esperaban su turno. Lo cual, acotaba el galeno, probablemente nos lleve ya hasta el año que entra para iniciar el proceso, pero déjenos su teléfono para que nosotros le avisemos cuando las máquinas estén ya de nuevo funcionando.
Huelga decir lo aterrorizado que yo estaba cuando volví en mí de tan horrenda pesadilla.
Lo que ocurrió realmente en Dinamarca fue radicalmente distinto:
El jueves 2 de noviembre de 2023, Día de Muertos, tuve mi cita con el radiólogo del IMSS -sí, esa que tanto tiempo había estado esperando-, éste me solicitó todos los estudios que me han realizado a la fecha: resonancia magnética multiparamétrica, biopsia, tomografía contrastada y gammagrama óseo, los analizó y concluyó que afortunadamente no había metástasis. Pasó luego a enumerar los aspectos penosos del asunto: como la próstata se encuentra próxima a la vejiga y al recto, las radiaciones provocarán levantadas continuas en la noche a orinar y defecación probablemente con sangre.
Pasó luego a decirme que tales radiaciones serán aplicadas en veintiocho sesiones a lo largo de otros tantos días durante seis semanas, de lunes a viernes, con una duración de quince a veinte minutos por sesión, y que como estas tendrán lugar durante la tarde, más me valía ir bien defecado, y si no, hacerlo en el baño público de que ahí se dispone. Aunque previo a ello, me tendré que someter a otra tomografía, como la que llevaba, dentro de ¡cuatro semanas!, antes de lo cual deberé yo beber un litro de agua que tendré que llevar conmigo. Todo esto para elaborar un plan para la aplicación de las radiaciones.
La cita concluyó con lo más inverosímil de todo: en la ventanilla del pasillo me programarían la fecha para la antedicha tomografía dentro de cuatro semanas y otra tentativa de revisión para dentro de ocho, pues los aparatos de radiación del Seguro ¡están actualmente descompuestos! y se tiene un rezago de doscientos a trescientos pacientes que, nunca mejor aplicado el calificativo, pacientemente esperan su turno. Lo cual, acotó el galeno, probablemente nos lleve ya hasta el año que entra para iniciar el proceso, pero déjenos su teléfono para que nosotros le avisemos cuando las máquinas estén ya de nuevo funcionando.
Huelga decir lo aterrorizado que salí yo del hospital del IMSS donde me atendieron.
Ni modo, habrá que ir tramitando un crédito bancario para sufragar el costoso tratamiento en un hospital privado, dejando en garantía mi propia salud (no se rían), antes de que tan agresivo mal se metastasee.
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